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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

5 may 2013

Capítulo sesenta y cuatro



Jugueteaba con sus manos. Estaba sólo en esa pequeña celda esperando a que Andreas llegase con el dinero. Maldito, ya se había tardado, ¿por qué tarda tanto? No había razones.

Recargó su cabeza golpeándose torpemente contra la fría pared, ante eso, sólo cerró sus ojos y después miró al techo. Ya había perdido demasiado tiempo y todavía no tenía un buen plan para ir por ella. Sabía muy bien que entrar por la puerta principal no era ya más una opción.

Necesitaba ayuda de terceros y eso implicaba a Georg, Gustav e inclusive al Dr. Jost pero… ¿quién le asegura que ese plan funcionará?

—Andreas, maldito, llega ya —pidió sobando sus parpados. Estaba cansado y su cuerpo le pedía algo de sueño pero, en estos momentos, no se podía dar ese lujo.

Escuchó a lo lejos el eco de los policías que hacían guardia en las celdas y de repente, no pudo evitar recordar la conversación que había tenido con ese detective. Todo era tan extraño: el hombre sí que sabía cómo hacer su trabajo.

De alguna manera, sintió que le estaba contando todo acerca del Director Baecker mientras que al mismo tiempo, le decía nada. Accedió a compartir que lo han estado investigando desde la muerte de aquel paciente, que era vecino de la habitación de Kimberly: aseguró que algo no cuadraba en la cuartada del Doctor pero, que extrañamente, la única historia que sí lo hacía era de esa niña que juraba que el asesino era un “fantasma”. Era estúpido, se lo soltó sin más y Tom no supo qué decir, sólo se encogió de hombros y aseguró en su cabeza que Kimberly no le había mencionado algo así: sólo tenía miedo de volver a su habitación o de estar sola. Pero jamás le confesó aquel detalle. Y luego, se preguntó que hubiera hecho en ese momento para tranquilizarla, ¿le hubiera dicho “yo te creo”? No lo sabía. Y es que era algo descabellado.

Entonces cayó de golpe nuevamente a la tierra y recuperó sus sentidos: ella estaba en un manicomio, era obvio que es descabellado.

Luego, mencionó algo acerca de desapariciones de pacientes y que hubo uno reciente: parece como si se los tragase la tierra. Toda huella o registro desaparecía como si aquellas personas nunca hubiesen nacido. Era otra cosa extraña y según el detective, su instinto nunca fallaba: algo malo estaba pasando en ese nosocomio y necesitaban averiguar qué. ¿Y cuál era la mejor manera? Infiltrando a un ya trabajador de ese lugar, informarle de todo y todos. Tener en mira al Director y estar en alerta si veía algo fuera de lo normal.

Pero Tom no comprendía, ¿cómo podía ser de ayuda sí él ya no podía entrar a ese sitio? Su entrada estaba prohibida. Pero bueno, llegó a un punto en que decidió no darle importancia: el detective le había prometido seguridad a Kimberly si cumplía con su parte del trato y dinero extra para el hospital de su hermano. Eso era lo único que importaba.

—¿Sucede algo, por qué hablas tan bajo? —le preguntó Andreas al otro lado del teléfono.

—¿Dónde estás? —cuestionó después de pasar una gran cantidad de saliva.

—¿Ocurre algo?

—Dime, ¿dónde estás? ¿En el hospital?

—S… sí, estoy con Iris. Sólo que ella entró con Bill en estos momentos, ¿quieres hablar con ella o…?

—No, no escúchame —atajó algo desesperado—. Necesito que vayas a mi departamento y saques mi dinero, ya sabes dónde está.

—¿Tu dinero? ¿Para qué? Mierda Tom, dime ¿qué sucede?

—Estoy en la cárcel Andreas. Y necesito que vengas a sacarme —soltó sin más—. Ven lo más rápido posible y procura no sacarles sospechas a mis padres. Ellos no tienen por qué enterarse, ¿entendido?

—¡Qué demonios haces ahí… ¡ ¿Tom?, ¿T…?

Exhaló todo el aire por la boca al colgar el teléfono. Ahora, sólo tenía que esperar.

—Perdón por meterte en este lío, amigo.

Los ecos de los policías se escuchaban cada vez más cercas y pudo distinguir más pasos: venían con más personas. ¿Sería Andreas?

Ansioso, se levantó de la cama (si es que así podría llamarse esa porquería) ocasionando que ésta rechinara e inmediatamente se pescó de los barrotes, asomando su rostro lo más que podía: distinguía siluetas y los uniformes de los policías pero no veía a Andreas más bien vio a...

—Mierda. Mierda. Mierda.

—Kaulitz —el chico retrocedió al tener a los uniformados en frente—. Han pagado su fianza, puede salir.

«¿Salir? Oh no, no, no. Yo me quedo aquí, gracias. Ahora, cierren nuevamente esa puerta. Vamos, ciérrenla, ¡háganlo!», nuevamente se sintió como un niño. Uno que le tenía miedo a su padre cuando sabía que sería regañado por éste al realizar una travesura de mal gusto. Sí, se sentía de nueve años nuevamente y de repente, vio a Gordon más joven: era extraño, pero cuando endurecía sus facciones y demostraba su enojo, de alguna manera, reducía su edad.

Y él, él se sentía pequeño.

—Gordon, que… ¿qué haces aquí? —la mirada de su padre se endureció aun más.

—Es lo que yo iba a preguntar Tom, ¿qué demonios haces aquí?

Los ojos de Tom se cerraron con pesadez: eso era exactamente lo que quería evitar. Que su familia se enterase de su maldito ataque de ira, de que estuvo a punto de matar a un hijo de puta y como consecuencia, lo metieron por prisión. No importaba si fuese por un par de horas. La vergüenza y decepción estarían presentes en los rostros de Simone y Gordon y eso era lo que no quería: causarles más problemas.

—Lo siento —escuchó la voz de Andreas. Oh, así que sí vino—. Escuchó todo… lo siento.

Gordon los miró a los dos con sumo enojo logrando que Andreas se encogiera en su sitio.

—Hay que irnos de este lugar —dijo tomando el brazo de su hijo mayor—. Es desagradable.


El dolor que sentía en su rostro era insoportable. Ya habían pasado las tres horas, eso significaba que su medicamento para el dolor llegaría en cualquier momento pero la maldita enfermera estaba retrasada. Maldita mujer, malditas sus compañeras, maldito el hospital. De seguro la señora con un poco de peso encima se quedó platicando con las demás acerca de las infidelidades que cometían los Doctores con enfermeras más jóvenes. Envidiosas, ya quisieran tener la misma atención de ellas.

Ugh, ¿qué no se daban cuenta que se moría de dolor? Puto Kaulitz, todo era su culpa. No, era culpa de Baecker sí… ese imbécil lo había metido en ese problema. Nunca mencionó que Kaulitz era demasiado agresivo, el muy estúpido se lo tenía bien escondido. Agh… maldición, todavía no podía abrir su ojo izquierdo y extrañamente, no sentía esa zona. Parecía como si estuviese adormilada.

—Ya era hora —refunfuñó al escuchar que la puerta se abría. Maldita enfermera.

—¿Esperabas tu medicamento? —sus ojos, perdón, su ojo, se abrió de golpe al escucharlo—. Lo lamento, creo que lo retrasé.

—Director Baecker —sonrió con ironía y como pudo, volteó a verlo—. Qué sorpresa, no esperaba verlo.

—¡Pero qué dices! Después de todo yo te estoy pagando el hospital.

—Oh, sí. Olvidé que esa era su disculpa por lo que me ocurrió —recordó dejando caer todo su peso en la cama. Su ojo se cerró automáticamente, todavía estaba muy lastimado y cualquier tipo de esfuerzo lo cansaba de inmediato—. Y dígame, ¿consiguió lo que quería?

El reflejo de los lentes de Baecker brilló.

—Sí, gracias a ti.

—Ya veo. ¿Y qué tiene planeado hacer con ella?

—Creí que no te importaba —Roy volvió a sonreír.

—No. Pero a estas circunstancias, ¿qué importa ya?

—No es necesario que lo sepas. Después de todo, no lo entenderías —aseguró dando media vuelta, preparándose para salir—. Vendré nuevamente para ver tu recuperación —Roy lo agradeció. Si rápido se marchaba, más rápido le traían su medicamento—. Oh, ¡se me olvidaba! —soltó la perilla y volvió a girarse hacia el muchacho—. Como agradecimiento, te permitiré que regreses y termines lo que empezaste con Kimberly, ¡claro, si es que todavía tienes la fuerza necesaria!

Escuchó su risa. Se burlaba de él, ¡el muy hijo de puta se burlaba en su cara!

—Vete a la mierda —espetó entre dientes sintiendo como la impotencia se apoderaba de su inútil cuerpo.

Y se fue, pero se fue riendo.


La enfermera de día, que se consideraba amiga de la paciente entró con una bandeja nueva de comida con la esperanza de que encontrar las otras dos bandejas vacías, pero no. Seguían intactas y el pan podía asegurar que ya estaba duro.

Aun no comprendía porque el Director no la dejaba quedarse con ella para que tomase su desayuno, como siempre lo hacía. Al principio creyó que se trataba de un castigo hacia la paciente por el incidente que hubo con el guardia llamado Kaulitz pero simplemente era algo extremo e innecesario. Pobre chica, simplemente… pobre chica.

—Kimberly, ¿estuviste así toda la noche? —preguntó un poco sorprendida. La paciente seguía sentada en la cama, abrazando sus piernas y mirando a ningún punto en especial—. ¿Qué te parece si te acuestas? Descansarás mejor y cuando despiertes, podrás comer tu desayuno, ¿sí? —pero no obtuvo respuesta.

La enferma suspiró y sin su consentimiento la movió.

No fue tan difícil, la verdad la sentía mucho más ligera y eso le preocupó. Con cuidado, la recostó en la cama y antes de acomodar sus piernas y brazos, quitó la única cobija que tenía (que por cierto, estaba segura, no era de las que daban en el hospital) y la tapó.

Hizo una mueca y con compasión maternal, le quitó unos mechones que cubrían su rostro, acomodándoselos detrás de su oreja pero, al rozarla, recibió un fuerte toque eléctrico ocasionando un leve quejido.

Sin darle importancia, sobó su mano derecha y sonrió.

—Está mejor, ¿no crees? —la chica ausente miraba el techo sin hacer un gesto alguno, ni siquiera parpadeó—. Regresaré dentro de dos horas, espero y hayas probado tu comida Kimberly.

Con cuidado, tomó las dos bandejas y salió de la habitación.

—¿Y? —preguntó el guardia que la acompañaba.

—Iré con el Director, lo que sea que le esté pasando, no está bien.

Kimy se bajó del escritorio dando un pequeño salto al momento en que la enfermera salió. Echó un vistazo al desayuno y se dio cuenta que se trataba del favorito de Kim. Entusiasmada, tomó un pan tostado y lo acercó a su rostro.

—¡Huele muy rico! —gritó saboreándose—. Vamos Kim, despierta, ¡es hora de comer! —pero nuevamente, no se movió—. ¿Kim? —otra pequeña descarga sucedió a su lado, logrando asustarla y ocasionó que perdiera la desconcentración: el pan atravesó su manita haciendo que el pan cayera sobre la cobija de la paciente.

Kimy, algo avergonzada, trató de tomarlo nuevamente pero era imposible. No lo lograba.

—Lo siento, lo siento mucho Kim. Perdón por ensuciarte, ¡perdón! —decía al tiempo que sus ojos se llenaban de lágrimas. Alrededor del pan había migajas, debía limpiarlas. Debía de cuidar del cuerpo de Kim pero simplemente algo no se lo permitía.

¿Acaso Kimberly no se lo permitía?


—No tenemos noticias de ellas —exclamó Sam dándole vueltas al pasillo. Ya había pasado casi dos días y Kimy no había regresado.

—Tal vez no puede volver —inquirió Jeny y al notar las miradas alarmantes de sus compañeros, se encogió de hombros.

—¡Por eso exactamente no quería que fuera! —gritó exaltado—. ¿Ahora qué demonios hacemos? ¿Seguir “cuidándola” desde aquí?

Bill se rascó la cabeza con desesperación.

—¿Qué más podemos hacer? Mientras esa barrera exista, no podemos acercarnos a ella.

Sam, fastidiado y sintiéndose un completo inútil se dejó caer a un lado de Bill y echó su cabeza hacia atrás: su paciencia se estaba agotando.

—En el momento en que esa cosa se debilite, entraré. Juro que lo haré y…

—¿Salvarás a Kimberly? —Atajó el pelinegro—. No quieras hacerte el héroe. Todos queremos salvarla.

Pero, la pregunta aquí era: ¿ella realmente quería ser salvada?

No.


—… confié en ti en todas las maneras posibles, pero no fue suficiente para hacer que te quedarás… date vuelta… he perdido mi camino… —susurró tratando de recordar el tono de la canción.

Una vez, la escuchó gracias a la chica que realizaba limpieza a fuera del pasillo. Nunca le prestaba atención a su música pero… aquella canción y aquella letra, de alguna manera, la hacía sentirse identificada y llegó a pensar que el cantante la había escrito para ella.

Esa canción era su vida y en esos momentos… se la dedicaba a su guardia.

¿Logrará escucharla? No, creo que no.

—Tú no estás aquí —cantó por última vez—, ¿estás aquí?

De nueva cuenta, su cuerpo se cansó y demandó dormir. Poco a poco sus ojos se cerraron esperando que, cuando los abriera, por fin todo el dolor que sentía ya no existiera.

Sí, quería morir.

“Come and rescue me, I am burning, can’t you see?”



Nota final: kdfsdklfldslf me morí cuando hice la parte de Baecker y Roy XDDD soy mala ;_; pero no aguanté la risa X'D espero y disfruten mucho de esta lectura *-*. Como siempre, les deseo un buen inicio de semana, empiecen con energía el lunes lml... trataré de hacerlo yo también :c en fin, las quiero mucho lectoras. Gracias por apoyar FOI! 

1 comentario:

  1. Arly gracias por la explicacion... Solo me bloquee y me habia perdidoo.. Pero ya todo esta entendido..
    Me encanto leer q los policias ya estan investigando todo el manicomio :D eso da muchas esperanzas.. como sera el infiltradoo..
    Y ya Tom tienes q rescatarlaaaa!! ..
    Sii imagine la risa Beacker toda terrorifica..
    Siguelaa pronto :D ya sabes amo tu fic :3
    igualmente buen inicio de semana bye cuidate :D

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