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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

25 feb 2012

<< Capítulo cinco >>

Aquellas imágenes celestes de los pasillos del hospital que ofrecía las pequeñas televisiones le quitaron a Tom la noción del tiempo, más no el aburrimiento; no pasaba nada interesante, claro, todos los pacientes dormían profundamente. Sus ojos le ardían pero descansaban un poco al quitarle la mirada a los televisores para ver de reojo a sus nuevos compañeros quienes reían y se contaban anécdotas y también, alzaba la vista al techo para confirmar si la lluvia había parado y para su mala suerte, llovía más fuerte.


—… mierda –y además, tronaba. La lluvia se había convertido en una tormenta eléctrica.

— ¿Tienes tu linterna lista? –escuchó que Georg preguntaba.

— Si, aquí está… -Tom les daba la espalda, así que no se dio cuenta cuando fue que Gustav giró su silla a dirección suya- hey, ¿y tú? –el de rastas no respondió al creer que esa pregunta se la hacía a Georg, así que sólo recargó su mejilla en sus nudillos y soltó un leve suspiro esperando a que mágicamente su turno acabara.

— Tom.

— ¿Mh? –reaccionó y los miró un poco adormilado.

— Que si tienes tu linterna –repitió Gustav.

— ¡Oh! Lo siento –dijo de golpe y comenzó a buscar el objeto sin pararse de la silla: no estaba en el escritorio, por los televisores ni el piso.



— Espero que lo que dijo ese viejo… sea cierto –imploró tomando la ropa entre sus manos- y que hayas sido un hombre limpio, Oscar.


El casillero se cerró... dejando ahí dentro lo que sería su herramienta más preciada.



— La dejé en el casillero –recordó haciendo una mueca.

— Eso es malo –señaló Georg y se recargó en la silla- y más en una noche como ésta –Tom rió ingenuamente.

— ¿Por qué es malo?

— Verás, este edificio es viejo… lo más viejo que te puedas imaginar –le aclaró lo más posible- y en una tormenta como ésta, es muy posible que se jodan los fusibles y que la luz se vaya –confesó mirando las grandes lámparas en los techos –Tom bufó.

— Debe ser una broma, ¿cierto?

— Lamentablemente no –Georg contestó- lo peor de todo, es que debes hacer la inspección por tu cuenta, en cada piso, en cada pasillo… y déjame decirte que el hospital no es nada pequeño.

— Eso lo tengo muy en claro –murmuró al recordar el pequeño tour con el Director.

— Vaya primer día de trabajo, ¿no? –exclamó Gustav al ver la expresión en el rostro del de rastas, éste asintió y comenzó a reír al igual que sus compañeros.

— Y… uhm… ¿por qué estás aquí? –preguntó el rubio intentando sacar un tema de conversación con el nuevo- o bueno… ¿por qué elegiste específicamente este trabajo? Creo que eres muy joven aún, ¿no deberías estar estudiando o… no sé, trabajando en un lugar más alegre? –cuestionó dando una corta sonrisa.

— ¿Y qué hay de ustedes? También se ve que son jóvenes… -contraatacó.

— touché –admitió Gustav cruzándose de brazos- bien, mi historia es corta: mi abuelo trabajó aquí como intendente y digamos que… no había quien me cuidase así que lo acompañaba todos los días al trabajo y al convivir con uno que otro paciente, me encariñé y bueno, aquí sigo.

— ¿y tus padres? –preguntó y vio de reojo que Georg bajaba su mirada, después, pegó la vista a Gustav.

— Fallecieron, en un accidente automovilístico, según mi abuelo –Tom apretó sus labios, tal vez era mejor no preguntar.

— Yo estoy aquí para poder pagar mis estudios –habló Georg sin despegar la vista del suelo.

— Y… ¿qué estudias? –se animó a preguntar sabiendo que la respuesta no iba a ser tan mala.

— Licenciado en prostitución -Silencio. ¿Qué demonios dijo?- se escucha muy fácil, ¡pero no lo es! –Aclaró y negó juntando sus manos- es agotadora y frustrante, pero cuando sea un profesional, seré el más pagado –aseguró y Tom rompió a carcajadas.

— Georg es un genio en esa carrera –aduló Gustav- siempre es el primero en su clase.

— No lo dudo –le siguió el juego Tom tratando de calmar la risa.

— No ya, enserio, estudio la carrera de criminología –soltó por fin- bien, ahora es tu turno Tom –el de rastas hizo una mueca y respiró profundamente.

— Uh… bueno… tengo un hermano gemelo y…

— ¡¿Gemelo?! ¡Asombroso! –Interrumpió Georg.

—… ahora está en coma –el asombro de Georg se esfumó y la sorpresa en el rostro de Gustav se hizo inminente- tengo otro trabajo, pero ya saben, los hospitales no son baratos y el dinero no nos alcanzaba… necesitaba un trabajo con turno nocturno y el que me convenció un poco fue éste y pues… heme aquí –soltó sin más recargándose en la silla.

— Lo siento mucho Tom –confesó Gustav- no me imagino por lo que has de estar pasando.

— Simplemente es un poco duro y Gustav…. Yo siento mucho lo de tus padres, enserio –el rubio dio una pequeña sonrisa.

— Está bien, tú no sabías.

— Tal vez no deba preguntar esto pero… ¿cómo pasó? –Se armó de valor Georg, Tom bajó su vista al suelo y pasó saliva con dificultad- ¿Tom?

<<— ¡Mira cómo estás! –Exclamó molesto- ¿así piensas llegar a casa?


— Oh… vamos Bill… ya estamos grand…grandecitos para tenerle miedo a ma… a mamá –le recordó poniéndose de pie- ¡Que mier…! –Exclamó y se volvió a sentar sacudiendo fuertemente su cabeza- ¿por qué el maldito club se mueve?


— No es el club, eres tu… borracho. >>

—No quiero hablar de esto –dijo con dificultad y sus compañeros voltearon a verse y fruncieron su ceño al ver que la luz parpadeaba, Tom, al percatarse también de ello, alzó la vista al techo y los tres le prestaron atención a la lámpara- creo que tenían razón chicos –la tranquilidad hizo que el sonido de la lluvia se apoderara cruelmente de la sala.

Gustav, de inmediato miró cada uno de los pequeños televisores: poco a poco las imágenes que ofrecían se iban distorsionando, hasta que ¡pum! El trueno más fuerte cayó sobre ellos robándose sin piedad la luz del recinto.

— Eso no es bueno –aseguró Gustav en la oscuridad y se apresuró a tomar torpemente su linterna y al encenderla, apuntó la luz a sus dos compañeros- hay que ir a ver a los pacientes, tal vez ese trueno los alteró.

— ¿Qué no toman alguna pastilla para dormir? –Preguntó Tom anonado.

— Pff… novato -Se burló Georg y encendió su linterna- oye… por cierto, alguien tiene que ir al último piso, de inmediato.

— Yo iré —se ofreció Gustav.

—No –de inmediato, Tom lo detuvo- creo que ese es mi trabajo.

— Bueno, déjame acompañarte, es tu primer día, no te quiero dejar solo –el de rastas negó.

— Debo enseñarme, iré yo.

*

Solo, no lo estaba, lo acompañaba la linterna de Georg –ugh, malditas llaves –se quejó al intentar abrir la maldita puerta de acero, al lograrlo, rápidamente alzó la linterna a una de las ventanillas: aquél pasillo estaba siendo consumido por la oscuridad, mierda, ¿por qué no dejó que Gustav lo acompañara? — Ellos están dormidos, ellos están dormidos –repitió en murmuro tomando el suficiente aire para entrar.

Atónito, agarró fuertemente su linterna y ladeó su cabeza, había olido algo, así que decidió ‘olfatear’ nuevamente; era un olor extraño, era como si algo se estuviese quemando y aquél olor estaba cerca de él pero por más que apuntaba la luz a todos lados, no veía humo, nada; era tan sólo su imaginación, quiso pensar para continuar con su trabajo.

El de rastas se quejó un poco, aquella puerta sí que era pesada pero un empujón más y listo, había sido abierta –Entre más rápido haga esto, más rápido me voy –se animó a si mismo entrando a aquél pasillo al mismo tiempo, que le quitaba la luz al cuerpo quemado de una mujer que se encontraba detrás de él.

El simple ojo de Tom no la vio, ni se percató nunca de su presencia, pero aquella mujer calcinada, lo había acompañado en todo su camino hacia el último piso.

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Me informan, me comunican, me comparten ddd :| que el blooooooooooooog está fallando en los comentarios, o tal vez es sólo el mío no lo se ;_; pero eso ya tenía rato, pensé que ya se había solucionado y veo que no .-., tendré que ver que onda con esta mier.da xd D: kadjhakjldga muchas gracias por leerme <3 & no se preocupen si no veo sus comentarios, ya sé la razón :c, pero sé que están pendientes de la historia c': son las mejoresh <3 que tengan un lindo día mañana y pasado & pasado, las quiero <3 :D

19 feb 2012

<< Capítulo cuatro >>




— Tom –saludó su padrastro, Gordon. Moreno, alto, cabello negro y con barba de candado. Tom lo abrazó y los dos se dieron unas palmadas en la espalda como de costumbre- pensé que no te vería por aquí hoy –dijo volviendo a tomar asiento.

— Llevo dos días de ausencia… tenía que venir, ¿dónde está mamá? –Preguntó mirando a su alrededor.

— La mandé a casa, tu madre necesita descansar ¿sabes? No ha dormido desde casi una semana –Tom suspiró.

— ¿Y Bill? –Hizo una mueca- ¿Cómo está él? –Su padrastro apretó sus labios y con ese simple gesto, le respondió la pregunta- Oh… -Bill seguía igual- ¿Puedo entrar a verlo?

— Si tú quieres, pero antes, Tom… ¿no tienes algo que decirme? –El de rastas se encogió de hombros- Dime, ¿es verdad que conseguiste trabajo en un manicomio?

— Si, ¿hay algo malo en eso?

— No, para nada. Es sólo que…

— ¿Debo trabajar en una empresa multimillonaria? Mira, sé que como están ahorita las cosas, eso es lo mejor, pero tendré un buen sueldo y ese será para seguir pagando el Hospital…

— Tom, ¡escúchame! –Exigió- Todo trabajo es bueno, siempre te lo he dicho y me siento muy orgulloso de que hayas conseguido otro y más porque sé la causa de tu decisión, pero, hijo… ¿no crees que te mereces un poco de tu sueldo? El de la academia de música nos los das a nosotros y ahora este también irá a nuestras manos, ¿no crees que deberías de quedarte con algo de dinero?

— Yo no lo necesito, estoy bien –Gordon suspiró.

— Créeme que tu madre y yo no necesitamos tanto, con mi dinero nos alcanza –Tom negó.

— Todo en este Hospital aumenta cada vez más, es mejor estar preparados -le aclaró volteando hacia la puerta que daba con la habitación de su gemelo- aunque sé que Bill despertará pronto, lo sé.

Gordon pasó saliva con dificultad al lograr distinguir las máquinas que ayudaban a mantener la vida de su hijo Bill y bajó su cabeza en el momento en el que su hijo mayor cerró aquella puerta; Hijos. Si, qué importa que no tengan su propia sangre, ellos eran sus hijos y desde que conoció a Tom , se ha quedado sorprendido por su forma de ser: él creció en el momento que se convirtió en el “jefe de familia”, él no tuvo infancia por proteger a su madre y hermano, él maduró antes de tiempo y Gordon se molesta consigo mismo por no haberlos conocido antes, tal vez, él le hubiera ayudado a recuperar su niñez y a que actuara como el pequeño que en ese tiempo era pero ahora, al ver el hombre que se ha convertido, se siente orgulloso de… su hijo.

— Hey… Bill –Saludó por lo bajo el de rastas y de respuesta tuvo el sonido de esas molestas máquinas- tengo nuevas cosas que contarte… -La puerta se cerró detrás de Tom.



*



— ¿Qué? –Cuestionó y rió- ¿Qué tanto me miras? -Completó la pregunta dándole una mirada rápida.

—Nada… es que… -soltó una pequeña risa-… recordé cuando no le tenías paciencia a los niños –Contestó al fin su compañera de la Academia, Iris: una chica de 18 años, complexión delgada con su cabello corto y flequillo tiene el cabello castaño con luces, es una fanática del rock n’ roll y al igual que su compañero Tom, es maestra de guitarra- ahora, hasta los acompañas a la salida.

— No estoy hecho de piedra, se han ganado mi cariño –contestó sin dejar su trabajo: tratar de afinar su guitarra acústica favorita- pero creo que debería dejar de enseñarles como afinar con mi guitarra –murmuró e Iris se despegó de la pared color crema.

— Oye y… ¿de aquí te irás a tu otro trabajo? –Tom asintió y pegó su vista al reloj de la pared; bajó su guitarra y la apoyó contra la silla.

— Creo que debo irme ya… el hospital queda lejos y no quiero llegar tarde a mi primer día de trabajo –confesó sonriéndole y poniéndose su suéter negro.

— Si quieres yo te llevo –se ofreció sacando las llaves de su pantalón.

— Tu siempre tan servicial… te lo agradecería mucho –dijo tomando de nueva cuenta su guitarra y la colocó en su estuche, por el día de hoy, su instrumento se quedaría en la Academia.

Pequeños golpes se escucharon contra las grandes ventanas ocasionando que volteara a ver qué era lo que causaba aquél sonido: la lluvia. Anonado, bajó de golpe sus brazos y soltó un pesado suspiro.

— Que excelente día para empezar de guardia, ¿no crees? –Se burló Iris recargando su brazo en el hombro de su compañero, Tom sólo la vio de mala gana.



*



— Wow, ¿qué demonios es esto? –Preguntó Iris y se pegó más al vidrio para ver aquél viejo hospital.

— Es mi nuevo trabajo –respondió Tom poniéndose el gorro de su suéter.

— Ese edificio parece sacado de una película de terror… ¿estás seguro que hay personas ahí dentro? –cuestionó volteando a verlo.

— Si, desgraciadamente; muchas gracias por el aventón –dijo al estar ya fuera del Jeep azul marino.

— No hay de qué, mucho cuidado –Tom sonrió.

— Lo tendré –aseguró cerrando la puerta y se despidió con la mano al ver que su amiga le daba en reversa.

Al no ver más el automóvil, se giró contra aquellas rejas negras y pudo apreciar que el hospital, con ese clima, parecía estar completamente abandonado; ahora, comprendía un poco la preocupación de Iris por dejarlo sólo en aquél lugar.

Respiró profundamente y comenzó a caminar cayendo en cuenta que el poco camino de tierra se había convertido completamente en lodo y al estar en concreto contuvo un coraje al ver sus zapatos y pantalones completamente sucios; trató de limpiar un poco la suela de sus zapatos contra el camino de concreto y quedó un poco satisfecho al ver que el poco lodo se había ido y por fin, comenzó a caminar por ese camino que se le había hecho agradable el primer día, pero ahora, todo parecía terrorífico, el jardín no tenía nada de lindo y los girasoles que había visto a lo lejos tan radiantes y hermosos, ahora, parecían no tener color y que se encontraban muriendo poco a poco. Tom hizo una mueca ante ese descubrimiento y prefirió acelerar el paso para llegar lo más pronto a ‘la casa blanca’.

Al entrar, el guardia que lo recibió la primera vez, lo llevó hacia los dormitorios de los trabajadores, ahí se encontraban unos pobres casilleros verde militar que contenían un agradable toque: el nombre de cada guardia.

— “Oscar R.” -Leyó Tom, sin darse cuenta, en voz alta.

— Sólo nos faltó cambiar el letrero, tranquilo muchacho, ¡te hemos lavado el uniforme! –informó dándole una palmada en su hombro y Tom, nervioso, se rió por lo bajo y en pausas.

En el momento que el guardia lo dejó sólo, Tom decidió abrir el casillero y sacar aquél uniforme blanco que estaba seguro, iba causar que pareciera un enfermero.

— Espero que lo que dijo ese viejo… sea cierto –imploró tomando la ropa entre sus manos- y que hayas sido un hombre limpio, Oscar.

El casillero se cerró.



*



— Te tocó un trabajo fácil por el día de hoy, muchacho –inquirió el viejo guardia abriendo la puerta del Hospital.

— ¿A sí? ¿Por qué? –Preguntó moviendo sus hombros, la playera le había quedado un poco apretada.

— Esta noche no estarás sólo –La frágil puerta se abrió dejando ver al chico llamado Georg a otro hombre de estatura baja, rubio y un poco robusto.

— ¡Hey! Tom, ¿cierto? –Preguntó Georg poniéndose de pie de los sillones que eran de los pacientes.

— Sí –respondió saludándolo.

— Me alegra saber que conseguiste el trabajo ¡oh! Él será tu otro compañero… -señaló al rubio.

— Gustav –se presentó.

— Veo que se están llevando bien –señaló el viejo guardia- supongo que los puedo dejar solos, diviértanse señoritas –se despidió cerrando la puerta y el silencio que se produjo hizo que el sonido de la lluvia sonara más fuerte.

— Y… ¿qué vamos a hacer? –Preguntó Tom inocentemente.

— No mucho, sólo… entrar al cuarto de seguridad y vigilar las cámaras –respondió Gustav- ¿tú eres el guardia de Kimberly? –Tom asintió- … interesante –murmuró.

—Tendrás una noche tranquila –habló Georg- Kimberly se ha dormido ya –el de rastas los miró confundidos.

— ¿Acaso causa mucho problemas? –Georg y Gustav se dieron una mirada rápida.

— No, sólo es… un poco inestable –respondió el rubio a lo que Tom ladeó su cabeza.

¿Qué tan inestable podía ser?
 
 
*
Aquí está el capítulo cuatro c': espero & sea de su agrado :D! También espero que tengan un buen inicio de semana c: y que no se estresen tanto como yo lo hago :| klhsdlkadalg xd las quiero lectoras c': <3

18 feb 2012

<< Capítulo tres >>

{Narrador omnisciente}




La puerta era pesada, el Dr. Baecker la empujó usando el peso de su cuerpo para poder abrirla completamente, al lograrlo, sacó las llaves de la cerradura y las metió en la bolsa de su bata. Tom lo miró y después, miró el interior de la habitación impresionado, atónito por la decoración de ésta y además, porque admitía que esos dibujos eran asombrosos ¿acaso los había hecho el “inquilino”? ¿Alguien tan inestable podía hacerlo, era eso posible?

Los dos, como un reflejo, voltearon al escuchar el ruido de una puerta que se abría, Tom frunció el ceño, era tan distraído que no se dio cuenta de la frágil puerta que se encontraba dentro y a la derecha del cuarto, escondida y también, que a un lado de la simple e –podía imaginar- incómoda cama, había un escritorio simple y viejo de madera lleno de hojas de máquina y uno que otro lápiz regado por ahí.

— ¡Con que ahí estás! –Ante aquella exclamación, Tom volteó teniendo la idea de que veía al paciente, corrección, “la” paciente: Una chica, que portaba el mismo uniforme que los demás inquilinos, delgada, ojos del mismo color de su liso y largo cabello: café, los rasgos de su rostro eran esquicitos, su boca, pequeña, pero linda de una forma te decía que esa chica era tímida pero a la vez, amigable y lo a perlado de su piel casi no se notaba ya.

— Director Baecker –lo nombró sorprendida y esbozó una sonrisa- no pensé verlo por aquí hoy –confesó tomando la liga negra de su muñeca derecha y mientras recogía su cabello, miró un poco confundida al chico de rastas castañas al no saber quién era y porque estaba con el Director.

— Pero heme aquí y tu muy bien sabes que mis visitas traen noticias –la chica asintió.

— ¿Son buenas? –Preguntó mirando a Tom de reojo, éste metió las manos en los bolsillos a delanteros y se movió en su mismo lugar ya que, al parecer, se encontraba nervioso.

— Al menos así yo lo veo –El de rastas lo miró de golpe ante esa respuesta- Él, Kim, es Tom… y será el nuevo guardia para esta celda —Kimberly abrió sus ojos sorprendida y volteó a ver a Tom, éste alzó sus cejas y bajó su mirada ya que por su reacción entendió que aquella noticia no le había parecido nada buena.

— Ah… y… ¿y qué pasó con Oscar? –Preguntó entre balbuceos- ¿qué no estaba de vacaciones? –Preguntó recordándole a Baecker lo que le había dicho hace casi dos semanas.

— Oscar tuvo que renunciar por motivos personales Kim.

— ¿Cuándo lo hizo? ... ¿Y por qué no me lo dijo Director? –Preguntó desesperada.

— Lo siento Kim… sé que era tu amigo pero no logré convencerlo para que se quedara –contestó aunque esa no era respuesta para las preguntas planteadas- pero vamos, darle una oportunidad a Tom… él también es un buen chico –y ante el codazo, Tom reaccionó torpemente y extendió su mano.

— Tom Kaulitz –soltó de golpe y Kim se quedó boquiabierta al escuchar su nombre pero sacudió ligeramente su cabeza al confirmar que había sido obvia ante esa reacción.

— Kimberly Höhner –se presentó al fin y estrechó su mano. Cuando la apartó, la cerró fuertemente y se la llevó a su pecho y acto siguiente, bajó su mirada atónita… se había quedado sin palabras.

— ¿Pasa algo? –Preguntó Baecker y Tom los miró a los dos. Kim negó.

— Nada –susurró sin despegar su vista. El Director, aprovechó eso y le hizo un ademán con la cabeza a Tom, él tenía que hablar para que ella pudiera conocerlo un poco. El de rastas, nervioso, con la mente en blanco y sin tener la más mínima idea de cómo empezar una conversación comenzó a balbucear hasta poder articular las palabras perfectamente y así, decir: —Estos dibujos… ¿los hiciste tú? –Kim apartó su vista del piso para encajarla en el chico, asintió- son geniales —Le felicitó esbozando una sonrisa.

— ¿Lo crees? -Tom pudo sentir como sus músculos se soltaban después de estar tenso durante todos esos minutos y todo gracias a que la chica accedió a seguir la conversación.

— Si… lo son.

— Gracias –sonrió pero aquél gesto no le duró y la expresión en su rostro cambió a “alerta” al ver a Baecker husmear en su escritorio y su piel se tornó pálida al ver que alzaba esa maldita hoja, ¿por qué de tantas que había regadas, ¡tomó esa!?

— Uhm… -comenzó a girar la hoja por todos los lados posibles y entrecerró sus ojos tratando de encontrarle la forma a aquél garabato- me imagino que apenas lo estás empezando ¿cierto? –Preguntó rendido.

— S-si –respondió casi corriendo hacia él y tratando de no ser grosera, le quitó el dibujo de las manos- lo siento, no me gusta que los vean si no están terminados –informó más para Tom que para el Director y escondió el garabato entre el papeleó.

— Y... ¿Quiénes son todas esas personas? –Preguntó Tom curioso y el cuerpo de Kim comenzó a temblar.

— Personas –susurró apoyando cada vez más las manos sobre la mesa-… sólo son personas –el director vio a Tom y le negó, el chico, captó aquella idea y no habló más.

— Entonces Kim… ¿le das la oportunidad a Tom? –Preguntó el director volviendo al tema inicial.

Kimberly no se movió

<< — Por favor— >> Cerró fuertemente sus ojos al escucharlo en su oído <<— Por favor… hazlo—>>

— Si –contestó con un hilo de voz y despegó sus manos del mueble para mirarlos al fin-Si, lo haré.

Tom miró al director esperando a que dijera algo, pero no lo hizo sólo le devolvió la sonrisa.

*

— Debiste darle las gracias.

— ¿Disculpe?

— Te aceptó, debiste agradecerlo –el tono parecía de regaño a lo que Tom no comprendió el porqué de su enojo.

— Pensé que iba a decir algo más –confesó entrando al elevador-… ¿por qué debía hacerlo?

— Porque gracias a su decisión, consiguió el trabajo –las puertas del elevador cerraron y el marcador de pisos comenzó a descender.

— Es… ¿es enserio? –Preguntó estupefacto- pero… ¿y qué hay de estar a prueba?

— Ya lo hiciste, felicidades, pasaste… ya tienes el trabajo –repitió a lo que Tom se sintió estúpido. Al parecer, Kimberly era la única que podía decidir si se quedaba o se iba, ja, la prueba no fue un reto como él creyó que sería- Nos vemos hoy a las 7 de la noche.

*

<<—Gracias->>

Kimberly tomó asiento en su escritorio y buscó aquella hoja que con anterioridad había escondido y tomó uno de los tantos lápices que se encontraban vagando por el mueble.

— No lo agradezcas aún… no estoy segura si puedo hacer algo por ti –le advirtió en murmuro y sus hombros se encogieron.

La punta del lápiz tocó el papel para seguir con el trabajo que había empezado a medias: el retrato de su nuevo inquilino.



*
Mi desaparición por toda una semana se debió a mis primeros exámenes de mi último semestre de preparatoria :| literalmente fue una semana estresante y pasaron cosas que sinceramente no debieron de haber pasado :/ pero ya no hay que hablar de eso, ya quedó en el pasado; sólo espero que ustedes si hayan tenido una excelente semana (: & tardísimo, aquí está el tercer capítulo de esta historia que espero y lo disfruten y para ser sincera y no desilucionar los días en que la novela será 100% segura en subirse serán los fienes de semana en los cuales no me siento tan presionada :) así que tendrán capítulos los sábados & domingos no son muchos días D: pero al menos son los días asegurados :)
Gracias por leerme, las quiero <3

11 feb 2012

<< Capítulo dos >>



¿Manicomio? –Mi madre preguntó atónita al otro lado del teléfono.

— Si, no es mucho pero…

No es casi nada –susurró y yo me encogí de hombros.

— Pero nos ayudará, lo juro…

Nos ayudaría si consiguieses un trabajo de verdad, dios Tom, si al menos hubieras sido tan listo como tu hermano ahorita serías empresario… -apreté el teléfono.

— Maldita tu suerte, ¿verdad? –Pregunté irónico- que mal que no tuvieras dos hijos genio.

¿Qué más puedo esperar? Si eres igual a tu padre –mi mandíbula se endureció.

— Tengo que irme… se me hace tarde.

Tom, aún no terminamos esta conv… — Adiós madre, yo también te quiero.

Colgué el teléfono, tomé mi mochila y salí de mi departamento, mi reloj marcaba las seis con treinta minutos y justamente, hacia una hora de camino.
<<…Eres igual a tu padre>> — No. Yo si cuido de mi familia, mamá — Y al aclarárselo a la nada, cerré con llave la puerta.


*

— Vaya, sí que es puntual y ya no lleva esa cosa –señaló mi labio y volvió a poner sus manos detrás de su espalda. Yo sonreí, me había quitado la perforación cuando iba en el autobús.

— Le dije, las apariencias engañan –el doctor asintió.

— Bien, prosigamos con el recorrido –avisó comenzando a caminar y yo, como un idiota, iba detrás de él.

A lado de la escalera que me llevaba a su oficina, había una puerta parecida a los del restaurante que te llevaban hacia el chef, con la diferencia, que ésta te llevaba, digamos, a una recepción. El doctor me hizo un ademán con la mano para que prosiguiera mi camino, al lado del escritorio, se encontraba una puerta normal de madera y al abrirla, nos dirigía a un largo pasillo —Aquí nuestros pacientes reciben sus visitas –me explicó- por allá… –señaló las tres puertas que se encontraban a nuestro lado derecho-… son las salas donde pueden platicar “a gusto” y por allá… -señaló la escalera al fondo de nuestro lado izquierdo-… se encuentran los vestidores, baños y dormitorios de nuestros empleados.
— ¿Dormitorios?

— A veces se quedan tiempo extra y necesitan un poco de descanso, ahora, ¿listo para ver el hospital? — Asentí.
El edificio se encontraba apartado de la “casa blanca” —así decidí llamarle- ¿cómo no pude haberlo visto antes? Era enorme, viejo y el color crema estaba ya opaco; lo que te conectaba a él, era otro camino de concreto y para no aburrirte, podías admirar la vista del hermoso jardín, era como un paseo familiar. Antes de abrir una de las dos puertas de vidrio, el doctor se quedó admirándolo un poco y citó: — Esto es un orgullo familiar, mi tatarabuelo lo fundó –me confesó y al voltearme a ver lo único que hice fue dar una rápida sonrisa. Por fin abrió la puerta e inmediatamente entrado, estaba la “sala de estar”, era enorme que me quedé estático ya que era la primera vez que veía a un lunático. Todos vestían una camisa y pants gris, podía decirse que ese era su uniforme, algunos estaban sentados frente un televisor, otros intentando jugar ajedrez, unos más estaban tirados en el piso haciendo no sé qué mierda, o caminando de un lado a otro con desesperación o riéndose como… como maniáticos pero, también, noté que muchos todavía no perdían la cordura ya que mantenían una conversación normal entre ellos mismos y las enfermeras, simplemente, eran personas comunes y corrientes –a simple vista-
— ¿Y bien, qué le parece? –Cuestionó el doctor Baecker y yo, muy apenas pude despegar la vista de los pacientes.

— Eh… -fruncí el ceño buscando una buena respuesta, nada- son más normales de lo que creí –confesé y el doctor rió.

— ¡Claro que son normales! Son personas –me recordó- sólo que, necesitan más atención que nosotros –recalcó volteando a verme.

— De eso estoy consciente.

— Bien, a seguir mientras les hablo de nuestros adorados pacientes, ¿le parece? –Asentí siguiéndolo.


— ¡Hey, chico! –Me detuve al escuchar una voz femenina- si, el de las rastas –me giré para encontrarme con una mujer de treinta y tantos años, cabello rojo y ondulado, con ojos grandes de color café oscuro, piel a perlada y complexión delgada.

— ¿Si?

— ¿Tienes un cigarrillo? –Me preguntó entrecerrando los ojos, ¿les permiten fumar?

— Eh… no, señora…

— Señorita –me corrigió con tono pesado.

— No tengo, señorita –recalqué la palabra, la “señorita” me vio de arriba abajo y llevó su dedo índice a su mejilla.

— ¿Por qué no te había visto antes por aquí, lindo? –Una sonrisa incómoda apareció en mi rostro y volteé hacia atrás para buscar al doctor, pero al parecer, se había ido y sin mí. Mierda.

— Soy nuevo –alzó sus cejas sorprendida.

— ¿Trabajarás aquí? –Llevé mis manos a las bolsas delanteras de mi pantalón.

— Eso espero… señorita –La mujer rió.

— Más le vale quedarse –advirtió caminando hacia mí- me gustaría que fuera mi guardia, lo trataría bien –aclaró llevando una mano a mi pecho y yo, me separé de ella tratando de fingir que estaba tranquilo, ¡lo cual no lo estaba! ¿Dónde mierda se había metido ese señor?

— Eh… sería un placer –Mentí, ¿qué se supone que debo decirle?

— ¡Mari! –Una voz masculina se escuchó detrás- ¿qué haces? ¿Acaso ya me cambiaste?

— Claro que no, querido, tú eres mi favorito –giré mi vista para encontrarme con un hombre, cabello café y al parecer, recogido y también, se notaba que hacía ejercicio, pero claro, no se comparaba conmigo- y por eso, sé que me brindarás un cigarrillo –aseguró con una sonrisa coqueta, el hombre sonrió.

— Sabes que estás castigada y que no te daré nada, lo siento Mari.

— ¡Imbécil! –Explotó- ¡¡Todos son unos hijos de puta!! ¡¡Todos!! Sólo quiero un puto cigarro, ¡¡sólo eso!! –Nos gritó eufórica y se sentó en una mesa con otras dos chicas y aún nos seguía maldiciendo.

— ¿Pero qué…? –Balbucee.

— Tranquilo, es bipolar –contestó el hombre sin darle importancia- ¿Y tú qué haces aquí, amigo?

— Digamos que… soy un nuevo trabajador, vengo por el turno de noche –respondí- me llamo Tom, Tom Kaulitz.

— Oh, ya veo –al parecer, me creía un nuevo paciente- Mi nombre es Georg Listing y “digamos” que seré uno de tus compañeros –me informó extendiendo su mano y se la estreché pocos segundos después.

— Señor Kaulitz, ¿viene o no? –Me giré al escuchar la voz del doctor.

— ¡Sí! Me tengo que ir, espero verte después –me despedí.

— ¡Suerte, Tom!

*

— Comedor, dormitorios, baños, duchas, psicólogos... todo lo que te puedes imaginar, este hospital, lo tiene –dijo orgulloso- también tenemos una sala especial de electroshocks.

— ¿Electroshocks? –Pregunté deteniéndome.

— Es una gran ayuda para nuestros pacientes… para los más… delicados.

— ¿”delicados”? —Soltó un suspiro.

— Es momento de que conozca a su verdadero trabajo.

Lo miré extrañado al no entender a que se refería con su “verdadero” trabajo. El doctor me hizo un ademán con la mano para que entrara al ascensor que se encontraba al final de pasillo y el cual estaba protegido para que los pacientes no puedan entrar en él, aquél medio sólo era del personal. Al entrar di una sonrisa rápida a Baecker y me recargué en la fría pared hecha de metal y curioso, pude percatarme que presionaba el botón del último piso y fruncí mi ceño… ¿Qué habrá en ese piso? — Usted no ha visto a todos los pacientes –despegué la vista de los botones y lo miré al escucharlo hablar y por alguna extraña razón yo no le contesté y ninguno de los dos hablamos ni hicimos movimiento alguno hasta que el sonido de una campanilla se escuchó advirtiéndonos que ya habíamos llegado al piso indicado; las puertas se deslizaron y el doctor salió y yo lo seguí , a nuestro lado, pasó una enfermera acompañada de otro hombre vestido al igual que ese tal Georg y saludaron a Baecker para después entrar al ascensor. Me detuve al percatarme de que el doctor también lo hacía e incómodamente, comencé a mirar a mí alrededor esperando a que me diera una instrucción o algo pero no habló hasta que escuchó las puertas del ascensor cerrarse.
— Señor Kaulitz –alcé mi vista despistada- Usted… ¿ha visto películas acerca de locos? –Miré hacia los lados como un tonto buscando a alguien que me diera la respuesta a esa simple e insignificante pregunta, pero estábamos solos.

— Si –respondí pensando en mi interior que esa respuesta era errónea y que de ello, dependía este trabajo.

— ¿Cómo son los locos de esas películas?

— Uh… pues –hice una mueca al pensar-… inestables –idiota, que gran respuesta- Quiero decir… -agregué al ver que trataba de guardarme paciencia-… gritan mucho y llegan a lastimarse a ellos mismos y a los demás –concluí más seguro al recordarlo.

— Te diste cuenta que, los que están allá abajo, son tranquilos, ¿cierto? –Yo asentí- Bueno, es momento de ver aquellos locos que lamentablemente, no son de película. –avisó caminando por el ancho pasillo en donde lo único que se escuchó, fueron sus pasos. Vi como sacaba unas llaves de su bolsillo y la metía en la ranura haciendo que una alarma de un segundo sonase, después, algo más tronó y el doctor me hizo una seña para que me acercara, lo que había tronado, era una enorme puerta de acero con dos ventanillas, las cuales, estaban protegidas por una fuerte malla que impedían escuchar los lamentos del otro lado, eran horribles que hicieron que me quedara ileso.


— ¿Qué es eso? –Pregunté atónito.

— Eso, es el sonido de almas perdidas –respondió y yo lo miré asustado.

— En total, tenemos 25 pacientes a los cuales, no dejamos salir a ninguno por la seguridad de todos y si salen, es acompañado de dos guardias y una enfermera a sus respectivas consultas, se le da el alimento en su habitación y su baño es en un horario donde no se cruce con la de los demás pacientes, los tenemos aislados ¿entiende? –Difícilmente, asentí- Este trabajo, además de ser guardia de todo el hospital, es para ser el cuidador de una paciente en especifico –abrió completamente la puerta- lo llevaré con ella.
Mis ojos se perdieron en ese pasillo que parecía el camino hacia el infierno, tantos lamentos, tantas risas perdidas, gritos… esto no era vida pero…

<< El recuerdo de un choque automovilístico hizo eco en la cabeza de Tom y acto siguiente, vio la imagen de los paramédicos que llevaban a la inconsciente victima por el pasillo del hospital>>
… no me echaré para atrás, hago esto por ti Bill.

Traté de hacerme el de oídos sordos, no había nada ni nadie a mí alrededor así que no tenía porque voltear. No voltees. No voltees. No mires, no los escuches, sólo ve al Doctor, sólo enfócate en él, sólo… — No les tenga miedo, son locos, pero no tontos… si sabe que les temes, ellos se aprovecharán—al parecer, Baecker se percató de mi frustración y agradecido, tomé aquél consejo y traté de calmarme. Era el final del pasillo y a nuestra derecha había otro camino, pero al parecer, no había necesidad de seguir, mi trabajo se encontraba en esta puerta que marcaba el número 1014. Baecker volvió a sacar su juego de llaves y abrió esa puerta de metal con una ventanilla rectangular en medio de ella y del tamaño de mi cara: lo primero que vieron mis ojos fueron dibujos, el cuarto se encontraba tapizado por dibujos de rostros y/o esqueletos enteros de personas, todos en blanco y negro.

*
Es estresante tener que actualizar en Internet Explorer y todo porque google chrome me borra las malditas entradas -.- pero aquí está el nuevo capítulo c:! Muchas gracias por leerme :3 & bueno, ya saben que los primeros capítulos son aburridos, apenas inicia la historia, pero se pondrá más interesante c:
Hoy no tuve un buen día :c estoy tan estresada por problemas familiares -.- les juro que ya quiero trabajar juntar dinero e irme a un departamento, pero con mi familia ya no quiero vivir, no soporto que se peleen & que se desquiten conmigo, ME CAGA & claro, no les puedo contestar porque salgo perdiendo -.- pero bueno, tengo que soportar un poco más... espero que ustedes si hayan tenido un buen sábado & que no estén pasando por corajes o cosas por el estilo :c & acerca del fotolog, sip, cambió y bueno... a mi si me gustó xd pero el problema es que borraron los comentarios en la actualización o algo así leí, yo aún no le entiendo muy bien D: pero se ve bonito xd
Los quiero lectores <3

7 feb 2012

<< Capítulo uno >>



— Realmente lo siento Tom pero, ¿qué quieres que haga?
No pude evitar que los diálogos que tuve con mi mejor amigo, Andreas, llegaran a mi cabeza al acto que tomé asiento en el autobús.
— Ayúdame a encontrar un trabajo.
— ¿¡Otro?! –Soltó sorprendido.
— Si… otro.
Me corrí al asiento de al lado para que una mujer y su pequeño, creo yo, recién nacido, tomarán asiento; la señora me sonrió como agradecimiento y yo le devolví el gesto y asentí. Miré mi reflejo en la ventana y me perdí viendo los edificios, personas, carros, bicicletas, etcétera, pasar.
Andreas bufó aún anonado y se recargó en el sofá- Bueno… marqué varios en el periódico para mí, pero chécalo… tal vez te sirva. –Rápido, lo tomé y lo extendí mirando cada título encerrado con marcador rojo.
Al poner un pie fuera del escalón, el autobús arrancó a lo que yo tuve que saltar y por poco caía ya que no pise bien, pero alcancé a frenar. Miré a mi alrededor, nadie se percató de aquello así que seguí mi camino acomodando la correa de la mochila en mi hombro.
— No. No. Uh… no –negué volviendo a poner el periódico en su lugar.
— ¿Qué? ¿No te han gustado?
— Necesito el turno de noche… lo que has marcado es de día y… son una porquería –Andreas frunció el ceño.
— Adiós –una guapa chica se despidió brindándome una pícara sonrisa. Yo reí y al seguir caminando negué tratando de evitar aquél gesto. Y pensar que mi mamá me había dicho que vestirme como un ‘vago’ iba a traerme mala suerte con las mujeres, el trabajo, con la vida.
— ¿Ser la botarga de un pollo es una porquería? –Preguntó con un tono serio pero a los pocos segundos rompimos en carcajadas- Okey, lo es, pero el uniforme atrae a las chicas ¡y no me lo niegues! -Amenazó y yo hice un ademán con la cabeza, dándole toda la maldita razón- en fin, ¿de noche? –Asentí.
— En la escuela de música trabajo en la tarde, necesito otro más en la noche.
— Pensé que el suelo que ganabas… te era suficiente.
— Lo era
Después de caminar quince cuadras, llegué al subterráneo y sin ninguna gota de sudor, bendito sea que es Octubre y que el clima es ligeramente fresco. Traté de bajar las escaleras pero la multitud de personas que subían me lo impedían, pero lo logré gracias a mi idea de empujarlos para que se hicieran a un lado, cuando mis pies tocaron el piso, mi cuerpo se sintió liberado, ya nadie me aplastaba… por el momento y de nueva cuenta, me acomodé la mochila.
—… hasta que Bill… bueno…
— Ya. Lo entiendo –me interrumpió Andreas y por primera vez, se lo agradecí- ¿Y cómo que tienes en mente?
— No lo sé –le confesé sobando mi sien- estoy perdido en este tema… -Andreas hizo una mueca y bufó tomando de nueva cuenta el periódico.
— Okey, es hora de hacer mi magia –presumió hojeándolo una y otra vez. Yo reí.
— ¿Qué?
— Viniste por mi ayuda, ¿no? Pues eso es lo que haré –Finalizó dándole una hojeada más. Yo me recargué en la silla y crucé mis brazos esperando a que el ‘Todo Poderoso’, me diera una respuesta.
Todos nos tambaleamos al acto de que el vagón se movió. Como siempre, iba lleno y me tocó ir de pie, fue un poco sofocante, pero tenía que aguantar, ya faltaba poco para llegar.
Andreas rió.
— ¿Qué? ¿Qué pasa? –Le pregunté curioso y alcé mis cejas.
— Nada. Nada –Negó- O bueno... –soltó pero volvió a negar-… nada, es una tontería.
— ¡¿Qué?! –Volví a preguntar- Encontraste algo, ¿verdad? –Andreas asintió- bueno, ¿qué es? –Luego, negó.
— Es una tontería.
— Lo que sea, lo necesito –Mi amigo me vio fijamente.
Al volver nuevamente a las calles, me percaté que había llovido en aquella zona. El pavimento se encontraba completamente empapado al igual que los carros y algunas personas. — Uh… —alcé mi vista hacia el techo de lámina al sentir como una gota caía sombre mi hombro. Hice una mueca y me coloqué el gorro de mi suéter color crema por si volvía a caer la lluvia y caminé una calle más para tomar un taxi.
— Buenos días –Me saludó el taxista reiniciando el taxímetro- ¿adónde?
— A Freiburg Reede, por favor –le indiqué y el taxista mi miró extrañado y es que todos en este lugar sabía adónde llevaba esa calle.
— Lo sé una estupidez –rió Andreas y me trató de quitar el periódico más no lo logró.
— Es extraño… pero lo necesito –finalicé cerrando el periódico. Estaba decidido.
— ¿Hablas enserio? –Soltó anonado y pestañeó- ¿enserio irás por ese trabajo?
— Si. Por dios, ¿qué de difícil tiene? Además pagan bien…
El taxista alzó la mano con el dinero en señal de agradecimiento y arrancó. Yo, di un suspiro y al ver el enorme y edificio hice una mueca, era tenebroso, pero no podía renunciar no en estos momentos en los que Bill me necesita más que nunca —Hago esto por ti, hermano –Murmuré aquellas palabras que me servían de aliento y pude continuar caminando hasta esas enormes rejas negras que se encontraban semi-abiertas. Al abrirlas un poco más, las rejas rechinaron haciendo que cerrara mis ojos, aquél sonido fue irritante. — Wow —exclamé. Ellos contaban con un gran jardín.
El edificio era blanco, parecía la casa blanca de Washington D.C., no sabía que venía a cuidar al presidente de los Estados Unidos –sonreí por ese mal chiste-. Seguí el camino de concreto percatándome de que no había nadie disfrutando de la puesta del sol y me detuve al distinguir un gran jardín de girasoles que estaba un poco retirado del edificio; desde donde yo estaba, se veían geniales.
— Las horas de visitas acabaron –me atonté al no ver a nadie enfrente de mí pero al girar mi cabeza, me encontré con un guardia, de unos 50 años al menos. No lo había visto ya que su puesto de trabajo estaba en la orilla y una ventanilla lo protegía- Regresa mañana, muchacho.
— No vine a ver a nadie –le aseguré- vine por el trabajo de…
— ¿Guardia/ayudante nocturno? –Asentí. El señor me hizo mala cara y sacó un pequeño radio el cual, hizo un sonido de interferencia- Hey, Adams, avisa que ha llegado uno más por el puesto –y la interferencia se hizo otra vez- Sube por esas escaleras –las señaló con el radio en mano- y dirígete a la última puerta, suerte muchacho.
— Gracias.
Sin esperar más, subí las escaleras que estaban a dos metros de distancia y al entrar por el pasillo, me di cuenta que había dos direcciones por tomar, por ende, había dos últimas puertas. Suspiré e inspeccioné los dos pasillos.
— ¿Eres el chico que viene por el empleo?
— Eh… -balbuceé al ver al hombre de unos 27 años frente a mí con otro radio en la mano, me imagino que él ha de ser Adam-… si.
— Ve allá –me señaló hacia el pasillo de mi izquierda y yo asentí moviendo mis piernas en aquella dirección.
Director Baecker. Última puerta, toqué tres veces. — Pase —escuché e hice lo que la voz me ordenó y lo que me esperó adentro fue una oficina de un médico: diplomas colgados en su pared y hasta el lugar tenía impregnado un ligero olor a medicamento. El Director tenía cabello negro un poco canoso y llevaba bata de Doctor; al escucharme entrar, dejó de firmar papeles y se puso de pie abotonándose la bata y se acomodó sus anteojos — Buenas… -bajó la vista al reloj de su muñeca-… casi noches –soltó sorprendido y volteó a verme- Un poco tarde, ¿no cree?
— No pensé que este lugar estaba tan lejos –confesé dando una risa nerviosa.
— Bueno, si, este lugar está lejos –me dio la razón- y ¿usted es? –me cuestionó alzando sus cejas, curioso.
— ¡Oh! –Solté y torpemente estreché su mano- Tom Kaulitz –me presenté al fin.
— Un gusto, el Dr. Baecker –me informó soltando mi mano y me hizo un ademán para que tomara asiento en su silla de piel color negro- así que, ¿interesado en ser guardia nocturno? –me preguntó tomando asiento y llevó sus manos en su mentón- Dígame, tiene experiencia.
— No –confesé- pero, puede ponerme aprueba, aprendo demasiado rápido…
— ¿Cuántos años tiene? –Cerré mis ojos pesadamente.
— 18, los cumplí el primero del mes pasado –El Dr., sólo asintió, hizo eso por una eternidad, ¿por qué? Parecía que me analizaba, ¿qué tanto me ve? Nervioso, bajé mi vista hacia el escritorio mirando sus extraños adornos ¡mierda, mierda, mierda! Olvidé quitarme el arete del labio, me percaté al ver mi reflejo en un adorno de cristal. Rendido, bajé mi cabeza: mi madre siempre me hablaba de presentación al pedir trabajo y “presentación” era lo que siempre se me olvidaba.
— No tienes pinta de ser un guardia –habló al fin- parece un pandillero, sin ánimos de ofender –Recalcó el muy imbécil y se recargó en su puta silla. Eso me había molestado.
— Tal vez, pero, ¿sabe? No debe juzgar un libro por su portada, porque puede molestarse al descubrir tarde que aquél texto era interesante y único –le afirmé- y tal vez use ropa que es más grande que yo, que esté perforado y que tenga rastas en lugar de un decente cabello, pero soy un buen trabajador, sé esforzarme, sé pelear por lo que quiero y sé no rendirme. –El puto Doctor alzó una ceja y volvió apoyar su mandíbula en sus manos.
— ¿Y qué es lo que usted quiere, Señor Kaulitz? –Pasé saliva.
— A mi hermano, lo quiero devuelta.
— ¿Su hermano?
— Está en el hospital, sufrió un accidente de automóvil, chocó contra un muro –solté todo apretando mis manos.
— ¿Y cómo es que un joven pudo sufrir tal accidente? –Preguntó insinuando lo peor.
— Mi hermano sufre de la presión y esa noche, se le bajó ocasionando que se mareara y perdiera el control…
— Oh, lamento escuchar eso –Confesó mirando y desordenando sus papeles como buscando algo.
— Realmente necesito el dinero, mi familia lo necesita… ¡mi hermano más que nunca! Y cualquier cantidad ahorita será de mucha ayuda, pero bueno… creo que esta imagen no es lo que usted esperaba –le escupí poniéndome de pie- gracias de todos modos –Me despedí dando media vuelta, dispuesto a salir de ahí.
— Estará una semana en prueba, empieza mañana, ¿okey? –Me congelé al escuchar esas palabras.
— En… ¿enserio? –Pregunté atónito volteando a verlo. Asintió- mañana nos vemos.
— A las 7:30 am, ¿escuchó?
— Sí –sonreí.
— Pues… tú también eres un loco, si, ese será tu trabajo perfecto –confesó asombrado.
— Manicomio ‘Stetten Remstal’, será interesante.
Cerré aquél periódico con una chispa de esperanza en mis ojos, aquél trabajo, iba a ayudar a Bill.



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Aquí tienen el primer capítulo :3 espero & lo disfruteen*O* awwwwwwwwwwwwn muchas gracias por comentar :Z les prometo que esta novela será emocionante :3 y les iba a pedir un pequeño favor: Si quieren & pueden, recomiéndenla a las y/los Aliens que les gusten leer Fics (: se los agradecería demasiado ;D! Y ya saben, mientras la historia avance, todo tendrá más sentido <3 ; bueno, como siempre, gracias por leerme (':
Otra cosita, si les molesta leer todo junto me dicen para poner los diálogos con espacio & así sea más cómodo para ustedes <3
Pequeña nota: La presión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de las arterias & es un problema sólo cuando causa mareos, desmayos o, en casos extremos, shock.

6 feb 2012

Field of Innocence {Prólogo}

<< Kimberly por fin se dio cuenta que tiene un don y con todo su corazón, desea desaparecerlo. Tom, no comprende a Kimberly y la juzga como una paciente más: loca... >>






1984
Una típica escena, una familia de la alta sociedad en el enorme patio de su casa: los padres juegan a la pelota con su niña de cuatro años pero cuándo su padre lanza la pelota, la niña no la toma. La pelota pasa por un lado de la pequeña pero ésta la ignora para dirigirse a su casa de juguete de color blanco y rosa pastel que se encontraba en una de las esquinas. Los padres, voltean a verse confundidos al ver a su pequeña Kimberly sentarse sobre el césped para hablarle a la nada.
… ya era la octava vez que la escuchaban y la veían hablar sola.
Otra típica escena de una familia de clase media: El papá de los gemelos de seis años trabajaba duro en la escuela primaria de la ciudad de Berlín para tratar de darle una vida mejor a su familia, la mamá, sobreprotectora y ama de casa, trata de educar de manera correcta a sus dos hijos aun siendo un poco difícil al ser uno más imperativo que el otro, justamente, él que fue mayor por diez minutos y al que decidió llamarle Tom y al otro pequeño, aún siendo también imperativo, al lado de su hermano era demasiado tranquilo y por una extraña razón, era el que más se enfermaba en cada temporada y se ponía peor cuando era invierno, su madre, le ponía más atención a él por ser un poco delicado en salud y también le pedía a Tom, que por ser el mayor, lo ayudara en todo lo que necesitara… aquél pequeño lo llamó Bill.

Tom y Bill— Mamá, ¿puedo ir a jugar al parque? –Preguntó el mayor de los gemelos sosteniendo el balón debajo de su brazo, pero su madre quien caminaba de un lado a otro, no le respondió- Mami… ¿Puedo ir al parque a jugar? –Volvió a preguntar bajando el balón para ponerlo debajo de su pie.
— ¡Ahora no, Tom! –Le gritó haciendo que el pequeño se encogiera de hombros. Su madre, cerró sus ojos y respiró profundamente para tratar que la paciencia no se le escapara de las manos- Tom, en estos momentos tu hermano está muy enfermo y te agradecería demasiado si te quedas aquí con él… ¿sí? –Le pidió tomando con delicadeza sus brazos.
— Si cuido a Bill… ¿se recuperará pronto y jugará conmigo otra vez? –Preguntó tomando nuevamente su balón, su madre apretó sus labios y asintió.
— A Bill le hace bien que estés a su lado. –Tom sonrió, le alegraba saber que podía ayudar a su gemelo a ponerse mejor.
— ¡Iré a ver cómo está! –Le avisó soltando su balón para correr hacia su habitación. Su madre, se encogió de hombros y llevó sus manos a su corazón, ¿por qué? ¿Por qué su pequeño se enfermaba con frecuencia?
— ¿Tienes el medicamento? –Preguntó al acto que escuchó la puerta abrirse.
— No lo tienen en las dos farmacias de aquí cerca, dicen que lo venden en los hospitales y… que no es nada barato. –Respondió su esposo un poco frustrado y tomó asiento en el sillón verde aguacate de su pequeña sala de estar.
— ¡¿Y qué estás esperando?! –Preguntó estupefacta. – Vamos al hospital, ¡Bill puede empeorar!
— ¡¿Y de dónde quieres que saque tanto dinero, mujer?! –Le cuestionó furioso y se puso de pie.
— Oh por dios, Jörg, ¡saca el dinero que usas para emborracharte y úsalo en algo más importante como en tu hijo! –La mandíbula de su esposo se endureció.
— Yo nunca me he embriagado. –Le dejó claro entre dientes- Pero tú, querida, ¿qué me dices del dinero que te doy a la semana? Digo, sino te gastaras todo en los juegos de apostar ¡tendríamos para las medicinas de Bill!
— ¡¡A mí no me eches la culpa!! –Rugió.- Sabes que tendríamos más dinero si al menos trabajaras en un lugar mejor.
— ¡Oh! ¡¡Al menos yo tengo un puto trabajo…!! –Los gritos no se distinguían más, Tom había cerrado la puerta de la habitación, él, le ofreció una leve sonrisa a su gemelo al ver reflejado en su rostro frustración y sin decir nada, caminó hacia la cama y se acostó a un lado de su gemelo para después, tomar su manita.
En cada discusión, ellos lo único que podían hacer era darse un poco de apoyo.

Kimberly
— Es algo normal en los niños de esta edad, además, es hija única. –Les explicó la psicóloga.
— Entonces, esta… “etapa” ¿es pasajera? –Preguntó un poco preocupada la madre de la niña y junto con su marido, voltearon a verla: Kimberly se encontraba jugando con unos desgastados y pequeños juguetes que ofrecía la clínica.
— ¡Por supuesto! –Aseguró- En estos momentos su mente creó los “amigos imaginarios” al estar casi todo el tiempo sola, pero cuando entre a la escuela y conozca a más niños de su edad, aquellos “amigos” desaparecerán, se lo puedo garantizar. –Finalizó volteando a ver a la pequeña y sonrió.
Pero Kimberly no prestó atención a las palabras de aquella señora y de sus padres, ella estaba demasiado entretenida jugando con uno de sus amigos: Sam.
Sam sólo podía ser visto por Kimberly, pero eso no quiere decir, que Sam no sea real.

Tom y Bill.¿A dónde vamos?
— A un lugar mejor Billy –Respondió terminando de guardar la ropa de Tom en otra mochila con el personaje de Superman.
— ¿Y papi por qué no ha guardado su ropa? –Cuestionó nuevamente Bill.
— Porque papá no vendrá con nosotros.
— ¿Y por qué no? –Cuestionó Tom tomando su mochila. Simone dio un suspiro y se dirigió a sus hijos.
— Miren… a veces… las relaciones no terminan como uno quisiera y… -Hizo una ademán con sus manos, no encontraba las palabras adecuadas para este caso-… y las parejas tienden a separarse. –Finalizó acariciando la mejilla de los gemelos, pero Tom retrocedió.
— ¿Separar? ¿Ya no veremos a papi jamás?
— Será lo mejor por el momento –Respondió tomando su gran maleta- es momento de irnos.
— ¡No! –Gritó Tom- Yo no me iré sin papi. –Se rehusó corriendo hacia su cama a lo que Simone reaccionó y lo logró frenar tomándolo del brazo. Si Tom se metía debajo de su cama, iba a ser imposible sacarlo de ahí.
— Lo siento Tom, pero esto es lo mejor. –Le aseguró con un nudo de la garganta y tomó la manita de Bill.
— ¡No! Yo quiero a papi ¡¡papi!! –Lo llamó entre lágrimas- ¡¡papi!!
— ¡¡Basta ya!! –Le ordenó Simone y los gemelos se espantaron al ver un taxi fuera de la casa.
— Mami por favor no, no nos obligues… ¡no! –Suplicó Bill tratando de apartar la mano de Simone, pero fue inútil- ¡no me quiero ir! –Pero el pequeño ya estaba dentro del auto junto con su hermano.
— ¡Simone! –Se escuchó a lo lejos y los gemelos voltearon a verse, ellos conocían esa voz ¡era de Jörg!
— ¡Papi! –Gritaron al unísono y golpearon la ventana trasera del auto.
— Tranquilos pequeños, ¡iré por ustedes! –Aseguró pegándole al maletero ya que el taxi se había puesto en marcha.
Bill volvió a sentarse bien y rompió en llanto soltando múltiples sollozos que te quitaban la respiración. Tom, siguió en su puesto, mirando como la imagen de su papá se alejaba cada vez más hasta desaparecer completamente.
— Es una promesa –susurró.


Kimberly — ¿Lo hiciste tú? –Preguntó su madre alzando el dibujo de la mesa para mirarlo mejor. Kim, de 9 años, asintió. Su padre, le arrebató el dibujo a su esposa y frunció el ceño.
— Y este muchacho… ¿quién es? –Cuestionó clavando su mirada en su hija.
— Es Sam –respondió dando una débil sonrisa. Su padre negó y golpeó fuertemente la mesa haciendo que su hija y su mujer se exaltaran.
— James… -rogó su mujer rodeando su brazo- cerremos este tema, ¿sí? –Le pidió quitándole la hoja para entregárselo nuevamente a su hija- dibujas muy bien… -Kim sonrió ante la felicitación de su madre, pero aquél gesto se esfumó al escuchar a su papá.
— Kimberly, entiende, ¡Sam no existe! –Kimberly cerró sus manos- es un ser inanimado que debió de desaparecer de tu mente ¡cuando cumpliste los cinco!
— ¡Si existe, papi! –Le aseguró- Sam no es imaginario, es real y es mi amigo…
— Kim, no discutas –le regañó por lo bajo su madre.
—Pero es que… es que… ¡es real! -James se levantó bruscamente haciendo que por poco la silla de metal diera contra el suelo.
— Kim, ¿qué no entiendes? Ese ‘Sam’ es lo que te metió a este lugar –le recordó señalando el comedor del manicomio. Todo el maldito lugar era de color blanco enfermizo y la enfermera junto a los dos guardias que se encontraban sentados a cuatro mesas de ellos, se perdían por el color también blanco de sus uniformes. James, cerró sus ojos y en su mente contó hasta 10 para recuperar la paciencia- Hija, dime, ¿acaso no quieres volver a casa?
— Todos te extrañan por allá –inquirió Carla, su madre y acarició los dedos de su pequeña.
— Si… quiero irme –Murmuró bajando su mirada.
— Entonces, por lo que más quieras… ¡deja de imaginarlo! –La niña lo vio de golpe.
— ¡Él existe! –Su papá negó.
— No puedo… ¡no puedo más! –Gritó yéndose del comedor a lo que los dos guardias se pusieron alertas.
Carla, dio un suspiro y se levantó. Rodeó la mesa para poder estar más cerca de su niña, se puso de cuclillas y volvió a tomar el dibujo —Realmente es hermoso –Volvió a alardear. No era perfecto, pero era asombroso para una niña de su edad— Kim… sólo… sólo procura esforzarte, mientras más lo hagas, más pronto estarás de volver a casa. –la niña asintió.
— Señora… -Carla volteó ante el llamado de la enferma, era hora de irse.
— ¿Vendrás mañana? –Kim preguntó.
— Vendré todos los días –le aseguró y su niña asintió. Carla volvió a poner el dibujo sobre la mesa y se despidió de ella dándole un beso en su frente. Kimberly, miró la hoja que tenía plasmado a un chico de 18 años, vestido casualmente y con su pelo corto un poco despeinado, aún faltaba pintarlo. Despegó su vista al escuchar la puerta del comedor abrirse y pudo ver como sus padres se volvían a encontrar pero la imagen se esfumó en el momento en que la puerta se cerró.
— Es una promesa, mami.


*
Aquí está el prólogo de mi nueva novela "Campo de Inocencia" espero que lo disfruten mucho & gracias por la espera! Les prometo que esta será mejor novela que Pain Of Love (yn)
Los quiero lectores :D <3


3 feb 2012

Nueva novela.

Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa :) como ya saben, Febrero ha llegado! & como dije con anterioridad, la nueva fic sería subida este mes & les quiero preguntar: ¿Quieren que inicie este Lunes o el sábado 11? Espero sus comentarios, ustedes deciden lectores :)
Los quiero & extraño :( <3