-

-
Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

29 sept 2012

Capítulo treinta y tres



Kimberly se entristeció al ver que los girasoles perdían ese radiante color amarillo. No comprendía cómo, pero sabía que aquellas flores podían sobrevivir en temporadas de invierno pero al ver hacia el cielo entendió que ellas no durarían mucho al no tener ningún rastro de luz solar, energía que era necesaria para mantenerse vivas.

Era una lástima, la imagen de los girasoles era lo único que amaba de ese lugar y ahora, se iban. Suspiró y no tuvo más remedio que continuar su camino hacia la oficina del Dr. Jost. Él, iba a evaluar como Kimberly estaba reaccionando con los electroshocks; al parecer, todo estaba en orden, lo cual, agradecía mucho. Aun así, podía notar que algo extraño pasaba: ella, aunque era una persona tímida, podía verte a los ojos sin ningún problema, pero esta vez, mantenía su vista escondida y al parecer no ponía atención a ninguna indicación que le daba. Estaba distante y debía saber el por qué de esa reacción. Sí, él debía saber todo.

—Kim, ¿no pudiste dormir? —vaciló— ¿Sam no te dejo dormir? —cuestionó con cierto temor. Si respondía con un “sí”, la sesión de electroshocks habrá sido una pérdida de tiempo. Pero ella negó.

—No sé nada de Sam desde la sesión. —susurró desviando su vista hacia las persianas de la ventana.

Jost también hizo lo mismo y la miró de reojo. Algo había pasado, la conocía muy bien y al parecer no era algo bueno. Nunca lo era.

Kimberly pasó saliva con dificultad y dio una escondida sonrisa. Jost era como su padre, él sabía que le pasaba algo, sabía muy bien que algo no estaba bien y que iba a hacer cualquier cosa por averiguarlo y tratar de ayudarla a superarlo. Pero no le podía decir lo del beso, tenía miedo pero no era tanto hacia ella mismo, sino por Tom. Se preguntaba qué podían hacer si descubren que un guardia se enamoró de una paciente y además, que se atrevió a sobrepasar los límites y la besó. Y a decir verdad, no quería averiguarlo.

—David, cuándo esté lista… te contaré. Por el momento quiero regresar a mi cuarto y dormir —pidió sin despegar la vista de la ventana.

El Doctor asintió y la escoltó hacia la puerta, afuera, la esperaba Gustav pues era su turno correspondiente pero antes de entregársela, la tomó por los hombros dándole un confortamiento paternal.

—Me da mucho gusto saber que ya soy de tu entera confianza.

Kimberly sonrió y David se quedó sorprendido. Ella no solía mostrar sus sonrisas, siempre las ocultaba ya que no se quería mostrar débil; él llegó a la conclusión de que su paciente trataba de ser una persona sin sentimientos y aquella barrera estaba muy bien construida o eso creyó.

Las sorpresas no terminaron ahí. Kim llevó su mano derecha a su hombro izquierdo, apretando débilmente la mano de su doctor y le confesó un “siempre lo fuiste”.

Gustav, tuvo que destruir aquel momento ya que era momento de llevarla a su habitación, ella no tuvo resistencia alguna ni apartó su brazo cuando éste la tocó —como era su costumbre— y esa, fue la última sorpresa de David pero para el guardia, era apenas la primera.

Al encerrarse en su oficina, el Dr. Jost volvió a revivir aquella escena que había ocurrido apenas algunos segundos y refutó su hipótesis: lo que le había pasado a Kimberly había sido algo bueno, muy, muy bueno y con mayor razón, debía saber que es.

Meditó y entrecerró sus ojos al visualizar sus llaves sobre el escritorio recordando cuando había dejado la puerta abierta para que Tom pudiera llevarle a Kim su poco material para dibujar devuelta a su cuarto.

—Será, ¿qué estoy en lo cierto?

Se preguntó a sí mismo.

Kimberly, por otro lado, sabía muy bien con quién podía hablar respecto a ese tema que era muy desconocido para ella pero sentía un poco de timidez y culpabilidad. Hacía ya tantos años que no hablaba con él y en ese lapso lo trató tan mal que no sabía si era correcto volver a entablar una conversación de la nada y solamente, para preguntarle cuál era el verdadero significado de un beso. Sus hombros se encogieron. Daba igual, ella no debía volver a tener contacto con él, se lo había prometido a Sam y si llega hacerle una falta a aquella promesa, sabía muy bien que la única persona que saldría perdiendo, era Gustav. Y no, ella no quería eso.

—Pero él no está aquí —se alarmó al escuchar una voz chillante y al mirar hacia abajo se encontró con una niña de, al parecer siete años.

Tenía un vestido largo color blanco y su cabello era largo, liso y de color castaño. No hizo escena alguna al creer que se trataba una vez más de las almas que se encontraban atrapadas en el mundo de los vivos y siguió caminando como si no hubiese nadie más que su guardia y ella. Pero no podía estar tranquila con la presencia de la niña caminando a su lado, por alguna razón, le incomodaba mucho más su presencia que la de Sam o cualquier otro espíritu.

—¿No extrañas a Gustav? —cuestionó tomando su mano para así, caminar las dos juntas. Kim, lo miró de reojo y dio un triste suspiro para después, volver a perder su mirada en el vacío.

—Sí —le respondió en susurró y detuvo su marcha. Gustav, se percató de ello y la miró confundida.

—¿Pasa algo, Kim? —le preguntó con un tono de preocupación. Aún sintiéndose incómoda con la presencia de la niña no pudo evitar apretar su mano y la pequeña hizo lo mismo, las dos se daban tanta fuerza como se les hacía posible.

—Necesito hablar contigo.

Pronunciaron las dos al mismo tiempo y Gustav… bueno, él había recibido su segunda sorpresa del día.

*

Tom pudo salir del hospital esquivando toda pregunta que Georg le hacía. No era porque no le tenía confianza, pero simplemente lo que había pasado en esa habitación... se quedaba en esa habitación.

Cuando se sentó en el autobús pudo sentir como recuperaba el aliento y se estiró. Aún no podía creer que había tenido la valentía para hacerlo y que aún le sobraba mucho más para regresar en la noche y hablar sobre lo sucedido.

¿Estaba mal? Si lo estaba. Se encontraba presionando a una chica que sufre de un problema mental, que tiene alucinaciones y se hacía daño a sí misma y a los demás. Pero parecía no importarle o tal vez, se le olvidaba aquel insignificante problema porque a él le daba igual. Georg se lo había dicho, ¿no? Toda mujer tiene derecho a ser amada. Kimberly, dejando a un lado su encierro, seguía siendo mujer y sobre todo, seguía siendo una persona.

Él es de las personas que tienen muchas esperanzas y tenía una más hacía ella: tenía la esperanza de poder ayudarla a salir de aquel Hospital. Todo en este mundo tiene solución y sabía muy bien que lo de ella no era una excepción.
Bufó. A veces odiaba ser tan soñador, ese defecto lo había metido en muchos problemas en el pasado al confiar también de todos lo que le rodeaban. Cosa extraña, debía ser al revés:

Su primera esperanza fue tener a su padre devuelta. Él nunca volvió pero la esperanza no murió, solo se apagó. Su padre le había prometido volver y Tom confió en él. No cumplió con su promesa y aunque lo había defraudado él siguió confiando en las promesas que las personas le daban.

¿Por qué no se encerró en su mundo y dejó de confiar en las personas que lo único que han hecho ha sido decepcionarlo? Él tenía su propia respuesta y era porque, al irse su padre, Tom era como la figura paterna de Bill, él debía enseñarle a ser un buen hombre y si desconfías y odias a los demás no te convierte en alguien bueno, ¿verdad?

Él tenía que mantener la esperanza y la confianza bien marcada para que entendiera Bill que aquellos valores eran importantes y buenos. Y cree, que si le logró enseñar bien.

Aunque estaba exhausto, debía llegar al hospital y contarle a Bill lo que había sucedido. Su gemelo debía saber que estaba enamorado y que se sentía, feliz. Su rostro se ensombreció. Se sentía feliz, pero se sentiría mejor si su hermano se levantase de la cama para abrazarlo y darle unos buenos consejos en qué se debe hacer cuando uno está enamorado porque ¡ah, no hay consejos como los de Bill! Pero, eso no sería posible en aquel momento. Lamentablemente.

—¿Tom? —preguntó curioso una voz masculina.

El chico de rastas se detuvo en plena subida de escaleras para entrar hacia el hospital y volteó curioso para encontrarse con un hombre tal vez un par de años mayor que su madre o a lo mejor más, se veía algo demacrado pero tenía una voz joven. Su cabello era negro y vestía casual.

—¿Usted dijo mi nombre? —cuestionó confundido acomodándose la mochila en su hombro.

Aquel hombre entreabrió sus labios y después apretó su boca para dar una sonrisa.

—No has cambiado ni un poco.

Tom subió un escalón y sintió como una ola de sentimientos encontrados invadía su cuerpo. No recordaba al hombre pero al mismo tiempo se le hacía familiar y por algún motivo tenía la necesidad de salir corriendo para alejarse a como diera lugar.

—¿Quién es usted?



*

El mundo para él era sombrío y sin sentido. Ya no tenía nada más que perder ni nada más que ganar. Su habitación aunque estaba iluminada con una potente luz se encontraba oscura y aunque era un ser intangible podía percibir el frío de su encierro.

Por un momento, parecía que estaba siendo entrenado para entrar al ejército. Donde lo primero que debía hacer era escuchar las órdenes del comandante y verlo moverse de un lado a otro gritando majaderías y jurando que hacia donde se dirige, no hay vuelta atrás.

—Esta es tu primera y más importante lección, Bill. Escúchala bien —Sam advirtió deteniéndose frente a él—. Para poder ser libre debes primero liberarte de las personas que han aprisionado.

—¿A qué te refieres? —cuestionó titubeante.

—Te tienes que olvidar de todos. Adiós mamá, adiós papi Jörg y Gordon, adiós Iris, Kim y sobre todo… adiós Tom.

Al explicar eso, volvió con su tarea de caminar de un lado a otro como si él fuese su jefe. Bill, atónito, miraba el piso desesperado. ¿Olvidarlos? Él no sería capaz, son personas que ama.

—Aún estás a tiempo de retractarte. Pero te recuerdo que yo solo ofrezco mi ayuda una vez, nada más.

Sus ojos cerraron pesadamente y se mordió el labio inferior. “Nada que perder, nada que ganar”

—¿Tendré paz? —Sam apretó ligeramente su hombro.

—Eso depende con la decisión que tomes en estos momentos, ¿continúas o das un paso atrás?

Sam hablaba enserio, no había truco en lo que le iba enseñar y por primera vez, Bill comprendió que en verdad lo trataba de ayudar.

“Lo hago por los dos, Tom”, pensó antes de respirar profundamente.

—Hay que hacerlo, Sam. Confío en ti.

-
Este capítulo fue de tres hojas solamente & no de cuatro como los últimos que he subido, espero & aún así lo disfruten dfkhasdklff me inspire mucho en una canción y bueno, yo quedé satisfecha, espero que ustedes también *-* excelente fin de semana hermosas<3 :d=":d" p="p">

16 sept 2012

Capítulo treinta y dos



Bill se sorprendió al mirarlo en su habitación, se había atrevido a invadir su privacidad y peor aún, se encontraba a un lado de su cuerpo y recargó uno de sus brazos sobre sus piernas. Se atrevió a tocarlo.

—Quítate de ahí, Sam —le pidió entre dientes. Sam rió.

—¿Cómo quieres irte si aún cuidas de tu cuerpo? —negó—. Si no te alejas tú y tu cuerpo estarán unidos para siempre. —Bill entreabrió su boca y apenas iba a articular una palabra, cuando Sam agregó—. Y no, con “unidos” no me refiero a que te volverás a meter en tu cuerpo sino a que estarás en coma tal vez, para siempre. —El joven apartó la mirada de Sam de una mirada brusca. Se sintió un estúpido al mostrar esa esperanza enfrente de él.

Bill, volvió a tomar asiento en el piso, recargándose en la pared y sin ánimos, abrazó sus piernas y le preguntó: —¿Qué haces aquí, por qué me seguiste?

Sam por fin accedió en soltar el cuerpo de Bill y se acercó hasta él. Lo que estaba a punto de hacer no le convencía por completo así que soltó un suspiro. Iba a arriesgarse aun así.

—Te ayudaré. Te enseñaré a desconectarte de tu cuerpo para que vayas por tu propia cuenta en búsqueda de Jörg, así no necesitarás de Kimberly y ella y tu estúpido hermano podrán seguir con lo suyo… claro —sonrió maliciosamente— eso sí Kim lo permite.

Bill negó.

—No se trata solo de eso Sam, no es solo mi padre. Yo quiero hablar personalmente con Tom —lo dijo aunque sonara estúpido—. Y sé que la única persona adecuada para ayudarme es… —calló atónito al analizar lo que Sam le había dicho acerca de Jörg y tarde, recordó lo que le había dicho en la habitación de Kim. Él conocía su historia así como conocía a Jörg y a su madre.

Su ceño se frunció al tiempo que dejaba a sus piernas en libertad para extenderlas sobre el piso. Estupefacto, miró a Sam, éste entrecerró sus ojos. Al parecer, sabía exactamente lo que Bill le iba a preguntar y gustoso, él iba a responder a sus preguntas… claro, a su manera.

—¿Cómo sabes todo eso? ¿Quién te dijo el nombre de mi padre, cómo sabes lo que pasó en mi niñez? —cuestionó un poco alterado.
—Te dije que estábamos conectados —respondió en murmullo y con una sonrisa.

—Sí, pero, ¿cómo? —balbuceó— ¿por qué?
Sam giró sus ojos y se encogió de hombros.

—Por un hombre. —Bill lo miró confundido y comenzó a negar. No entendía muy bien lo que decía.
—¿Yo? ¿Tom? ¿Tú?... ¿mi padre?, ¿el padre de Kim?

Sam soltó una fuerte carcajada que hizo eco por la fría habitación. Le había agradado la reacción de Bill tan desesperado y perdido, le divirtió. Bill se dio cuenta de ello y a él no le había dado gracia alguna, quería una respuesta concreta y la quería ahora. No le agradaba que Sam supiera todo acerca de su vida, para empezar, ni siquiera le agradaba él.

Además, aquella respuesta era idéntica a la que le había dado aquel día.

—Quiero una buena explicación —exigió a lo que Sam soltó un suspiro sin importancia. Le dio la espalda y caminó dos pasos llevando sus manos detrás de su espalda. Bill observó como Sam lo miraba de reojo y pudo notar que su mirada se había ensombrecido.

—Ese hombre fue quién me asesinó. —Los labios de Bill se entreabrieron por la sorpresa— Y fue el que asesinó a muchos más —giró su cabeza para perder su mirada en el ventanal que tenía frente él.

No lo pudo controlar, los recuerdos de cuando estaba vivo comenzaron a llegarle como una secuencia de fotografías que iba a toda velocidad pero cuando las imágenes mostraban sus últimos meses de vida, la secuencia iba más lenta.

Maldijo el día en que sus padres lo encerraron en aquella institución mental. Él solo sufría de una depresión solo eso, no era para dejarlo ahí como si fuese una clase de psicópata. Él no lo era.

—No lo era, no lo era, no lo era —murmuraba mientras miraba todas las imágenes de su familia. Bill pudo escuchar exactamente lo que había dicho y lo único que pudo hacer fue encogerse de hombros y mirar hacia el piso apenado. Sonaría mal, pero él creyó que Sam se había quitado la vida no… no alguien más.

Ahora comprendió, o eso quería creer, la forma de ser del rubio.

—Fui el conejillo de indias, Bill. Ese hijo de puta hizo experimentos conmigo ¡y con muchos más! —lo miró de golpe y la exaltación de Bill fue tanta que golpeó su espalda contra la pared. Sam lloraba, tanto, que sus mejillas se encontraban completamente empapadas.

¿Quién lo diría? Los fantasmas también lloran.

—¿Quién fue, Sam? —titubeó ante la pregunta.

—Yo solo sufría de una depresión por la escuela. Mis compañeros me molestaban, mi novia solo estaba conmigo por lástima y mis padres no me hacían caso, ¡solo estaba deprimido! ¡¿Por qué me dejaron con ese puto monstruo?! ¡El enfermo es él, no yo! —gritaba a todo pulmón ocasionando que las luces de la habitación relampaguearan sin control, un poco más, y ocasionaría un apagón.

—Sam… —lo llamó alarmado y se puso de pie.

—Él me engañó, me dijo que ya estaba bien, que la depresión se había ido y que mis padres estaban felices porque me iban a tener nuevamente en casa. Me dijo que los esperara, que no tardaban en llegar por mí. Esperé, esperé por una hora y ellos nunca llegaron. Estuve a fuera solo con mi vieja maleta. ¿Por qué tuve que ser un estúpido ingenuo, Bill? ¿Por qué no me di cuenta que todo era una trampa? —él no sabía que decirle, solo calló y negó con la cabeza sorprendido por aquella historia—. No recuerdo haber entrado al hospital —murmuró mirando el piso algo desesperado y negó—. Yo no entré, no tuve la oportunidad… me habían atacado por detrás. Recuerdo, recuerdo que comencé a sentirme mareado, un olor muy fuerte cerca de mi nariz hizo sentirme así y no supe de mí por mucho tiempo. —Lo miró a los ojos—. Cuando desperté, estaba asustado, nunca supe donde me encontraba pero el lugar daba miedo, era más terrorífico que el hospital psiquiátrico. Veía hojas tiradas por todos lados, cosas escritas en una gran pizarra y… cerebros, diferentes partes de cerebros encerrados en frascos y otras partes del cuerpo humano encerrados también. Grité y fue cuando me percaté que me tenían amarrado en una silla de madera —calló—. Y no era el único.

»Habían dos personas más, un hombre y una mujer. Los conocía, también habían estado internados en ese hospital. Me espanté al ver a la mujer ¡su cráneo estaba abierto! Bill, él hacía experimentos con sus pacientes —advirtió estupefacto. Como si estuviera viviendo aquel momento en vivo y a todo color—. Hizo experimentos conmigo; nos torturó a los tres. La mujer fue la primera en morir, fue calcinada por una máquina que generaba electricidad, él la había conectado en su cuerpo y no reaccionó a sus gritos, parecía que no los escuchaba pero la verdad no le importaba. No nos miraba como personas.

—Eso es horrendo —inquirió Bill con un nudo en su garganta—. Pero, ¿por qué hacía todo eso con ustedes?

—Curiosidad. Quería saber el porqué de las enfermedades mentales, al parecer, lo que ya venía escrito en libros no le era suficiente. Él estaba seguro que las afirmaciones de aquellos científicos eran mentiras y estaba dispuesto a experimentar con enfermos mentales para descubrir la verdad de los trastornos. Pero la verdad que él quiere no existe. —su voz se quebró—. Él me mató para descubrir el origen de mi depresión.

—Como un científico de los siglos antiguos. —agregó Bill, él asintió—. Sam, lo siento mucho… no sabía, en verdad… eso es cruel pero, ¿dónde entro yo en todo esto? No entiendo.

—El que me asesinó no estaba solo, tenía un hijo quien seguía fielmente sus pasos. Al morir, el hijo continuó con los experimentos, ahora, él es el director del Hospital.

—¿”Del hospital”? —cuestionó perdido pero la respuesta no tardó ni un segundo en llegar—. ¡El hospital, donde Kim está! ¿Es él mismo donde a ti te internaron? —Sam asintió—. Pero, pero —tartamudeó—, ¿nadie se dio cuenta de ello? —negó— ¡¿Nadie?! ¡Eso es imposible!

Sam se quejó.

—Nada es imposible.

—Y el hijo… el hijo es ¡el Dr. Baecker! —soltó y se dejó caer al piso como si lo hubieran atacado con un balde de agua fría—. Kimberly está en peligro —susurró—. Y tú, tú estás conectado con ella… ¿por qué sabías que la internarían en ese lugar? —El rubio hizo una mueca.

—Podría decir, que yo lo causé. Pero no estás tan equivocado, sabía que la llevarían a aquel sitio si hacía pensar a sus padres que estaba loca.

—¡¿Qué?! —gritó— ¡Qué tú hiciste qué! —su ceño se endureció.

—¡Querías explicaciones y eso es lo que te estoy dando, mierda!

Bill se tuvo que callar todas las majaderías que estaba dispuesto a decirle y le volteó la cara. De cierto modo tenía la necesidad de escuchar el resto de la historia y aunque estuviera hirviendo de rabia, estaba dispuesto a escucharlo un poco más. Y pensar que le había tenido lástima, ¡él le causó muchos problemas a Kimberly!

—Cuando morí, mi alma automáticamente apareció en la casa de los padres de Kimberly, ella todavía no nacía y yo no entendía que hacía en ese lugar. Hasta que ella cumplió sus dos años.

»Descubrí que podía verme y poco tiempo después, me convertí en su amigo “imaginario”. Fue fácil ganarme su confianza y utilizarla lo fue aún más. Comprendí que ella sería el medio perfecto para vengarme del monstruo que me asesinó, y con ello, también vengaría a todas las almas que vagan los pasillos de ese hospital maldito buscando su paz —Bill cerró lentamente sus ojos—.Pero primero, tenía que encerrarla en el lugar donde ocurrió todo. Algo que fue sorprendentemente fácil gracias a los desconsiderados y egocéntricos personas que tenía como padres y cuando supe que la encerrarían en ese hospital sin necesidad de persuadirlos, supe que Kimberly ya estaba destinada a ayudarme —calló—. Aunque ella no lo vea de esa manera. Pero es algo que no puede evitar, me ayudará por las buenas o por las malas.

—¿Y cuál es tu plan? ¿Harás que Kimberly mate a Baecker contra su voluntad?

Sam volvió a ofrecer una oscura sonrisa.

—Esos son asuntos míos —le aclaró y Bill lo vio furioso.

—Pero es de mi amiga de la que hablas —calló de golpe y después, sonrió—. Y, ¿cuándo exactamente te enamoraste de ella? ¿Cuándo cumplió los 16 o fue antes? Pedófilo de mierda.

—¡Pero qué…! —soltó retrocediendo algo nervioso.

—Creo que eso no importa, al fin y al cabo, ella nunca será tuya. —le restregó en su rostro y se acostó tranquilamente en el piso, recargando su cabeza en sus manos.

Aquello le dolió.

—Tampoco de tu hermano —le aseguró y Bill lo miró de reojo.

—Yo vi otra cosa en su habitación —recordó riendo. Sabía que era algo cruel restregarle eso en su cara después de que Sam le tuvo la confianza para decirle como había muerto, pero no pudo evitar molestarse al escuchar que por su culpa, los padres de Kim la creían loca. Eso tampoco es algo justo pero… —suspiró—… ¿qué estaba pensando? Tampoco iba a rebajarse a su lugar.

—Sam, lo siento… no quise sonar un idiota respecto a ese tema —se disculpó sentándose.

—Vete a la mierda —dijo entre dientes—. Consíguete a otro que te ayude, porque yo no lo haré. —Le aseguró y Bill se levantó de golpe a lo que el rubio decidió frenar. Al parecer, estaba muy interesado en su ayuda.

—Lo siento, en verdad. No volveré a tocar el tema. —prometió alarmado.

—Gracias.

—Y bueno, ya me contaste tu historia y la de Kim, pero, ¿lo mío?

—A eso iba, pero me interrumpiste —bufó—. Lo tuyo es una cosa tan simple: solo se trata de recordar. Vamos Bill, dime, ¿cuál fue el último doctor que viste antes de que Simone y Jörg se separaran?

Sus labios se fruncieron y miró a su cuerpo esperando a que este tuviera la respuesta. “Soy un estúpido”, pensó al analizar lo que trataba de hacer, pero después, se dio cuenta de que no era una mala idea. Sintió la necesidad de acercarse y así lo hizo, pero luego, dudó un poco en que era lo que tenía que hacer ahora y sorprendido, vio que estaba a punto de tocar su frente. Inconscientemente, sabía exactamente qué estaba haciendo.

Miró a su alrededor, ya no se encontraba en su cuarto sino en un consultorio. Al parecer, se encontraba en la última ida al doctor con su “familia”.

Sí, ahí estaba. Acostado en la fría cama mientras el doctor lo revisaba, sus padres se encontraban atentos a todo lo que el doctor decía y Simone, como siempre, sin dejar hablar a Jörg y hasta se atrevía a dudar de los métodos del viejo médico. Su gemelo, se encontraba en los brazos de su padre, esperando a que se pusiera de pie con la esperanza de que volviera a estar bien.

—Bonita escena familiar —inquirió Sam a sus espaldas—. ¿Reconoces al viejo? —fue directo al grano.

—Sí, era el médico de más confianza de mi madre —respondió y Sam miró a Simone algo dudoso.

—Si él era de confianza, no me quiero imaginar cómo trataba a los otros. Creo que tu mamá lo único que ha hecho es perjudicarte en lugar de ayudarte, ni siquiera te supo elegir un buen Doctor.

Bill lo miró con rabia.

—Mi madre siempre vio por mí y por mi hermano, ¡hizo lo mejor por protegernos!

—Por dios, ¡te llevó con un asesino, no seas imbécil! —le aclaró acercándose con el anciano—. Este hombre, es el ex director de ese mugroso hospital, fue él que me asesino y el que estaba dispuesto a hacer experimentos contigo. Le llamó tanto el caso de un niño que se enfermaba cada semana —exageró— que quiso agregarlo a su lista de torturas. Y tu madre estaba a punto de acceder si no hubiera sido por Jörg que la amenazó con demandarla. Tanto era su desesperación por curarte que por poco te mataba de la forma más cruel que puede existir.

Aquella confesión era peor que la historia de la muerte de Sam. Pudo sentir como todo el consultorio daba vueltas y como la imagen del médico y de su familia se distorsionaba por un torbellino. Comenzaba a marearse, lo que Sam le había dicho no podía ser cierto.

—Y es así como te conectaste conmigo. Y con Kimberly, ¿ves a esa niña un año menor que tú que espera en la pequeña sala? —Bill no respondió pero clavó su mirada en la pequeña. La recordaba, llegó cinco minutos antes de que lo pasaran al consultorio. A Tom… a él le habían gustado sus ojos, se lo había dicho cuando entraron con el médico.

Ahora entendía la conexión que sin querer, también incluía a su gemelo.

—Sam…, debes sacar a Kimberly de ahí —suplicó—. Si Baecker está siguiendo con los experimentos de su padre, ella estará en grave peligro.

—Ella siempre lo ha estado.

—Por favor, ¡tenemos que sacarla!

—No pienso discutir esto contigo. Yo solo accederé a ayudarte para ir con Jörg, nada más. Ahora, ¿aceptas o no?

El silencio duró dos minutos. Algo innecesario ya que Bill estaba seguro de la respuesta.

—Acepto.

Era una oportunidad que estaba dispuesto a aprovechar.


-
Y ¡pum! Explotó todo kldhfldkhfksldjfg creo que ya se dijo todo el misterio en este capítulo (?) pero aún así habrán muchas más sorpresas, esto no es NADA. Espero y les guste el cap, gracias por leer*-* <3>

14 sept 2012

Yo te esperaba/ song-fic


Notas: Este one-shot surgió por un concurso de song fic de Autores de FanFics (TH) en el cuál consistía hacer una historia basada en una canción donde Gustav fuera el protagonista (debido a su cumpleaños :-D). La canción que utilicé se llama "Yo te esperaba" de Alejandra Guzman. (Si gustan escucharla hagan clic aquí). Y con este one, ¡compartí el segundo puesto con otra autora! ldfkhaskdhfkdjsgf aún no puedo creer que haya ganado un lugar, estoy muy emocionada por ello y quiero compartirlo aquí, con ustedes.
Espero que también sea de su agrado y que disfruten de la lectura y de la hermosa canción.




Para ella, toda la casa era un completo desorden y faltaba muy poco para que él llegara. Inspeccionó a su alrededor tratando de averiguar dónde iba a empezar a limpiar, sus ojos no pudieron evitar mirar esa habitación que tenía como seis meses sin ser abierta y algo muy dentro de ella le dijo que era necesario abrir aquella puerta y empezar a limpiar en ese lugar.

Al entrar sintió a su amiga, la melancolía acompañarla mientras recorría con su mirada cada rincón de esa habitación color azul lleno de pósters de bateristas famosos del rock y muchos, muchos eran de aquella banda que a ella jamás le había gustada y aseguraba que era una mala influencia para él, Metallica. Le molestaba el ruido de esa música y escucharlos, era algo de todos los días a todas horas y aun así, no se pudo acostumbrar.

—¿Qué es esto? —cuestionó al sentir que golpeaba algo debajo de la cama y con ayuda de la escoba, sacó los objetos: un par de baquetas. Con cuidado, las tomó entre sus manos, acarició y sonrió al recordar que no eran unas baquetas cualquieras ya que habían sido las primeras en la vida de él.

Suspiró. Ellos crecen tan rápido. Apenas ayer lo llevaba a sus primeras clases de batería y hoy… al parecer, el alumno había superado al maestro. Él tenía un talento especial, ella lo supo desde la primera vez que conoció su rostro, sabía que estaba destinado a ser alguien importante, alguien que estaba dispuesto a quebrantar fronteras y todo por cumplir sus sueños. Y así fue.

Dejó la escoba recargada en la pared y se acarició su vientre al estar enfrente del espejo. Recordó 24 años atrás, cuando él apenas estaba llegando. ¿A quién quería engañar? Desde que recibió la noticia, supo que él sería importante por el simple hecho de ser parte de ella. Él sería una buena persona y ella, intentaría con toda el alma ser una buena madre.

Sus labios se apretaron y entre emociones encontradas comenzó a tararear la melodía de una canción. La había escuchado en el radio cuando llegaba a su casa con ecografía en mano y estaba dispuesta a pegarla en el refrigerador. Aun recordaba la letra, la cantaba siempre cuando la tristeza de tenerlo lejos se apoderaba de ella, pero esta vez, la iba a cantar por el simple hecho de ser un día especial.

—Yo te esperaba y veía mi cuerpo crecer mientras buscaba el nombre que te di —cantaba mientras acariciaba su vientre imaginándose que nuevamente él estaba ahí, escuchándola con atención y reconociendo su cálido contacto—. En el espejo, fui la luna llena y de perfil, contigo dentro… jamás fui tan feliz.

La casa comenzaba a tener orden y al tomarse un receso después de confirmar que a la comida le faltaban un par de minutos más, volvió a tocar su vientre. Cerró sus ojos y sonrió al sentir una patadita. Claro, bien sabía que no había nada ahí pero la felicidad de sentirlo por primera vez jamás se le iba a olvidar.

—Moría por sentir tus piernecitas frágiles pateando la obscuridad de mi vientre maduro. Soñar no cuesta no y con los ojos húmedos te veía tan alto, es más, en la cima del mundo. —cantó aquel fragmento al ver sobre la pared un reconocimiento que brillaba por el oro. Él había llegado dispuesto a entregárselo. —… muerta de miedo le rogaba al cielo que te deje llegar lejos, mucho más que yo. —Era su más grande logro en su carrera y quería que ella lo tuviera, que recordara muy bien todo su esfuerzo y era una señal de agradecimiento por creer siempre en él.

Ella pudo vivir junto con él el estrés, la tristeza y el coraje de todo lo que batalló con sus amigos para que el nombre de su banda fuera reconocida y respetada. Todos los esfuerzos de aquellos niños fueron recompensados y hoy, aquella banda con un nombre extraño, para ella, eran una de las más famosas de todo el mundo. Pero aún así, siguen habiendo muchos más obstáculos. —El mundo es como es y no puedo cambiártelo, pero siempre te seguiré… para darte una mano.

Tal vez no estaba con él físicamente en cada entrega de premios, conciertos y entrevistas pero lo acompañaba en su corazón, lo sabía y él mismo se lo había dejado en claro. “Nunca dejo de pensar en ti mamá. Siempre, de alguna manera, siento que estás a un lado mío, acariciando mi hombro para darme fuerzas cuando anuncian los nominados de unos premios y cuando nos nombran ganadores, eres la primera en darme el abrazo.”

Se limpió la pequeña lágrima que se le logró escapar. Había pasado mucho tiempo, pero por fin, su hijo volvía a casa para festejar junto con ella y toda la familia su cumpleaños número 24. Aquel pequeño que se creía baterista porque tocaba sin permiso todos los sartenes de la cocina, que anhelaba ser como su ídolo: Lars Ulrich. Aquel niño que nunca se despegaba de su lado y ahora tenerlo cerca es una bendición.

Estaba orgullosa de su niño que si bien es todo un hombre, Gustav, su hijo, siempre será su bebé, su hijo: el que hizo hasta lo imposible para llegar lejos, el que cumplió sus sueños.

Escuchó que un auto se aparcaba enfrente de su casa y pudo reconocer de quién se trataba. Miró una vez más el letrero que se había tardado una semana en hacer, todo estaba listo.

—Yo te esperaba y en el espejo te miraba mientras ya te amaba.

“Bienvenido a casa, Gustav”

1 sept 2012

Capítulo Treinta y uno



Para Bill parecía que el mundo se había congelado exactamente en el momento en el que Kimberly apretó la mano de Tom, es lo único que veía, es lo único en el que podía pensar. La felicidad que había sentido por ellos dos se había esfumado y poco a poco se formaba una mueca en sus labios, se comenzó a sentir extraño sin entender el porqué; ahora, lo único que sentía era un poco de frustración y se encontraba algo incómodo. Se había percatado de que Sam se encontraba a un lado suyo y sabía que tenía algo que decirle, siempre tiene algo de qué hablar y ésta vez, Bill quería escucharlo.

—Sé porqué te sientes así —aseguró. Los dos seguían observando la imagen de Kim y Tom—. Estás asustado.

Los hombros de Bill se encogieron y comenzó a retroceder hasta topar con la puerta. Si, aquél sentimiento lo describía más. Estaba asustado, aterrado pero no sabía el maldito porqué, no debía de estarlo, al contrario, debería seguir feliz: Tom y Kimberly están felices… al menos ellos lo están. Al parecer, el mundo volvía a la normalidad: todo volvía a moverse de nuevo.

Sam, se puso a un lado de Bill y se dispuso a observar con él lo que los dos jóvenes estaban haciendo. Por primera vez, Sam optó en quedarse callado. 

Tom no sabía que decir y al parecer Kimberly no sabía cómo reaccionar ya que no fue capaz de apartar su mano de la de su guardia. Por otro lado, el chico de rastas trataba poner sus ideas en orden, más bien, sus sentimientos ¡bah! Su cabeza era un desastre. 

En esos casos, si fuera más joven, él la hubiera besado desde que comenzó a sentir atracción por ella. Tom nunca pensaba en las consecuencias: si le gustaba, actuaba, punto final. No había nada que perder para él y si nada funcionaba como esperaba: adiós, aún existen muchos peces en el mar. Pero él no podía hacer eso con Kimberly, para empezar, ni siquiera le debió de haber gustado; si bien es cierto que a pesar de todo es una persona y merece amor como todos pero ella no estaba, por decirlo, en sus cinco sentidos; no es una chica normal, es una paciente y de un hospital psiquiátrico, aquél sentimiento nunca debió de haber sido despertado. 

Kimberly, era como una niña; ella no entendía lo que estaba sintiendo. Al principio creyó que era felicidad al encontrar a alguien como su verdadero primer amigo, Gustav pero se dio cuenta, de que era un sentimiento totalmente distinto: desde que llegó Tom, anhela que llegue la noche para verlo, cuando se acerca la hora en que Tom ronda por los pasillos, comienza a sentir un extraño cosquilleo en su estómago. Tenía coraje. No comprendía el porqué llegó a preocuparse de esa manera por él, por Bill y al comprometerse a ayudar al alma de éste a comunicarse con Tom.
Algo tenían de especial, pero no entendía el maldito porqué.
¿Por qué se doblega ante la presencia del guardia, por qué se siente débil y al mismo tiempo protegida cuando él está a su lado? ¿Qué demonios le está sucediendo? 

—Es mejor irme —sugirió poniéndose de pie de golpe. Kimberly, sin despegar la vista de su sábana, acercó su mano levemente hacia ella y la apretó un poco. El agarre con la mano de su guardia había sido roto de una manera un poco brusca.
Ella solo asintió.
—Te… te veo… —suspiró ante aquellos balbuceos—. Adiós —se despidió sin más. Kimberly solo agachó un poco su cabeza y miró con timidez la mano que había estado en contacto con Tom. Era algo molesto para ella, pero tuvo que admitir para sí misma que aquél gesto le había gustado.
Tom se detuvo al estar en unos centímetros en la puerta. Qué irónico, Bill estaba a su lado. Tan cerca y tan lejos, era como Bill describía aquellas situaciones; no lo miró, el menor de los gemelos seguía observando a Kimberly y el mayor, miraba hacia la puerta. Solo rozaban sus brazos. Pero Sam, no le quitó la mirada de encima, sabía que algo pensaba y tenía que estar muy alerta en todo lo que ese guardia podía hacer. Tom no le agradaba.
Sus ojos se entrecerraron y Bill lo notó. En sus labios se formó una sonrisa y no pudo evitar mirarlo con burla. —¿Qué sucede, Sam? —cuestionó con una risilla—. Acaso, ¿acaso tienes celos de mi hermano?

Las manos de Sam se cerraron discretamente hasta formar unos puños.
El corazón de Tom resonaba en sus oídos así que tuvo que cerrar sus ojos para tratar de calmarse, pero fue imposible. Miró de reojo hacia atrás y pudo sentir como la mirada de Kimberly le quemaba en su nuca. Vencido, se giró hasta poder verla frente a frente.
—¿Tom? —su voz fue ronca ya que se había forzado en hablar. Aún se sentía ida.
Él la miró con ternura. Kimberly era una niña. 

Sin decir nada, caminó nuevamente hacia ella. La seguía mirando con cariño y es que… ¡al demonio lo que estaba bien o lo que estaba mal! Si lo que sentía era sincero, entonces, no había razones para detenerse.
Kimberly lo miraba preocupada, no entendía nada de lo que le pasaba y al sentir sus manos alrededor de su cuello, se exaltó. Pero la confusión la invadió al sentir como las manos de Tom la incitaron a levantar un poco su rostro. Ahora, ¿qué es lo que tenía planeado hacer? Lo único que pudo distinguir en él, fue una pequeña sonrisa.
El cuerpo de Sam se tensó y Bill lo único que pudo hacer fue bajar su mirada pero se percató de la furia que su compañero sentía al ver como su alma se volvía gris oscuro. 
—Yo fui su primer amigo —dijo entre dientes. Bill no supo que decirle. 

Los labios de Tom habían tocado los de Kimberly para así, darle su primer beso. Pero los labios de la paciente no se abrieron, estaba asustada, ¿qué es lo que el guardia estaba haciendo? ¿Estaba bien?... se sentía bien.
Tom, se separó de ella y comprendió su reacción: ella ha estado en ese lugar desde pequeña, no pudo interactuar con niños de su edad, nunca supo lo que era una amistad, una risa entre amigos; nunca supo lo que realmente significaba el amor porque ni siquiera llegó a sentir algo así. Sí, ella aún era una pequeña niña en su alma.
—Sé que esto está mal… pero —hizo una pausa—. Me gustas Kimberly, en verdad… me gustas.
Tom conocía el riesgo y había madurado lo suficiente para no hacer lo que con sus amoríos de adolescente. Esto era algo serio por el simple hecho de ser ya un adulto, el amor ya no debía ser un juego. Por algún motivo, supo que no iba a tener una respuesta inmediata de la paciente pero aún así, esperaba impaciente por escucharla hablar, decirle algo, lo que fuera… pero no fue así. Kimberly solo pegó sus ojos en sus duras sábanas tratando de procesar todo lo que había pasado en menos de unos cuantos minutos. Comenzó a sentir una punzada en su cabeza, ya no se sentía cómoda con la presencia del guardia aunque muy dentro de ella quería que se quedara un rato más. Aún sentía la presión que Tom hizo en sus labios aunque realmente, aquél beso fue tan solo un roce, un gesto que extrañamente disfrutó: no estaba tan perdida respecto a ese tema, había visto un par de veces a sus padres dándose un beso como el que Tom le había dado: uno rápido. Claro, eso pasó cuando eran una verdadera familia. Pero aún viendo ese gesto en sus padres, no comprendía su significado. 

“Tom, tienes que bajar. Ahora”. Se escuchó la voz distorsionada de Georg. Tom no levantó su radio y trató de ignorar su llamado. Él no se iba a ir sin escuchar alguna respuesta de Kimberly.
—Vete —gruñó Sam. Bill lo único que hacía era verlo a él y a su hermano al escuchar de parte de éste un “No me iré de aquí hasta que me digas algo”. Parecía irónicamente que había escuchado a Sam y que aquella contestación fue para hacerlo enojar, pero claro que no había sido con esa intención. Él ni siquiera sabía de su existencia.
—¡¡Lárgate de aquí!! —gritó el rubio a todo pulmón y con tanta furia que su voz logró meterse en los oídos de Kimberly.
Ella, alarmada, alzó su cabeza de golpe y miró a su alrededor en su búsqueda, pero al parecer, su capacidad de verlo aún no estaba libre completamente, eso la desesperó porque sabía que Tom podía estar en peligro.
—No lo toques, no te atrevas —advirtió Bill poniéndose en frente de él, protegiendo la espalda de su gemelo. El entrecejo de Sam se frunció y todo en él se oscureció al tiempo en que el alma de Bill recuperaba su color.
“¡Tom, contéstame! Esto es enserio, Mat está subiendo a inspeccionar el piso, si te descubre dentro de la habitación de Kimberly ¡estás muerto!”. Georg también se encontraba exaltado. Sentía que su mano iba a travesar en cualquier momento el escritorio donde la tenía apoyada. Estaba atento viendo la pantalla que captaba directo al pasillo de la habitación de Kim, esperando desesperado a que su compañero saliera lo más pronto posible. “¡¡Tom!!”
—Kim, no te voy a esforzar. Sé… bueno, ¡esto es difícil! Sí, pero… quisiera saber si… si tú sientes lo mismo por mí. —Tom en ese momento ni siquiera se sintió un estúpido adolescente. Más bien, parecía un niño que apenas estaba entrando al tema del romance: no sabía si lo que decía estaba bien, pero se le hacía fácil hacerlo.
“¿Sentir qué?”, se cuestionaba Kim. Ella no encontraba las palabras exactas para describir lo que en verdad sentía.
“¡¡Tom!!”. Se volvió a escuchar por la radio, ésta vez, Tom lo tomó. —¡Ya te oí! —gritó contra la bocina algo molesto. 

—No te entrometas —amenazó Sam—. Además, seamos sinceros: tú tampoco quieres que Tom y Kim estén juntos. —Bill abrió sus ojos alarmado y retrocedió un par de pasos—. No soy idiota, no te conviene y lo sabes: si Kimberly acepta a Tom, él comenzará a ser feliz de nuevo sin necesidad de tener a su “querido” gemelo a un lado. Te olvidará y tú te irás de este mundo sin poder hablar con él o mejor aún, tal vez nunca te irás. Conociendo a tu querida madre, te querrá tener aferrado a aquella maquina que mantiene vivo a tu cuerpo. ¿No es así? —el color gris comenzó nuevamente a reinar en la alma del joven. Empezando a esparcirse desde su abdomen, donde el color apenas estaba cobrando territorio—. Uh, ¿y tu padre? —rió— quiero decir, tu verdadero padre, el que los abandonó: Jörg. Tenías tantas ganas de hablar con él, de rendir unas cuentas pendientes, todo esto con la ayuda de tu hermano. Hmm, pero esto, tal vez, ya no será posible. Si Kimberly comienza a tener sentimientos más fuertes hacia Tom, ni creas que abrirá su boquita: no le dirá nada. Eso te lo puedo asegurar —avisó entrecerrando sus ojos. 

Los hombros de Bill se encogieron y rendido, miró el piso. Ahora entendió porque estaba asustado, más bien, ya lo sabía pero no quería ser él el que pronunciara esas palabras. Sabía que aquel pensamiento estaba mal, pero no podía evitarlo: la relación de Tom y Kimberly lo ponía en riesgo. 

—Kim, por favor, dime algo —suplicó con el radio en mano. La paciente comenzó a negar lentamente, estaba confundida y comenzaba a sentir miedo al confirmar que Sam estaba en el cuarto. No quería que algo malo pasara, no otra vez, no en tan poco tiempo.
—Él debe alejarse de ella, ¡es mía! —rugió Sam corriendo hacia él. Bill, volviendo en sí observó alarmado como Sam estaba dispuesto a lanzarse sobre su gemelo pero aquello fue frustrado: Bill había logrado taclearlo haciendo que los dos rebotaran fuertemente contra la pared.
Tom miró hacia atrás, asustado por el sonido, y trató de descubrir de donde vino el golpe lo cual, su cerebro le dio una idea errónea pensando que Mat ya estaba en el piso abriendo la gran puerta de metal.
—Vete —logró articular—. Vete ahora ¡vete! —trató de gritar.
—Sabes que volveré mañana por una respuesta, ¿verdad? —dijo comenzando a retroceder. Kimberly desconfiada, asintió.
—Pero por tu bien, es mejor que ya no vuelvas —sugirió jugueteando nerviosamente con sus manos.
Tom se encogió de hombros. Si, aquella sugerencia sería lo mejor, pero él sabía muy bien que iba a volver a ella de todos modos y Kimberly, también lo sabía.

*

Una bocanada de aire por sorpresa se escuchó al igual que un suspiro de alivio por parte de los dos guardias.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó Mat.
—Trabajando: vigilo que todo esté en orden —respondió algo obvio—. Pero, ¿tú qué haces aquí? No te corresponde ésta área.
—Me dijeron que tú no estabas y que era necesario que alguien estuviera aquí a estas horas. —Tom lo miró confundido. 

—El que te dijo eso, te mintió. Ven, vamos abajo a tomar algo de café, estar aquí de noche es tan aburrido y cansado —inquirió guiándolo hacia el ascensor que nunca le ha gustado usar. No le daba confianza, era tan viejo que creía que en un mal día, se podía quedar atorado entre uno de los pisos para siempre.
Georg, desde la sala de seguridad, pudo sentir como se quitaba un peso de encima al ver que Tom salía de ese piso con Mat y al ver que el de rastas le brindaba una mirada de “todo está bien”. Su cuerpo se destensó y acto seguido, dejó caer la cabeza y los dedos de su mano volvían a recuperar su color al tener apretando fuertemente el radio debido a la desesperación.

—Maldito, tienes suerte —rió entre dientes. 

Y si que la tenía. En la habitación de Kimberly, Bill por fin había dejado ir a Sam pero las cosas aún estaban algo tensas sobre lo sucedido. Kim aún no se recostaba en su cama y tenía por seguro que no iba a pegar el ojo en toda la noche: aún sentía los labios de Tom en los suyos y no dejaba de revivir ese corto momento y al recordarlo, sentía un revoltijo en el estómago. Todo aquello fue tan extraño para ella; se sintió tan bien, tan mal y tan asustada al mismo tiempo que todavía no sabe cómo reaccionar. ¿Eso es lo que Tom tenía de diferente para ella: un aprecio mayor del que tenía por Gustav? Pero, ¿por qué él y no Gustav? Mejor aún, ¿por qué él, qué es lo que tiene de especial? 

—Sé que estás ahí Sam —habló claramente—. Pero es a Bill a quién necesito.
Las dos almas voltearon a verse. Sam estaba furioso, eso se notaba a simple vista y Bill, él estaba confundido con él mismo. Últimamente, se ha desconocido.
—Y bien, ¿qué piensas hacer al respecto? —preguntó con seriedad—. ¿Dejarás que Tom siga viendo de ésta manera a Kim, tú único medio para comunicarte?
—Es que no se trata solo de mí Sam, se trata también de la felicidad de ellos dos —le aclaró mirándolo con melancolía—. Ellos… que aún pueden hacer algo por su vida. Nosotros, ¿para qué? Tú ya estás muerto y yo estoy condenado, no podemos hacer nada. 

Le dio una débil y vacía sonrisa y salió de la habitación de Kimberly para entrar a la suya. Aquella situación le enfermaba, incluso estando vivo y muerto, su “vida” era triste, como siempre lo había sido. ¿Cuándo podrá estar en paz con él, con su hermano, con su familia, con todos? 

—No Bill, te sorprenderías de todo lo que podemos hacer, aun estando muertos.
Sam no se iba a dar por vencido, la muerte no sería un obstáculo.


-
Ok, les voy a ser sincera: Tenía pensado en cerrar el blog & dejar botada la fic, de hecho, lo venía cerrando desde hace dos semanas porque me siento muy distante a todo esto: me refiero al fandom de Tokio Hotel & no es porque ya no los quiera o algo así, la mejor explicación es porque ya no sé nada nuevo sobre ellos, los cuatro no solo Tom y Bill. Se extraña las entrevistas, los vídeos de firmas de autógrafos, las nuevas canciones, todo eso. No se si me entiendan en ese aspecto. Pero no lo pude hacer porque aunque este distante, escribir es lo que me gusta y aun guardo mucho cariño por los chicos de Tokio Hotel & por ustedes chicas. ¿Cómo irme así como así? Son mis lectoras y algunas de ellas mis mejores amigas Aliens (Andrea ¡te amo mucho amiga!) ustedes se dan el tiempo de leerme y agradezco porque ya no se lee mucho las fics hetero y eso es un poco frustrante (demasiado, la verdad). Aparte xddddddddd podré ser una maldita irresponsable de mierda, pero nunca, nunca, dejaré algo inconcluso. Nunca. Y menos, tratándose de esto.
No diré oficialmente que he vuelto. ¿Cuántas veces he dicho eso y me desaparezco por quién sabe cuánto tiempo? .-. hasta yo me harté de decir eso. Lo que si diré, es que terminaré esta novela y haré que cada capítulo sea mejor que el anterior:)

PD. Feliz cumpleaños a Tom & Bill!