Tom acariciaba con su dedo pulgar el dorso de su mano. Su piel era fría, pero él seguía vivo, pensó el guardia tratando de darse fuerza a sí mismo.
Quería pensar que era su imaginación, pero cuando entró y lo vio, no pudo evitar asegurar que estaba más demacrado. Su piel estaba más pálida y también se veía desnutrido (aunque no tanto como Kimberly, gracias al cielo): sabía que lo alimentaban por sonda, pero al parecer, eso ya no era suficiente.
Él no sabía nada acerca de las nuevas noticias que los doctores le daban a su madre y a Gordon, hace meses que se negó a saber sobre aquello. No quería escuchar opiniones externas, qué más daba si eran profesionales; desde ese día en adelante, él sólo se guiaba por su intuición de hermano gemelo. Sí, aunque sonase absurdo. Porque los doctores no conocían a Bill como Tom lo hacía, ellos no sabían la fuerza interior que Bill poseía. Tom sí, por eso confiaba en su conexión como gemelos: mientras él lo sintiera vivo, eso le bastaba para saber que Bill abriría los ojos.
Tarde o temprano, pero lo haría.
«Yo… puedo ver a personas que ya no están en este mundo». Apretó con fuerza la mano de Bill.
Su mente, su cordura, su estabilidad se había ido a la mierda hace tiempo, pero aquello hizo que todo en su interior explotara (una vez más). Todavía no terminaba de digerir aquellas palabras y se sorprendía de sí mismo al caer en cuenta que se había tomado aquella declaración con demasiada tranquilidad. ¿Fue la emoción de tenerla devuelta lo que le impidió razonar como era debido? En ese momento, él se sentía en una nube: estaba flotando y por primera vez en mucho tiempo su cabeza guardó silencio. Y todo, porque Kimberly volvía a estar en sus brazos.
Se frotó los parpados con pesadez.
Claro, aquel silencio no iba a durar para siempre: su mente comenzó a despertar, haciendo mucho ruido. Recordándole el lugar dónde Kimberly estaba, el lugar dónde él tuvo que ir para rescatarla; las personas que vio y lo que en verdad eran o más bien, fueron.
Conoció a Jeny y no sabía qué hacer con eso: obviamente, le había jurado a Kimberly guardar aquella confesión como un secreto. Él se lo había tomado con calma y ahora, que lo estaba analizando todo, tenía sentido. Era cierto, o si no, ¿de qué otra manera puede explicar que haya estado hablando con dos personas muertas? Estaba loco, sí, lo admitía. Pero no lo suficiente para orillar a su mente a crear toda aquella ilusión.