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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

30 jun 2012

Capítulo veinticinco.




—Sé que escuchó más.

Silencio.

—Usted sabe algo y no quiere decirnos, lo sé, he lidiado con tantos mentirosos que ya sé como descubrirlos.

Silencio.

—Míreme.

Ningún movimiento.

—¡¡Levante su mirada y dígame la verdad, carajo!! —Exigió golpeando fuertemente la mesa, haciendo que la paciente se exaltara… pero eso no logró que lo mirara.

—Es suficiente, ella ya ha dicho todo lo que sabe —habló David poniendo un alto a todo el interrogatorio.

—No. Ella ni siquiera ha empezado a hablar, ¿verdad jovencita? —la retó acercando su rostro a la de ella—. Ocultas algo y quiero saber qué demonios es —ordenó entre dientes.

Las facciones de su rostro comenzaron a moverse. El policía la había hecho enfurecer. Su vista se alzó, por fin y al cruzarse con la mirada del hombre, éste retrocedió en silencio tratando de volver a recuperar la paciencia. Al parecer, Kimberly iba a decir toda la verdad.




—¿Y bien?

—Ya dije todo lo que tenía que decir —aseguró poniéndose de pie. El policía negó.

—¿Por qué no quiere ayudarnos? ¿Acaso tiene miedo de algo? —cuestionó insinuando lo peor. Kimberly se tensó al escuchar esa última pregunta. Si, tenía miedo.

Su cuerpo comenzó a temblar y retrocedió al ver una sombra enfrente de ella. Pasó saliva con dificultad, reconocía la silueta, era el del asesino, él estaba ahí con ella… deseando matarla.

—Es suficiente. —Dijo David al darse cuenta de que Kimberly comenzaba a ponerse mal, pero el policía lo ignoró.

—Veo que tiene miedo —afirmó— ¿a qué?...

—Él está aquí —susurró comenzando a retroceder.

—¿Kimberly? —La llamó David en susurro.



—¿Quién está aquí, señorita? —Le cuestionó el comandante.

El color gris oscuro de la silueta se iba cayendo poco a poco frente a sus ojos dejando ver a esa alma que aterrorizó sin piedad a Kimberly. El brazo de aquél ser se levantó extendiéndolo hacia ella, deseaba tocarla para hacerle sentir el mismo dolor que él sentía y aunque el miedo la tenía tiesa, Kimberly logró reaccionar: gritó y lo único que su cabeza le pedía era que saliera huyendo de ese lugar.



—¡Kim, por favor, cálmate! —suplicó y su ceño se frunció al ver como uno de los policías la atrapó bruscamente. La chica soltó un alarido de dolor; la había lastimado y David se alarmó— ¡Suéltenla, es una orden!

—Él único que le da órdenes a mis oficiales, soy yo —aclaró el comandante y le hizo una seña a su compañero— Siéntela aquí, esto no ha terminado.

David gruñó y Kimberly seguía forcejeando.

—¡¡Quítenme las manos de encima!! —gritó alarmada al percatarse que el último pedazo de la sombra estaba a punto de caer para liberar aquella endemoniada alma.

Sin querer, Kimberly golpeó fuertemente con su cabeza la nariz del oficial que la tenía atrapada, éste gritó dejándola ir y dirigió sus manos hacia su nariz ensangrentada. La paciente no perdió más tiempo y corrió hacia la puerta de la oficina abriéndola torpemente, justo al mismo tiempo que el último pedazo de la sombra había caído.

—¡¡Muerte!! —gritó aquella alma y Kimberly gritó de miedo saliendo de ese lugar.

—¡¿A dónde crees que vas?!

Pero su huída no pudo ser, Gustav la había detenido.

—¡Suéltame, suéltame! —ordenó luchando una vez más.

David y los policías salieron atónitos de la oficina; dos de ellos —uno con la nariz ensangrentada— ayudaron a Gustav y la agarraron de los brazos fuertemente mientras que ella seguía luchando y gritando por miedo.

—Llama a la enfermera —le ordenó a Gustav—. Y esto, se acabó. —Le aseguró al comandante y éste, aún en shock, asintió.

Ellos, se dedicaron a escuchar los gritos de desesperación de Kimberly mientras la enfermera llegaba. Minutos, que para ellos se convirtieron en horas. Ya había perdido la razón.










***






El medicamento pasaba poco a poco. Abrir sus ojos fue un trabajo complicado, pero logró hacerlo con mucha fuerza de voluntad; lo primero que vio fue la luz de la oficina que le caló horriblemente en los ojos, lo que ocasionó que volviese a cerrarlos y cuando los volvió a abrir, fue un poco borroso pero después, pudo recuperar perfectamente la vista.

Miró hacia abajo y de mala gana, confirmó que había sido amarrada a esa cama barata. Suspiró. Estaba tranquila y el miedo se había ido y todo, porque sabía que no estaba sola y que su acompañante era… era un amigo.

Sus labios se cerraron al ver que el aspecto de Bill no era el que lo caracterizaba, ésta vez, se encontraba sentado al otro lado de la habitación, su cabello oscuro cubría completamente su rostro y tenía abrazada a sus rodillas y lo que más la alarmó, era su color: todo en él estaba gris y su vestimenta, era la bata de hospital, ya no traía la ropa que usó el día que tuvo el accidente.

—Bill, ¿qué pasa? —cuestionó y al sentir como su cuerpo se sentía menos apretado, miró hacia abajo: las cintas se estaban desamarrando—. ¿Tú estás haciendo esto? —preguntó sorprendida.

—Quiero que me respondas a algo —informó. Su voz ya no era dulce y suave sino fría y ronca.

Kimberly se sentó sobándose sus muñecas y apretó sus labios en la espera de que Bill volviese a hablar. El chico alzó su mirada y la chica al ver su rostro, se tensó: su cara estaba pálida, tanto, que daba miedo y el contorno de sus ojos estaban negros, que parecían ojeras.

—¿Viviré como un esclavo hasta que mi cuerpo decida morir?

—¿A qué te refieres? —preguntó confundida.

—Estoy atrapado Kimberly, ¿mi destino será vagar en la habitación donde mi cuerpo yace y en lugares donde solamente tú estés?

—Yo… yo no sé —balbuceó—. Bill, no me siento una experta en éste tema para responderte esa pregunta.

—¡Lo eres! —gritó haciendo que sus pupilas se dilataran—. Y tienes que hacer algo para que yo pueda moverme libremente adónde quiera, ¡ahora! —Kimberly gruñó.

—No me hables así ¿qué te crees? ¡Tú no me das órdenes! —Bill recargó su barbilla en sus rodillas y suspiró.

—Perdóname… esa no fue mi intención.

Kimberly bufó.

—Es tu turno de responder, ¿por qué tantas ansías de ser libre? Parecías tener paciencia…

—Las cosas cambiaron —respondió mirando hacia el piso.

—¿Qué cosas?

El chico cerró fuertemente sus ojos. —Mi padre —respondió difícilmente—. Él… él volvió y yo… necesito estar a su lado.

—Pero tu padre no sabrá que estás con él, no le veo el punto.

—Si, lo sabrá. De eso me encargo yo. —aseguró entre dientes.

Kimberly entrecerró sus ojos, aquella forma en la que Bill pronunció esas palabras fue algo demasiado sospechoso para ella, presintió que sus intenciones con su padre… no eran exactamente buenas.

—Ahora lo entiendo —susurró asintiendo.




Bill tenía ese aspecto porque su alma ya no era ese amigable ser que ella conoció, se había corrompido al ver a ese hombre; algo en él, no sabía qué, despertó el odio y la furia que Bill tenía guardada desde, tal vez, hace años.

Los dos se pusieron de pie al mismo tiempo. Kimberly solo observó como el chico caminaba hacia la puerta y al estar frente a ésta, volteó a ver a la paciente.

—Al otro lado está Tom —señaló—. Al abrir la puerta, lo podré ver, pero al salir… —calló y miró el picaporte.

—Bill —lo llamó alarmada—, no habrás la puerta… ¡no! —demasiado tarde, lo había hecho.



La escena fue algo así: Tom, lo único que vio fue a una paciente agitada; para Kimberly, era la escena de un reencuentro de hermanos, un reencuentro inútil ya que uno no podía ver al otro aunque lo amase con todo su corazón y para Bill, fue la desesperación de estar tan cerca de un ser tan querido y sin poder correr a abrazarlo ya que si lo hacía…

—Necesitamos ser libres —Le informó a su cuerpo.



… iría hacia el encierro de su habitación.






*
—¿Pasa algo Kimberly?

—Yo… yo necesito ir al baño —respondió titubeante. Tom asintió.

La tomó del brazo y la sacó de la habitación. Georg observó a la paciente con cierto temor al verla salir, pero después, no le dio importancia; dio un gran y ruidoso bostezo y con cautela, abrió la habitación donde yacía su paciente ya que, si Kimberly se había despertado, eso significaba que no faltaba mucho para que el otro loco hiciera lo mismo.

Todo en orden, el paciente comenzaba a moverse, pero aún seguía dormido. Cerró la puerta y volvió a tomar asiento en su silla metálica, nada cómoda por cierto; recargó su cabeza en la pared y cerró sus ojos para descansar un poco la vista.

Silencio. Silencio. Silencio. ¡Un momento!

Georg abrió sus ojos de golpe y miró la dirección que Tom y Kimberly habían tomado para ir al baño y después, dirigió su mirada hacia la oficina de Jost.

—A ella le dieron sedantes —recordaba con atención—, porque tuvo un ataque y si tuvo un ataque… —frunció su ceño confundido— ¿qué acaso no estaba amarrada?






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No sé porque me dio risa lo de Georg XDDD me lo imaginé tan... él que no lo pude evitar .-. XD, espero que les guste este capítulo :'3 ¡gracias por leer! ;D 

2 comentarios:

  1. Esta genial el capituloo..
    Sii yo taambien me lo imagimo .. Con su cara de duda hahahaha..
    Subee pronto.. Me encanta la fic es tan misteriosa.. Bye XD cuidate

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  2. Amigosha *-* esto esta jodidamente perfecto
    y la verdad es que me daría miedo ver una
    reaccion asi en kim ._. ejdhjas la golpearía para que dejara de gritar xd y GEorg dwjjajajaj siempre
    tan filosofico para sus pensamientos <3 kdjas xd
    quiro màs *w* donde estaas? wq no te he pillado en
    msn :c yo no me he conectado mucho porquemi lapto se
    ha roto .-. esto es culpa de thomas wq aksjd espero hablemos pronto <3 tkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkm

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