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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

3 nov 2012

Capítulo treinta y seis



“¿Qué pasa cuando dos personas sin libertad comparten su soledad?” 



Los ojos de Kimberly se abrieron ante tal confesión y su cuerpo cayó de rodillas ante la sorpresa. ¿Acaso eso era posible verse a ella misma en la etapa de su infancia?

Le costaba respirar, tal vez, la respuesta no le había caído bien. Llegó a la conclusión de que por fin se encontraba completamente en la demencia y lo que veían sus ojos era una alucinación, nada más. Qué triste, al parecer, el encierro del hospital le había ganado.

—Esto no es real, esto no es real, no lo es, no lo es… —repetía en murmuro una y otra vez mientras agarraba sus cabellos con tristeza.

—¿Uh? ¿Por qué dices eso? —cuestionó la pequeña confundida y frunció su ceño—. ¿Tú eres real?

Kimberly alzó la vista dejando ver lágrimas retenidas en sus ojos, además, la niña se dio cuenta que aquella pregunta la había molestado.

—Claro que soy real —respondió entre dientes—. ¡Cómo te atreves a preguntar algo tan estúpido!

Aquella expresión hizo que la niña volviera a fruncir su ceño y bajará de un salto de la cama. Ahí estaban las dos, frente a frente; Kimberly se encontraba a la altura de su otro yo gracias a que se mantenía sentada.

“No puede ser”, pensó completamente anonada al ver mejor las facciones de aquella niña. Era idéntica a ella y al tener esa expresión de enojo en su rostro —lo cual, ella también tenía— le hizo confirmar, que en efecto, era ella de pequeña.

—¡Entonces porque preguntaste eso conmigo! —retó—. Las dos somos reales: si yo existo, tú existes; si tú existes, es obvio que yo… yo existo —murmuró—. Soy real por el simple hecho de ser tú.

La tensión entre ellas disminuyó. Ahora, la pequeña Kimberly miraba con tristeza a su otro yo: había tanta confusión en su rostro, soledad en su corazón y dolor en su alma que se preguntó si realmente aquella mujer era ella de grande y temió por un instante. La pequeña no logró tolerar por un momento el pensar que las sombras habían dominado el corazón de la verdadera Kimberly y que ella, la niñez, lo más bonito que le pasó se haya convertido en un olvidado recuerdo. Eso era injusto.

—Kimy —la pequeña alzó la vista ante ese nombre—. Mamá te llamaba Kimy, ¿no es así? —preguntó con la mirada pegada al piso.
La pequeña al principió se atontó por aquel comentario que había salido de la nada, pero después, bajó su guardia y se encogió de hombros.

—Así nos llamaba a las dos —le corrigió brindándole una cálida mirada.

Kimberly dio una fría sonrisa.

—Lo recuerdo —informó mirándola a los ojos. Lo único que no recordaba, era la voz de su madre pronunciándolo.

Kimberly no pudo evitar cerrar sus ojos ante el cansancio que se apoderó repentinamente de ella, tal vez, sintió que la noticia le pesó en todo su cuerpo. Ya había sentido aquella sensación, una vez, cuando sus padres le dieron la noticia de que estaría internada en el hospital y que ya no los volvería a ver. Kimy, al notar la pesadez en sus ojos, se sentó sobre sus rodillas y le permitió a Kimberly que descansara en sus piernas.

—Nos han pasado muchas cosas —susurró Kimberly con sus ojos cerrados.

—Pero ya no enfrentarás nada tu sola —le aseguró acariciando sus cabellos con delicadeza. Kim sonrió.

—Creo que no. Ya que sé que estarás a mi lado. —susurró dispuesta a quedarse dormida, pero al no sentir el leve masaje que Kimy le ha estado ofreciendo se dispuso a levantarse para ver el rostro de la pequeña; ella, tenía casi el ceño fruncido y negó.

—No estaba hablando de mí —le informó y los ojos de Kimberly se abrieron de golpe al ver como Kimy se desvanecía y la silueta que quedaba de ella, se fue al acto en que la puerta de su habitación se abrió.

—Es hora de asearse —informó la enfermera y detrás de ella, entró Gustav quién se detuvo en seco al ver a su amiga sentada en el piso. No pudo evitar que por su mente se cruzara una mala idea de lo que Kim hacía antes de que llegara.

La paciente se puso de pie y caminó sin reproche y sin hacerle una mala cara a la enferma y, como ya se empezaba a hacer costumbre, dejó que Gustav la tomara del brazo para guiarla a las regaderas, camino que, después de todo, sabía con perfección.

El chico pudo sentir como sus hombros se destensaron al observar que Kimberly se encontraba en perfecto estado pero no pudo evitar agachar su mirada y hacer una mueca al recordar la conversación que tuvo con ella anteriormente: ¿lo de Tom fue real o simplemente fue una alucinación? Y si sucedió esto último quiere decir ¿qué Kimberly se enamoró de aquel guardia?

“La verdad, no estaba consciente de que fueras capaz de conocer ese sentimiento”, pensó avergonzado y continuaron el camino en silencio.

Aun así, algo le dice que ella no será capaz de razonar lo que en verdad significa el amor mientras siga encerrada en ese hospital. Aquel sentimiento no se disfruta mientras no exista libertad en la vida de la persona.

*


Borrosamente, pudo distinguir un pequeño bulto en la cama que tenía a un lado. Se giró para quedar boca arriba y se sobó los ojos para recuperar nuevamente su visión, hace mucho que no dormía tan bien; había olvidado lo rica que era su vieja cama. ¿Quién lo diría? Si extrañaba pasar una noche en la casa de sus padres, además —suspiró— no se sentía tan solo como en su departamento.

—Ha, después de todo, si olvidé varia ropa —confirmó al ver un conjunto sobre la cama que anteriormente le pertenecía a Bill y en el piso, se encontraba un par de tenis que años atrás, eran sus favoritos—. Suerte la mía.

Sin más rodeos, se fue directo a darse un baño caliente, el cual, al sentir el agua chocar en sus hombros y escurrir por su cuerpo, descubrió que lo anhelaba desde hace ya tiempo. Le había caído a su cuerpo como un delicioso masaje que le ayudó a olvidarse de todo por al menos ocho minutos. Antes de cerrar la llave, recargó su frente en la pared de la regadera y respiró con profundidad tres veces: era momento de volver a la rutina. Aquello, le hizo sentir un pequeño nudo en el estómago, ¿volver? —sus hombros se encogieron—, ¿Kimberly le dejaría volver?

—Solo espero… que no me rechaces.

El vapor salió en el momento en que la puerta del baño fue abierta. La sensible nariz de Tom pudo notar rápidamente el olor a comida y esta vez, sintió el gruñir de sus tripas quienes rogaban por alimento. Rió. Hace mucho que no veía a Gordon cocinar para él.

—¿Qué preparaste para mí, viejo? —cuestionó entrando a la cocina pero su garganta se cerró al ver a su madre parada en la estufa—. Mamá —soltó avergonzado—, lo siento yo… yo creí que era Gordon —se disculpó torpemente sin lograr que Simone volteara a verlo, ella seguía ocupada revolviendo ingredientes en el sartén.

—Ponte una camiseta, estás en mi casa —le recordó entre aquella orden y Tom notó que lo miraba de reojo. Él, torpemente obedeció y se puso su playera blanca de rapero mediocre (así era como su madre le llamaba a esa vestimenta) y se sentó en la pequeña mesa sin saber qué hacer o qué decir. Era la primera vez que estaba solo con ella, claro, exceptuando el día en que ella fue a verlo en su departamento para… reclamarle.

—¿No sacarás tu plato ni tu refresco? Recuerda que ya no eres un niño para que yo te sirva casi todo —expresó bajando la flama, la comida ya estaba lista.

Tom apretó los labios, olvidaba lo fácil que le volvía loco; tuvo que tener mucha fuerza de voluntad para no contestarle, no quería empezar otra innecesaria discusión con ella, además, tenía razón, él ya no era un niño, pero qué más da, él nunca lo fue.

Lo único que Simone estuvo dispuesta a hacer por él, fue servirle la comida en el plato que Tom ya había sacado y puesto en mesa. Su hijo le agradeció por el alimento y antes de darle un bocado, le tomó la barbilla y despacio, le giró la cabeza hacia ella.

—¿Qué haces? —le preguntó exaltado.

—Quiero ver tu herida —le respondió pero Tom volvió a girar su cabeza haciendo que su madre lo soltara bruscamente.

—Mi herida está bien —informó tratando de volver a lo suyo—. Fue solo un rasguño

—Déjame verla —volvió a ordenar.

—Ya te dije que está bien.

—¡Qué me dejes verla Tomás! —ordenó por última vez y en esta ocasión, le volteó su rostro a la fuerza a lo que Tom no pudo evitar quejarse—. Mhh, será mejor que te pongas un curita —dedujo y lo soltó por fin—. Iré a ver si tengo algunas…

—No es necesario, ya te dije que estoy bien —le contestó en susurro pero lo suficientemente alto para que su madre lo escuchara.

—Deben estar por aquí —se dijo así misma explorando el botiquín.

—Mamá, ¿me escuchas? Te dije que no era necesario…

—Estoy segura que aun me quedaban unos cuántos.

—Mamá…

—¡Los encontré!

Los ojos de Tom se cerraron y un fuerte golpe se escuchó por toda la cocina. Simone, volteó a verlo con el pequeño paquete de curitas en sus manos: había golpeado la mesa con todas sus fuerzas haciendo que algo de refresco saliera de su vaso y que la cuchara que reposaba en la mesa se desacomodara.

—¿Por qué no me escuchas? Te dije que estoy bien, ¡no necesito de esas cosas! —le informó gritándolo por fin y se puso de pie haciendo que la silla se arrastra hacia atrás bruscamente. Su mamá bufó.

—Por favor Tom no seas terco, ponte este curita —le dijo extendiendo su mano con la caja—. La herida se cerrará más rápido.

—¿Herida? —soltó estupefacto— ¡Oh! Hablas de ¡este pequeño e insignificante rasguño! —señaló su mejilla—. Mamá no sabes cuánto te agradezco que después de estos años por fin te preocupes por mí, pero por favor, no me trates como un niño que muy bien sabes, no lo soy. Si yo digo que no necesito del “curita” es porque no lo necesito. —exclamó soltando cada palabra de golpe y aunque ya había explotado, procuro hablarle lo más tranquilo que pudo.

Simone, indignada, aventó la caja al suelo haciendo que los pocos curitas que quedaban salieran de su sitio.

—Al parecer, siempre serás un malagradecido. —Y al decir esto, se marchó de la cocina para dejarlo solo.

Las manos de Tom temblaron y para desatar su frustración lo único que se le ocurrió hacer fue apretar muy fuerte sus rastas y gritar entre dientes. No podía comprender por qué no se toleraban, ¿era normal chocar en todo con ella? Siempre ha tenido la sensación de que él ha sido su decepción y por eso siempre lo ha tratado de diferente manera, pero, ¿es necesario tanto drama? ¡Él ha tratado de ser un buen hijo, ¿por qué no se da cuenta?!

—Suficiente de esta mierda.

Había sido un error el haberse quedado en esa casa. Se dio cuenta que era mejor estar en su departamento solo, que con alguien que respiraba sobre su cuello en todo momento y sólo para recordarle la porquería de persona que era.

Que desperdicio de tiempo.



*

—¡Georg! —le saludó Gustav y corrió hacia él. Georg, le saludó con la mano y al ver que su compañero se encontraba agitado no pudo evitar preguntar qué era lo que le ocurría a lo que Gustav rio nerviosamente y solo se limitó a preguntar sobre el paradero de Tom.

—Uh, pues siempre a esta hora está en los vestidores —le informó mirando su reloj de muñeca—, ¿para qué lo necesitas…?

—¡Gracias! —gritó cuando estaba a punto de dar vuelta en uno de los pasillos. Georg resopló.

—¿Y ahora este que se trae? —negó ante la divertida reacción de Gustav y decidió alcanzarlo. Sí, era algo curioso y quería saber el por qué de su comportamiento, así que le siguió con tranquilidad y silbando una canción sin nombre—. Si que tengo amigos muy extraños.

*

Lo bueno es que la herida no fue profunda, de esta manera, no preocuparía a Kimberly. —¡Ah, pero si soy imbécil! —se regañó golpeando su frente y se sentó completamente deprimido en las bancas desgastadas del vestidor.

No se arrepentía de haber hecho lo que hizo la noche anterior, era algo que deseaba y además, estaba consciente de las consecuencias que eso traía. Aun así, sabiendo que tal vez Kimberly le fue a contar a David de lo sucedido con la intención de que lo corrieran del hospital, no quería que le alejaran de ella. Sabe muy bien que ante los ojos de los directivos era algo inaceptable y merece el castigo: ¿enamorarse y besar a una paciente de un hospital psiquiátrico que sufre de alucinaciones y la tachan de peligrosa? Por dios, ¡el enfermo parecía él por hacer tal cosa! Y si, tal vez era un loco pero… fue algo que no pudo evitar. No estaba en sus planes enamorarse y mucho menos de ella.

Todavía no entendía el por qué de esos sentimientos. Si él en estos momentos estuviera en sus cinco sentidos ¡ni por nada en el mundo hubiera puesto sus ojos en Kimberly! Hay que pensarlo: fijarse en una enferma mental que ha puesto en peligro su vida y la vida de los demás, que sufre de delirios y además, que es inestable, no suena para nada a sus gustos y no es sensato.

“Tal vez es eso, mi estrés por Bill, mi familia y mi vida, me ha hecho perder mi propia cordura e hizo que bajara mi guardia. Desde que mi hermano no está a mi lado, me he sentido solo ya que él ha sido la única persona que me ha brindado verdadero apoyo; entonces, al ponerme a custodiar a una mujer, han hecho que mis necesidades se inclinen hacia ella, sólo para no sentir esta soledad que me abruma y de un intento desesperado llegué a pensar que me he enamorado de ella, cuando, en realidad, no es así”, concluyó para él mismo mientras se masajeaba sus parpados. Ahora, se sentía irritado: la cabeza le dolió ante tantos pensamientos, pero aquella respuesta era la más sensata y parecía sonar realista.

—¿Me mentiste?

—¿Ah? —abrió sus ojos y miró a su alrededor. Le había parecido escuchar la voz de Kimberly, al parecer, lloraba.

Indeciso, se puso de pie y examinó mejor el lugar. En efecto, se encontraba solo pero, ¡él no es un loco! Estaba seguro de haber escuchado esa voz que lloraba por la decepción. Parecía que Kimberly le había leído cada palabra de su pensamiento para descubrir que todo lo que le había dicho la noche anterior había sido mentira.

—No, no Kim. Yo no mentí, ¡en nada! —aseguró con un nudo en la garganta.

Tom se encontraba solo y Kimberly, ha estado sola desde hace mucho. Ella no era mala, Tom lo sabía, lo miraba en su rostro y en sus ojos tan claros que podías ver su atemorizada alma: eso era, ella no era peligrosa, solo se encontraba asustada por estar tanto tiempo abandonada por sus seres queridos en ese encierro. Un abandono que Tom comprendía a la perfección al ser olvidado por su verdadero padre y negado por su madre y aunque tenía a Gordon como figura paterna, no podía llenar aquel vacío que él sentía desde niño.

Tom y Kimberly eran dos personas tan iguales que compartían la misma soledad y eso fue lo que hizo que se unieran. Dos personas que sufren del mismo dolor y que son buenas en su interior, son los únicos capaces de llenar el vacío que siente el otro. Y así el encierro que sufren en su corazón, podrá ser liberado.

—¿Pero qué estoy diciendo? —se preguntó anonado y rió tontamente—. Yo la quiero, ¡quiero a Kimberly!

Pero aquella confesión no tuvo un grato recibimiento. Gustav, que escuchó todo, salió de su escondite sintiendo su sangre hervir ante tanto coraje que estaba dispuesto dejarlo fluir.

—Así que era cierto. —Tom no volteó a verlo, solo se quedó inmóvil, dispuesto a escuchar todo lo que Gustav tenía para decirle—. Besaste a Kimberly.


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Aquí está el nuevo capítulo *-* espero y lo disfruten mucho ¡Gracias por leer!

1 comentario:

  1. Nooo justo lo dejas ahy!! En lo mas emocionante quiero saber la reaccion de Gustav espero no sea malo ni q lo aleje de Kim porfaaa!!
    La pequeña Kimi me da ternura.. Y pobre Tom se siente muy solo u.u
    Si los capitulos estan largos eso es muy bueno *.* siguelaaa Amo tu fic xD
    bye cuidate :D

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