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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

24 feb 2013

Capítulo cincuenta y cinco



Parpadeó algo perdida y cuando pudo volver en sí, sacudió su cabeza y firmemente le exigió a Bill que hablara. Sin darse cuenta, mantenía sus puños alzados y su mandíbula apretada. El pelinegro mantenía su vista en un punto perdido del descuidado piso.

En ese momento, maldecía a Sam aunque no entendía porque lo hacía: después de todo, él le había dicho toda la verdad en su momento, fue su culpa por no haberle creído. Pero… tal vez, le odiaba en ese instante ya que no comprendía por qué Sam no fue capaz de decirle la verdad a Kimberly cómo lo hizo con él. Se supone que todos estaban involucrados, ¿por qué dejarla a ella de lado?

—Kimberly… el asesinato de Jeny fue cometido por el hijo que asesinó a… —cerró sus ojos—, que asesinó a Sam.

Retrocedió involuntaria. ¿Sam? Bill comprendió que aquello la había impactado por su rostro de espanto. Se estaba adelantando mucho y no decía nada: debía decirle la historia desde el principio o si no, no decir nada. Pero, con ese estado, ¿cómo se lo tomaría? Sabía muy bien que Kimberly ya presentaba una mejoría pero aun así, seguía inestable: no le podía decir algo tan delicado como eso de un día para otro. De la noche a la mañana. Maldición, pero… esto… ¡era algo que debió de saber desde hace mucho tiempo!

—Kimberly, nunca te has puesto a pensar… ¿por qué Sam y yo llegamos exclusivamente a ti? —aquella pregunta logró hacer que la chica frunciera su ceño.

—Porque soy la única que puedo ayudarles —calló— o bueno… eso intento—murmuró mandando una débil ola de energía a su exterior, apaciguando a las pocas almas que se encontraban a fuera.

Bill hizo una mueca.

—Hay más detrás de eso.

Kimberly pudo sentir una bola inexistente formándose en su garganta, la cual, debía tragar con dificultad. Exhaló todo el aire que pudo y se encogió de hombros; ya no quería más misterios sobre ella y los que le rodean… ya se había hartado.

—Si lo hay, ¿por qué no me lo dijiste antes? —preguntó demandante con su mirada endurecida—. Ya me fastidié de saber las cosas a medias…

—¡Hoy te lo diré todo! —gritó interrumpiéndola lográndole callar de golpe. Bill se mordió el labio inferior al notar que la había asustado y trató de calmarse—. La historia, comenzó con Sam… hace ya tiempo, antes que tú y yo naciéramos. Él fue internado en este hospital… —guardó silencio.

Su mirada se extrañó al ver el horror plasmado en el semblante de la chica. ¿Qué sucedía, qué había dicho? Aun nada. Tembloroso, se giró y ahí pudo comprender que es lo que le estaba pasando.

—¿S… Sam? —titubeó.

El ser que yacía en frente de ellos estaba medio curvado, sus brazos los había dejado caer: éstos se mecían lentamente en el aire; sus ojos estaban escondidos detrás de sus pequeños mechones de color opaco (el color rubio se había ido) que cubrían toda su frente. Su boca parecía estar haciendo una mueca, pero Bill negó aquella idea: estaba sonriendo. Una vez más, tenía una sonrisa retorcida pero era diferente a las otras, esta, era más escalofriante. Todo su cuerpo parecía ser una sombra espesa, se podía confundir con la de un frondoso árbol con forma humana; por dios, ¿qué le sucedió?

Kimberly gritó y se tiró al piso protegiéndose su cabeza: la lámpara del techo había explotado ocasionando que todos los pedazos se esparcieran por todo el lugar aunque parecía que todo estaba dirigido a ella y a Bill.

—¡Qué demonios haces! —gritó corriendo hacia su amiga y le miró reclamante.

La sonrisa de Sam se esfumó.

—¿Quién te dio permiso de hablar? —Bill apretó sus labios.

—¿Te refieres a tu historia? Ella tiene derecho a saberlo —exclamó sin darle tiempo para contestar.

Kimberly sollozaba por lo bajo. No, ella no quería saber nada si eso significaba problemas.

—Yo decidiré eso.

—¿Cómo te atreves? Las cosas por aquí están más compli…

—Yo lo sé, pero todavía no debe saber.

Bill gruñó.

—¡A ti nunca te importó la seguridad de Kimberly! —le señaló acusadoramente—. Kimberly, escúchame —rogó acercándose a su oído—. Este lugar es peligroso, Baecker, él es…

—¡Te dije que callaras!

Cuando alzó su vista pudo ver fugazmente como Sam se balanceaba sobre Bill y de esta manera, los dos fueron tragados por el piso.

—¿Bill? —le llamó atónita mirando el lugar donde él se encontraba hace unos segundos— ¡Bill! —gritó una y otra vez golpeando fuertemente el piso, exigiéndole de regreso. Su mano comenzó a adormilarse debido al dolor, inconscientemente se estaba lastimando, pero no se iba a detener hasta que Bill volviera.

Primero Jeny, luego Tom y después él… no… ¡los quería de vuelta!

—¡Kimberly, detente! —escuchó de lo que dedujo, era una enfermera—. ¡Las llaves, traigan las llaves!

—Bill, Bill… ¡¡regresa!! —gritó a todo pulmón contra el piso color blanco y suciedad inerte. De pronto, pudo sentir como unos brazos rodeaban su cuerpo, exigiéndole que se pusiera de pie. Ella tomó fuertemente aquellos brazos encajándole sus uñas y luchando por ser soltada: no podía irse, debía salvar a sus amigos.

—Kimberly, por favor, cálmate…

—¡No, Jeny y Bill me necesitan! Están con Sam, ¡están con Sam! —Avisaba señalando el cuadro donde éste había estado—. Debo ir, ¡debo ir! —gritó forcejeando con el guardia que extrañamente no era Gustav.

Entonces, se detuvo.

Lo miró estupefacta: era uno que nunca antes había visto. Moreno con su cabello rapado, era más alto y fuerte que su amigo. Por dios, ¡qué estaba sucediendo! ¿Dónde están quedando todos sus seres queridos? ¡¿Dónde está su familia?!

—¿Quién eres…? —aquello había sido soltado como un susurro que nadie pudo escuchar.

Volvió a luchar, se encontraba en los brazos de un desconocido. Ellos no podían tocarla, ¡no podían y no debían!

La enferma se mantuvo en su lugar esperando que el guardia y su compañero recostaran la paciente en la cama. Vio por el rabillo del ojo que su superior se aproximaba y como acto reflejó, apretó más la tabla que sostenía papelería de la muchacha. Pasó saliva y trató de respirar con normalidad al tenerlo a su lado.

—¿Qué sucedió?

—Decayó de la nada —informó—. Asegura que dos personas la necesitan, al parecer, lucha por ir a su “auxilio” —terminó mirando cómo amarraban a la paciente.

Baecker asintió.

—¿Dijo el nombre de las personas? —preguntó por curiosidad, después de todo, recordó que la chica siempre hablaba de uno en particular: Sam.

—Sí, Doctor —hizo una pausa—. Al parecer eran Bill, Jeny y Sam. En ese orden…

Baecker se tensó.

Sam y Bill, aquellos nombres no tenían importancia para él. El primero lo “conocía” desde que internaron a Kimberly, el segundo, ¡bah!, otro invento de su mente pero… el nombre de Jeny, oh dios, Jennifer. Aquella chica que no había soportado los experimentos, que había dejado un hueco en su profunda investigación de la esquizofrenia… Su mandíbula se endureció. Era extraño.

—¿Doctor?

—Sí, sí, lo siento —murmuró carraspeando—. Mi cabeza tiene muchos otros problemas en qué pensar.

—Me imagino… —asintió comprensiva volviendo a tomar todo el aire que se le era posible—. Kimberly llamaba con desesperación al primer nombre: Bill —comunicó nuevamente ya que el Director no le había escuchado con anterioridad—. ¿Ella tuvo familiares con ese nombre? —su superior negó.

—Ni se le ocurra pensar algo así —le advirtió sacando un frasco de medicamento de la bolsa de su bata—. Casi todos los nombres que ella dice son de personas inventadas, que nunca antes han tenido contacto con ella en la vida real, son amigos imaginarios, pues. —Terminó de explicar tomando la jeringa que le ofrecía su subordinada.

Encajó la aguja en la tapa para extraer todo el líquido. Finalizado, volvió a depositar el pequeño frasco en su bata. La enfermera extendió su mano dándole entender que ella lo haría, pero Baecker, se negó.

Con un ademán, le pidió a los guardias que se alejaran de la paciente y al estar cerca, pudo distinguir los lamentos: seguía llamando a ese tal Bill y de vez en cuando, pronunciaba el nombre de “Jeny”. Aunque sabía que era muy poco probable que se tratase de la misma Jeny que él conoció, el simple hecho de escuchar su nombre proviniendo de Kimberly, le causaba escalofríos. Echó una mirada rápida a las paredes notando que había menos dibujos que en su última visita…

—¿Dónde está Gustav? —aquella pregunta hizo que clavara los ojos en la paciente.

Se sorprendió un poco al ver su mirada: desafiante. Estaba molesta y pudo distinguir que había recobrado la calma.

La mandíbula de Kimberly se endureció y decidida, lucho un poco más para poder zafarse del amarre contra su cama. Baecker sonrió de lado.

—Él se fue.

Los dientes de la chica se apretaron.

—¿Dónde está? —cuestionó nuevamente ignorando la respuesta.

Jeny y Bill se habían ido. El Dr. Jost, Tom y Gustav, ¿también? Eso era imposible. Tom le había explicado que Baecker estuvo toda la noche sobre él, impidiéndole acercarse a su habitación. Por culpa del Director no pudo ver a su querido guardia cómo se debía y ahora, ¿estaba haciendo lo mismo con Gustav?

Este lugar es peligroso.

Esas palabras sonaron de pronto en su cabeza. Eso siempre lo supo pero que provinieran de Bill las hizo más alarmantes. Algo estaba sucediendo.

—No te preocupes por él —murmuró preparando la jeringa. Kim se estremeció al sentir la aguja rozar su brazo e hizo un último forcejeo.

—¿Dónde está el Dr. Jost?

—Yo estoy encargado de ti ahora —respondió comenzando a inyectar el medicamento.

—¿Dónde está Tom? —preguntó por último, interrumpiendo el remedio.

Baecker se agachó para quedar a la altura de su rostro. Su semblante se endureció haciendo que una lejana alarma sonara en el interior de la paciente anunciando “peligro”.

—¿Qué es él para ti… qué son todos ellos —corrigió— para ti?

Kimberly sonrió con altanería.

—No es de su incumbencia.

Un gruñir proveniente del Director se escuchó y lo que vino después ocasionó que todos los presentes lo miraran atónitos y un poco asustados. Era la primera vez que le veían hacer algo cómo eso: El director siempre había sido una persona respetuosa ante sus queridos pacientes.

Kimberly mantuvo sus ojos bien abiertos mirando la pared que yacía en su lado izquierdo: debido a la bofetada proveniente de su “Doctor”, su cabeza giró. Aun sentía el dorso de la mano plasmado en su mejilla derecha, le ardía, le ardía mucho. Baecker le había golpeado con tanta furia que ni siquiera él fue capaz de reaccionar ante ese cruel gesto hasta que vio el rostro de sus trabajadores.

—A veces es necesario castigar a estas criaturas o sino, terminarán siendo ellos los que te castiguen. Y eso, no se puede permitir —les informó dándoles la espalda para terminar de inyectar a la insolente paciente.

La enfermera y los dos guardias voltearon a verse tratando de digerir aquellas palabras para darle la razón. Después de todo, eran personas abandonadas por sus semejantes, ¿qué importaba lo que hacían o no con ellos?

Kimberly quedó sedada, otra vez, injustamente.

Los subordinados salieron detrás del Doctor. El guardia moreno que había sostenido a la paciente se encargó de cerrar nuevamente la pesada puerta no sin antes dirigirle una última mirada a la chica que yacía inconsciente en la cama.

Sonrió con malicia. Era linda… ¿quién se daría cuenta si abusaba de ella? Negó entre risas, la falta de sexo en su vida le hacía delirar aunque… no era mala idea. Segundos después, se unió a sus compañeros.

Baecker seguía sumergido en sus pensamientos: increíblemente, no había sido necesario su participación para regresarla a su estado. Entonces, confirmó que para ella ya no existía cura. Eso le tranquilizó. Aun así, seguiría tomando sus precauciones. Iba a seguir con su propuesta de mantener a Jost y a esos dos guardias alejados de ella. Sería un buen experimento ver cómo la paciente reacciona a causa de su ausencia…



Maldito día, estúpido Baecker, estúpidos pacientes aburridos. Negó. Ellos no tenían la culpa. ¡Estúpido Baecker!

Él sólo quería pasar un rato con ella, sólo eso. Además, ¡estaba en su posición de trabajo! Gruñó con molestia… se sumaba otro día sin verla. Maldición.

La extrañaba y moría de ganas por volverla a tocar.

—Pero esta noche será diferente —aseguró refunfuñando con su vista pegada a sus pies. Al figurar que llegaba a su puerta, levantó la mochila (que llevaba arrastrando desde que entró al edificio) dispuesto a buscar sus llaves.

Pero se quedó inmóvil al darse cuenta que encontró otra cosa…

—¿A… Andreas?

Su amigo, quién no respondió, se levantó con cuidado de su lugar que era, a un lado de la puerta de Tom, y caminó hacia él.

—¡Agh!

Tom retrocedió varios pasos hasta dar con la pared: Andreas le había propinado un fuerte puñetazo en su mejilla que, de seguro, le dejaría un gran moretón. Inconsciente, se llevó una mano hacia donde había recibido el golpe y lo miró aturdido, ¿qué fue todo eso?

—¡Qué demonios sucede contigo!

—¿Conmigo? ¡La pregunta es qué pasa contigo! —Tom subió la guardia está vez—. ¿Quién te crees para desaparecer de la nada? No respondes mis llamadas ni las de Iris, no nos buscas, nos ignoras… ¿por qué Tom? —no respondió—. Supimos lo que sucedió: tu padre… Gordon, nos avisó. Iris y yo sólo queríamos saber cómo estabas, darte nuestro apoyo. Ya sabes ¡cosas que amigos hacen!

—¡Pues ya me ves, estoy bien! —gritó igual de histérico que Andreas—. Una cosa tan trivial como eso no me iba a tumbar…

—Tom, era tu padre —le recordó sorprendido.

—Tú mismo lo dijiste, era —suspiró—. Agradezco que tu e Iris se preocupen por mí pero… simplemente, he decidido no encerrarme más en ese mundo de luto que no me corresponde —informó abriendo la puerta de su departamento.

Andreas entró tras él.

—Supongo que está bien —soltó—. Te has castigado por lo sucedido con Bill, me alegra saber que por fin te diste cuenta que no fue tu culpa.

Los ojos de Tom se cerraron con pesadez.

—Todavía no me siento listo para hablar sobre eso.

Andreas cerró su boca de golpe y asintió aunque sabía que no lo vería ya que le estaba dando la espalda. Un momento… había algo raro en su amigo, uh… ¿su ropa? No. ¿Engordó? Tal vez…

—¡Trenzas! —soltó señalándole.

—Me veo bien, ¿no?

—¡Te ves como un intento de rapero negro americano! —gritó aun sin poder asimilar el repentino cambio de look.

Tom resopló encogiéndose sobre sí mismo. Ese comentario le arruinó el día pero de una manera, le dio mucha gracia.

De la nada, ladeó su cabeza.

—Te ves más frentón —dedujo entrecerrando sus ojos.

El aludido sintió que su cuerpo se ladeaba ante ese comentario pero rápidamente se repuso y le encaró furioso: —¡Mi frente no es tan grande, maldita sea!


Nota final: LOL, Tom y su frente xd ¿nadie notó eso cuando recién se hizo las trenzas? HAHAHAHAHAH a mi amiga Andrea y a mí nos daba demasiada risa ok ya xd. Regresando con Kimberly... vuelvo a preguntar: ¿quién es el loco aquí >:c : Baecker o Kim? D: hahaha y Sam... ¿qué habrá hecho con Bill? o.o ~ ¡gracias por leer! :3 

1 comentario:

  1. El loco es Baecker!!
    Ay y ese nuevo guardia q le pasa?? Sera u estorboo..
    Yo quiero q Tom y Kim esten juntos .. Me encanta cuado lo estan xD sii q havra pasado con Bill y Sam. Tom se enterara de la crisis de Kim y q nombres dijoo??

    siguelaa prontooo.. Bye cuidate ;-)

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