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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

31 mar 2013

Capítulo sesenta.



—Ven conmigo, por favor.

Aquella oración golpeó fuertemente las paredes de su interior haciendo un profundo eco en sus oídos. ¿Ir con él? O sea, ¿escapar? ¿Salir? ¿Tener una vida afuera de esas cuatro paredes? Ser libre… tembló.

Su cuerpo se estremeció al sentir los brazos de Tom atraparla más y más. Todavía no se sentía preparada para sentir nuevamente una fuerza mayor contra su cuerpo, dios, sólo quería olvidar esa sensación de impotencia y agobio, desesperación, asco… ¡furia! Ese guardia, ese maldito guardia arruinó todo el poco equilibrio mental que había logrado mantener con tanto esfuerzo: en un abrir y cerrar de ojos todo se derrumbó, se sentía como antes, se sentía quebrada. Parecía un cuerpo sin alma. Todo por él, ¡por ese tal Roy! La había tocado de una manera ruin y asquerosa, se había atrevido besarla. Estaba decidido en cruzar la línea, ¡maldito, merecía morir… merecía…!

—Tom —sus ojos se abrieron de par en par.

Sobre el hombro de su guardia apreció muy bien como otros dos hombres de blanco ayudaban a su atacante a ponerse de pie, pero habían más, muchos más. Todos estaban en el marco de la puerta, esperando algo. No. Esperando a alguien.

«Baecker», su cabeza dolió.

Era un poco más alto que sus subordinados, pudo distinguirlo sin problema y gracias al brillo de sus gafas supo que se aproximaba a paso tranquilo hacia el interior de la habitación y luego, como perros falderos, venían ellos y otros hombres con uniforme azul oscuro.

¡Maldición!

Una alarma se encendió en su cabeza, era una de advertencia. Esos hombres no estaban aquí por razones buenas: los conocía, ella había visto a unos con ese uniforme cuando había sido el asesinato del paciente de al lado. Tipos como ellos estaban en la misma sala donde la interrogaban, protegiendo al detective que quería sacarle la verdad a la fuerza. Kimberly estaba segura que en cualquier momento iba a golpearla, le tenía miedo y la vez, lástima. En su interior, se burlaba de él: ese detective no tenía ni la menor idea de lo que sucedía, estaba perdido en el tema y moriría sin saber la verdad de ese extraño caso. Eso era divertido, sí, lo era.

Pero en esta situación, no había diversión por ningún lado, no, se sentía inútil, tonta e inservible. Aquí ella no tenía la ventaja, de nada.

—Juro que esto no volverá a pasarte pero por favor, ven…

Su voz le recordó que él no tenía ni la menor idea de lo que sucedía a sus espaldas. Debía advertirles, ¡los hombres uniformados se habían adelantado!

Silencio en su cabeza.

Silencio alrededor.

Por dios, ¡venían por él! No, no podían llevárselo, no, ¡no pueden separarlo de ella!

—¡Tom! —su voz por fin entró en los oídos del aludido, alertándolo pero… era tarde.

Cuando giró su cabeza para ver hacia atrás, dos policías se abalanzaron contra él. Uno de ellos, golpeó sin querer a la paciente con sus esposas, lográndole raspar su mejilla izquierda: aquel hombre se había abalanzado con el fin de deshacer el abrazo entre el guardia y ella.

Kimberly no se quejó. Sintió más el dolor de ver a su pareja siendo inmovilizado por esos hombres que el dolor de ser perforada por ese material que, ella creía, se trataba de una clase de metal o aluminio.

Lo esposaban, ¿por qué? ¡Él no era el culpable...! Lo escuchaba quejarse, uno de los oficiales aprisionaba su cabeza contra el suelo, parecía que quería aplastársela en ese momento. Tom, dios, basta, ¡lo lastiman! ¡¡Lo lastiman!!

—¡¡Tom!!

Y ese grito, se perdió en la habitación.




—¡Ahh! —soltó con satisfacción al darle una probada a su recién hecho café cargado. Eso era vida.

Se relamió los labios al tiempo que se sentaba y acercaba la silla hacia los monitores, lo cual, fue un trabajo fácil gracias a las rueditas de ésta. Respiró hondamente, de regreso al trabajo. Dejó su taza de café color blanca con el símbolo de la Institución mental en color verde viendo hacia el frente y se enfocó en cada monitor que brindaba imágenes de color azul: todo en orden, como siempre. Los pacientes dormían (algunos, ya todos tenían bien en claro que muchos se escondían las pastillas para dormir debajo de la lengua y después, la tiraban. Ya era normal), los guardias hacían el recorrido en sus respectivas zonas, el patio estaba solo, no había señales de intrusos, Tom iba hacia la habitación de Kimberly.

—Espera… ¿qué?

Se aproximó a los controles de cada cámara de seguridad, encontrando la que correspondía a la del último piso, giró el botón haciendo que la imagen se acercara más hacia el guardia pelinegro. ¡Era Tom! ¿Pero que hace ahí tan temprano?

Con su pies, empujó la silla hacia atrás buscando el reloj de pared que yacía a un lado de la puerta. Era apenas media noche y se volvió a preguntar ¿qué hace por esos rumbos a esas horas? Bah, idiota, sólo iba lograr que lo descubrieran y si era así, él no iba a meter las manos al fuego por él: Georg no vio, ni sabía nada de esas visitas. Sí, así de simple.

—M… maldición —su labio inferior tembló. Por supuesto que no dejaría morir a un amigo pero, agh, ¡tenía que ser tan estúpido! Si los descubren, podrían perder el empleo y él no podía perderlo, necesitaba el dinero. Maldito Tom, maldito descerebrado. Suspiró—. Tenías que ser un joven enamorado, ¿eh? —dijo sin más volviéndose a acercar hacia los monitores.

Podía apreciar que estaba tranquilo, ¿habrá pasado algo… bueno?

—¿Georg?

—¿Hm? —como acto reflejo, se giró completamente al escuchar que una mujer lo llamaba. Miró a su alrededor. Estaba solo, idiota, es obvio que nadie le habló. Pero seguía inquieto, así que se levantó, abrió la puerta y asomó su cabeza por el oscuro pasillo… nada. Seguía estando solo.

—Qué extraño —aseguró rascándose con suavidad la nuca mientras volvía a su puesto de trabajo—. Debo dejar la cafeína…

Su cuerpo se heló. Había una mujer justo enfrente de él, no, era solamente la silueta de una pero, al momento de parpadear, ya no había nadie. Refunfuñó por lo bajo mientras se tallaba con brusquedad los ojos, parpadeó un par de veces más y al confirmar que nada estaba ahí, tiró completamente el café en el pequeño cesto de basura.

Ya no más café, en definitiva.

—Necesito descansar…

—¡Georg! —el chico se giró. Esta vez, nada era una alucinación—. Ven rápido, Kaulitz se salió de control, ¡está golpeando a Roy!

—¡¿Eh?!

—¡Muévete, Listing! —exigió su compañero sacándolo de su puesto de trabajo de un jalón. Los pies de Georg toparon entre sí, no se movía, no podía hacerlo. Si no fuera por el otro hombre que lo llevaba casi a rastras Georg seguiría en su puesto digiriendo las palabras que acababan de ser dichas.

Tom… ¿peleando, aquí, en frente de Kimberly? ¿Qué está pasando?

—Georg… —susurró Jeny sintiendo extrañamente un nudo en su garganta.

No pudo advertirle a tiempo.

No rescató a Kimberly a tiempo.

No era buena amiga, ¿verdad?

Miró hacia el monitor que era exclusivamente hacia el último piso. Las cosas se saldrían de control pronto dándole a Baecker más control sobre los pacientes y más poder sobre Kimberly… ella no iba a permitir que le hiciera lo mismo, no, ¡no se iba a dar por vencida!

Sus ojos se abrieron deteniendo toda esa ola de pensamientos, no estaba sola.

Bajó su mirada hacia su hombro, alguien lo sostenía.

—¿Bill? —alzó su mirada—. ¿Quién es él? —aquel chico rubio, se le hacía conocido más no recordaba donde lo había visto…



El trato estaba hecho, el plan era perfecto. Sólo… quedaba una cosa insignificante por aclarar.

—No habrá coito, ¿entiendes? —la mano de Roy se detuvo a unos centímetros de la perilla—. Creo que era algo explícito, pero como eres tan idiota, supuse que tenía que decírtelo de nuevo, esta vez, de una forma más clara.

—Y con “clara” quiere decir “directa”.

—Así es.

Silencio.

—Lo comprendí desde el principio, Director —escupió entre dientes—. Sé que me las llevo a de perder… estoy jugando con fuego, uno que usted comenzó —dejó en claro mirándole por el rabillo del ojo.

Baecker entrecerró sus ojos.

—Te puedes ir, Roy.

Aquel guardia no era idiota, lo sabía bien. Pero aun así, fue lo suficientemente estúpido para acceder convertirse en otro peón más en su tablero. Los deseos impuros, egoístas y distorsionados nos hacen doblegarnos con facilidad, eso le sucedió a Roy, eso le sucedió a Tom y eso le sucede a Baecker.

Miró a su alrededor, sus marionetas posicionándose a su alrededor: él manejaba los hilos, él era el que mandaba, esa era su institución, su castillo, nadie podía derrotarlo, nadie. ¿Escuchas Kaulitz? Tú no eres rival, no eres más que un simple niño llorando por la pérdida de su hermano. Eres débil, sí, eso eres. Y hoy, por fin, te sacaría del juego.

Una escondida sonrisa se formó al confirmar que cuatro policías venían tras él. Esto era más fácil de lo que había creído: desde el supuesto suicidio de uno de sus pacientes, constantes patrullas comenzaron a rodear la manzana del hospital, trataban de vigilar el recinto más que nada, querían confirmar algún movimiento sospechoso. Al parecer, el detective encargado del caso no se fue conforme, ¡pero qué más daba! Ni siquiera él tenía la menor idea de lo que ocurrió aquella noche.

Sea como sea, en ese momento agradeció aquel accidente. De no ser así, el plan no estuviera marchando tan bien.

Ya podía escuchar los gritos de Kaulitz y también, podía escuchar los golpes que le propinaba a Roy. Pobre, se podía imaginar lo que estaba viviendo en esos momentos y estaba seguro de que si no aceleraban el paso, lo mataría. Perfecto, que lo haga, eso haría más simples las cosas.

—¿Mh? —algo no marchaba bien, ¿por qué ya no se escuchaba nada? Tal vez, Tom ya mató a Roy… no, ¿tan rápido? No lo creía, sería imposible—. Rápido —y con esa simple orden todos los de a su alrededor corrieron a rebasándolo, los había alarmado y para ser sinceros, él también lo estaba.

Cuando llegó por fin, supuso que los policías ya habían entrado a poner cierto orden; sus subordinados yacían amontonados en la puerta, peleando inconscientemente para lograr ver todo el espectáculo. Malditos estorbos. Los empujaba con algo de brusquedad pero al fin y al cabo, logró posicionarse en primera fila y fue ahí cuando vio todo lo que quería ver: un Roy moribundo, un Tom criminal y una Kimberly destrozada.

«Mi plan funcionó, ¡mi plan funcionó! —gritaba en su interior triunfante. Quería reír, quería gritar, ¡estaba tan feliz! Pero todos aquellos sentimientos se contrajeron al sentir la dura mirada de su frágil paciente en él, ¿qué era eso? Parecía… que lo estaba matando, ¡se estaba imaginando matándolo!—… Ya no hay marcha atrás»

Dos de sus subordinados lograron levantar a Roy con mucho cuidado (como si al hacer un movimiento en falso, una extremidad de su cuerpo pudiera desprenderse), y con paso firme y delicado lo sacaron de ahí. El casi inconsciente guardia logró hacer su último movimiento de la noche, antes de desmayarse: fue verlo. Le dio una mirada furtiva al momento de pasar a su lado y Baecker logró atajarla, éste sonrió entre dientes y su desquiciada sonrisa se anchó más al leer los labios de su cómplice:

“Maldito”

“Cumplí mi parte del trato… ¿estás feliz ahora?”, esas palabras fueron transmitidas en aquella débil mirada…

“Maldito”, y esas palabras fueron las pronunciadas antes de caer inconsciente.

Sí, estaba feliz.

—¡Llamen a una ambulancia! —sintió como todos los que estaban a su alrededor hacían movimientos torpes: todos querían ayudar, pero nadie sabía cómo. Al final, decidieron irse de ahí y auxiliar a su querido compañero Roy, qué bien, que lo hagan. Pero él no se movería de ahí, ya que en esa habitación, yacía su futuro.

—No le hagan daño, ¡no lo lastimen! —ese grito ahogado atrajo la atención de los últimos presentes en la escena.

Kimberly se veía tan linda. Entonces, se preguntó si realmente era un enfermo al pensar algo así en una situación como esta: verla tan frágil, desesperada, llorando por él… nunca la había visto de esa manera y es que ¿cómo? Ella era más fuerte, más decidida, más fría, ¿por qué estaba así y luego… por él? No llores Kimberly, no vale las lágrimas… no llores.

Parecía que quería avanzar hacia ellos, pero algo en su cuerpo se lo impedía. Pensó que de alguna manera sus piernas se habían adherido al piso para evitar que se moviera y así, también, evitar que sufriera algún daño. Bien hecho. Estaba agradecido. Aun así, su brazo derecho estaba extendido hacia él, queriendo alcanzarlo y su otra mano estaba pegada a su pecho, tratando de soltarse de la presión que sentía. No te esfuerces Kim, por favor, no.

Sintió como una fuerza mayor alzaba su cuerpo y lo ponía de pie contra su voluntad. Aquellos dos policías habían terminado, era momento de sacarlo, de alejarlo de ella, tal vez, para siempre.

¿Siempre? Eso era mucho tiempo.

—No iré a ningún lado

—¿Dijiste algo? —sus brazos temblaron.

—¡¡No iré a ningún lado sin ella!!

La boca de Baecker se entreabrió y luego, la cerró con fuerza rechinando sus dientes. Maldito, todavía tenía la fuerza suficiente para amenazarle. Eres un maldito, Kaulitz.

Tom podía ser un llorón pero eso no significaba que no sabía defenderse. Había muchas cosas que no sabían sobre él, cosas que eran mejor olvidar pero, eso no quería decir que no estuviese agradecido, después de todo, aprendió muchas cosas.

El cuerpo de Kimberly se tensó al verlo ante tal situación: sin problema alguno logró zafarse del guardia que sostenía su brazo y con un movimiento le propinó un golpe en el estómago brindado de su rodilla derecha. No lo pensó cuando se lanzó contra el otro oficial, pero con ese, lo único que hizo fue empujarlo con todas su fuerzas contra la pared, logrando sentir como su espalda tronaba. Eso sería suficiente.

Cuando volvió en sí, lo tenía a su altura. Estaba arrodillado, justo como ella.

—T… Tom —no podía tocarla, sus esposas lo impedían. Tenía sus manos por detrás. Le ha de doler, estaba segura—, perdóname —susurró rodeándolo con sus brazos.

Pudo sentir como trataba de acariciarla apegando su cabeza con la de ella tratando de moverla con suavidad. ¿Qué había pasado? ¿En qué momento todo se convirtió en un infierno? ¿Por qué hoy, por qué ella, por qué él?

—No me iré, te lo juro. Volveré, ¿me escuchas? Volveré por ti Kim… ¡lo haré!

Ella lloró.

—Llévame contigo, ¡vámonos ya!

—Lo siento —susurró con una sonrisa vacía—, pero a donde voy… es un lugar donde no debes estar —su playera comenzaba a sentirse húmeda, Kimberly lloraba más y más y Tom volvía a sentirse patético. No podía cumplirle.

—¡Pero tú dijiste que me sacarías! —gritó a todo pulmón, robándole el aliento—. Lo dijiste, hace quince minutos… ¿ya lo olvidaste? ¿Por qué no lo cumples? ¡Llévame!

Tenía razón lo dijo, lo grito, lo deseó pero… no ahora, ellos no se lo permitirían.

—¡Maldición! —gritó logrando distancia entre los dos—. Escúchame, pase lo que pase, no bajes tu guardia, ¿entiendes? No estás sola. Volveré por ti y esta vez es en serio.

Sollozo.

—¿Por qué no ahora?

El chico miró hacia atrás. Los policías ya venían.

—Me surgió un asunto que tengo que resolver. Cuando lo haga, estaremos juntos.

—¿T… Tom?

—Te amo, Kim.

La chica negó. Nada iba bien, nada.

—Quédate… por favor. ¡Por favor!

—Yo soy el que debe pedirte disculpas.

—¿Q…qué?


Se escucharon terceros, ¿más hombres de uniforme azul? Los otros dos entraron con bastones en mano. Lo golpearon, golpearon a Tom en la nuca y él, como consecuencia, cayó inconsciente sobre sus piernas.

—Tom… ¿Tom? Abre los ojos, ¡hazlo! —Exigía moviendo su cuerpo, golpeando su espalda, pero nada— ¡¡Tom!! No, no se lo llevaran —acto reflejo, tal vez, pero al captar movimiento a su alrededor, lo único que se le había ocurrido hacer fue cubrir el cuerpo del guardia con el suyo. Nadie lo tocaría, nadie lo lastimaría.

«Debes reaccionar, por mí, por favor. Tom, yo también te amo, vamos, despierta, ¡despierta!», las lágrimas seguían saliendo sin control. Lo único que quería hacer era abrazarlo y jamás soltarlo pero aquellos policías frustraron su sueño: se lo arrancaron de las manos sin piedad alguna.

No… no, ¡no!

—¡Es mío! —gritó logrando detener a uno de los policías, aferrándose de su pierna—. No me lo quiten, es mío. Él es quién me da fuerza para seguir adelante, por favor n… ¡¡agh!! —lo que haya sido, le ardió en su espalda.

Confundida, giró su vista hacia atrás, encontrándose con su atacante quien sostenía también uno de esos bastones.

—Ba… Baecker. —Gruñó soltando al oficial—. Todo es tu culpa —aseguró tratando de reincorporar su tembloroso cuerpo. Cuando lo logró, se puso de pie: no se dejaría vencer por él.

—Aquí tiene, oficial —agradeció entregándole el arma. El aludido la tomó estupefacto ante ese acto de violencia. Sabía que él era el encargado y que las personas que yacían en aquel recinto ya no tenían derechos pero… ¿eso había sido lo correcto? ¿Pegarle?—. En unos minutos estaré con ustedes. Pueden llevárselo.

Uno de ellos asintió y Kim sólo miró por el rabillo del ojo como se llevaban a su guardia: sus piernas arrastraban el piso, realmente había perdido el conocimiento. Malditos, eso no se iba a quedar así.

—Devuélvemelo.

—Alguien tan peligroso no puede estar cerca de esta institución.

—¡Devuélvemelo!

—No puede estar cerca de ti.

—¡Maldita sea Baecker, devuélvemelo! —otro golpe, de nueva cuenta, había sido una bofetada.

—¿Ya se te olvidó quién manda aquí? ¡Manteen el respeto que me merezco, mocosa! —silencio, así estaba mejor—. Él no volverá, de eso me encargo yo. Vete haciendo la idea, Kimberly: estás sola, de nuevo.

—No…

—¿Creíste que no sabía del estúpido amorío que escondían?

—Tom…

—¡No nací ayer, no soy imbécil! —rió—. Imbéciles ustedes, que quisieron llevar su romance en mis dominios. Hoy, Kimberly, obtuviste el castigo por desafiarme.

Un sollozo más.

—T… Tom…

—No lo volverás a ver. Te lo juro.

Ya le ardían sus ojos y sin verse en un espejo, estaba más que segura que ya los tenía hinchados. ¿Qué había hecho para merecer eso?

Nada.

—¿Bill, Jeny? —susurró al sentir un par de “soportes” sobre sus hombros.

—No lo escuches —pidió Jeny.

—Tú no estás sola.

Sus manos se apretaron. Tenían razón, ella jamás iba a estar sola.

Tenía Jeny de un lado y Bill del otro. Ambos sosteniendo con firmeza sus hombros, dándole la confianza suficiente para no caer y, detrás de ellos, estaban todas las almas que vagaban sin rumbo por los pasillos del hospital (aquellas que no ha sabido cómo controlar), estaban molestos, agitados, todos querían matarlo, todos querían apoyarla. Todos iban a pelear.

Sam entrecerró los ojos y los labios de Kimberly se apretaron. Estaba a su lado, podía sentirlo.

—Eres tú contra nosotros, Baecker.




Nota final: chaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaan(8) es un capítulo corto, pero se me complicó en escribirlo. Quería que todo estuviera perfecto, espero haberlo logrado:(, disfruten de la lectura *-*


Feliz cumpleaños, Georg

2 comentarios:

  1. Muerooo!! Maldito Beacker!!
    Pore Tom..e dejas angustiadaaa..
    Yo queria q se llevara a Kim de una vez..
    Ojala venga pronto por ella..
    Kym no esta sola :D
    amo tu fic xD
    bye cuidate

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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