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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

4 abr 2012

La dama y el payaso. [cuento]

*Nota: Este cuento no es referente a ningún miembro de Tokio Hotel.  


El circo había llegado al pueblo, iluminando sus calles con papelitos de colores, música de carnaval, animales, trapecistas, acróbatas, enanos, magos, edecanes y payasos; a la cabeza del desfile, se encontraba el maestro de ceremonias, invitando con su inigualable y poderosa voz a que las personas salieran de sus casas dispuestos a disfrutar de un agradable día lleno de diversión y sorpresas para chicos y grandes. Los pueblerinos no tardaron en unírsele y al acto todos comenzaron a reír, bailar y jugar junto con los cirqueros, los niños jugaban con los payasos y los animales; el maestro de ceremonia tomó de la mano a una pequeña niña para guiarla hacia la gran y majestuosa carpa que se veía no muy a lo lejos y que todos sabían que prometía un millón de sorpresas que los dejarían encantados.
— Quisiera estar ahí –susurró Amy acariciando la ventana que le permitía contemplar aquella escena. Ella tenía 18 años y nunca había estado en un circo, nunca se le había permitido salir de la casa, ella era una prisionera y de su propio padre: Joseph. 

Poca gente del pueblo la habían visto, muchos ni siquiera sabían de su existencia pero aquellas escasas personas juraban ante los demás que Amy era una de las mujeres más hermosas que sus ojos habían visto jamás y esto era lo que decían: “Ayer pasé por la casa de aquél señor llamado Joseph, siempre pensé que vivía solo, pero hoy me di cuenta que he estado equivocado, con él, vive una mujer, una dama al parecer, no vi mucho, sólo su rostro reflejado en la ventana del segundo piso ¿cómo me percaté de su presencia? Porque sentí su mirada, su triste mirada quemándome el alma, no aguanté más así que miré hacia arriba y me encontré con unos grandes ojos azules, así como el mismísimo mar en un día soleado; su piel era blanca y estoy seguro de que era suave, su cabello largo y negro como la noche más oscura que ha existido me dejaron completamente impactado y noqueado ante tanta belleza, pero, de un parpadeó, la ilusión se fue, ella ya no estaba más y la vista de la ventana se encontraba cubierta por unas cortinas… estoy seguro de que el anciano Joseph la oculta y es por miedo a que venga un caballero y se la quite”. Amy era hermosa y ella no lo sabía, su inocencia se lo ocultaba vilmente al igual que su posesivo padre. 

Amy, ansiosa, seguía observando como el desfile pasaba frente a la ventana de su casa, nadie se percataba en ese momento de que ella estaba ahí, implorando salir, todos estaban ocupados viviendo su vida, viviendo ese lindo momento que Amy quería vivir también.

El desfile había terminado, al menos en su calle, frente su casa, ya no había nada más que ver, así que decidió correr nuevamente las cortinas para tapar su vista hacia el mundo y volver a su encierro pero se detuvo, al parecer, el carnaval no había terminado, frente a su ventana se había quedado de pie un payaso con poca pintura en su rostro: sólo tenía maquillada su nariz, su boca, y el contorno de sus ojos cafés oscuro, su cabello era corto, despeinado y de color castaño, tenía por vestimenta una playera blanca sencilla y unos jeans casi rotos que hacían juego con unos desgastados zapatos. Amy, ladeó su cabeza ¿qué hacía él ahí, por qué se detuvo, por qué no siguió a los demás? El payaso le sonrió y alzó su mano mostrando una bella flor color rosa, Amy, anonada, no supo cómo reaccionar ante el gesto del payaso y se escondió, a los pocos segundos, su curiosidad despertó y se volvió a asomar por la ventana pero el payaso, ya no estaba. Se encogió de hombros. Al parecer, ya se había ido al circo… como todos. 

— Lo seguiré –se armó de valor para pronunciar aquellas palabras, quería saber el porqué le enseñó aquella flor. 

Con cuidado, bajó las escaleras y se detuvo para asomar su cabeza por la puerta de la cocina: su padre se encontraba dormido a causa de los efectos del alcohol y eso le dio más valentía a Amy ya que pensó que gracias a ello, jamás se daría cuenta de que salió. De prisa pero sin hacer ruido llegó a la puerta principal, pero claro, se encontraba cerrada bajo llave; “¿ahora qué hago?”, se preguntó mirando a su alrededor.
Un carraspeo la asustó y se giró bruscamente, pero volvió a respirar al confirmar que su padre no se había despertado, sólo había roncado y se movió un poco aflojando su mano para así, dejar caer un objeto dorado. Amy, curiosa, se acercó nuevamente hacia él y se agachó para ver aquél objeto, era una llave ¡era la llave! De inmediato, la agarró y sin perder más tiempo abrió la puerta y por primera vez, salió. Amy pudo sentir el aire fresco rozar su piel, era helado, pero a ella no le incomodaba para nada, al contrario, le fascinaba tanto que no pudo evitar soltar una sonrisa; antes de avanzar, guardó la llave en la bolsa de su vestido celeste y después, como una bebé dando sus primeros pasos, empezó a caminar por aquellas calles desconocidas llenas de secretos y alegrías. Miraba el mundo con extremo asombro, todo era maravilloso aunque el día fuese gris y los árboles no tuviesen vida, de alguna manera, era bello para sus ojos azules. Amy, se detuvo en seco al ver a lo lejos el circo y sin evitarlo, miró hacia atrás, dónde se encontraba su casa. Sonrió. Ella ya corría hacia aquella grandiosa carpa llena de sorpresas. 

Todo el pueblo se encontraba reunido festejando la diversión que aquél circo brindaba: Amy aplaudió el truco del mago, se asustó al ver a un hombre escupir fuego, se asombró al ver a los trapecistas en lo más alto y rió ante el acto de los payasos. ¡El payaso! Lo había olvidado. Acelerada, comenzó a buscarlo por todas partes sin dejar de asombrarse sobre lo que el circo le compartía en cada rincón, era increíble todo lo que se perdió en estos 18 años sólo por el egoísmo de su padre. 

— Lo-lo siento –tartamudeó al chocar a espaldas de alguien, de aquél payaso- ¡tú! –el payaso se giró y al verla, sonrió. Amy bajó su vista y se percató de que aún tenía la flor en su mano; no pudo evitar entrecerrar sus ojos al recordar el recorrido que ella hizo por el pueblo: toda planta estaba muerta, no había siquiera una hoja con su grandioso color verde, ¿cómo él pudo obtener una flor viva y radiante? — ¿de dónde la sacaste? –preguntó por fin. El payaso vio que el delgado dedo de Amy señaló su flor; lo único que hizo fue alzarla hacia ella y con una sonrisa, le respondió:

— La encontré en una casa, me sorprendió al ver que fue la única flor que sobrevivió a esta época del año, pero después, al ver a una chica en la ventana, supe que aquella flor era el símbolo de belleza y pureza de la dama que ahí vivía… tu. 

Amy, sintió un cosquilleó en su estómago, una sensación desconocida para ella, algo que muchas personas lo relacionaban como una señal del sentimiento: amor. 

Con un poco de nerviosismo, tomó por fin aquella flor con sus dos manos rozando los dedos del apuesto payaso. Los dos sonrieron y sus mejillas se ruborizaron, el payaso había tomado las manos de Amy con el deseo de no dejarla ir jamás, pero aquello no se podía cumplir: el joven sintió como la mano de Amy se resbalaba de la suya, ella destruyó aquél agarre y retrocedió dos pasos, tenía que irse y al ver su triste mirada, la mirada que le caracterizaba, el payaso sabía que se iba contra su voluntad. 

— ¿Volveré a verte? –Preguntó el payaso y sus hombros se encogieron. Amy no le respondió y corrió lejos de aquél lugar ya que sabía que si no se iba ya, no lo haría jamás. 

Como si el circo hubiese sentido la tristeza de Amy, toda la magia, risa, baile, música se apagó vilmente dejando aquella carpa en oscuridad y al payaso, sólo una vez más.
Amy, agitada y sin aliento, había llegado por fin a su prisión, su casa. Antes de entrar, miró la flor que tenía en su mano derecha y apretó más el agarre: aquella pequeña aventura había pasado hace algunos minutos y para ella todo le había parecido un sueño; lo único que la mantenía despierta, era aquella flor que le decía que todo había sido verdad. Con cautela, sacó la llave de la bolsa de su vestido y la metió por la cerradura girándola lentamente hasta que, por fin, la puerta se abrió. Al entrar, se percató que su padre seguía dormido, al parecer, se había tomado toda la botella del fuerte licor; Amy, soltó un suspiro de alivio y subió las escaleras para ir hacia su habitación. Se sentó sobre su incómoda cama y puso los pétalos sobre la palma de su mano y comenzó a acariciarlos. Sin darse cuenta, aquella sensación le había sacado una sonrisa y al recordar al payaso, el cosquilleo en su estómago se hizo otra vez presente… ¿Qué hacía ella ahí? ¿Por qué demonios se regresó a su casa, cuando por fin, logró ser libre? ¿Por qué no huía? Lo hizo una vez, podía hacerlo nuevamente, ¿Por qué... por qué no escapaba con aquél payaso? 

Una maleta rebotó sobre la cama, estaba decidida, se iba: guardó toda la ropa que se le hizo posible y cerró con todas sus fuerzas su “equipaje”. Sin más que hacer ahí, tomó la maleta y su flor — Oh, no –susurró alarmada al ver como un pétalo se desprendía, estaba muriendo. Deprisa, salió de su habitación y bajó las escaleras sin quitar su mirada de la puerta principal, estaba cerca de ser libre de una vez por todas.
— Amy –la dama se detuvo en seco al escuchar la voz de su padre, quien, miraba anonado la maleta que llevaba- ¿adónde crees que vas? 

— Lo siento padre… pero yo ya no puedo vivir encerrada por más tiempo –confesó caminando hacia la puerta y al sentir los dedos de su padre rozar su brazo, corrió saliendo de aquella casa de la que estaba segura, no iba a volver jamás. 

— ¡Vuelve, Amy! ¡Regresa, te lo ordeno! –gritaba furioso golpeando la puerta que no podía abrir ya que su hija, que aún conservaba la llave, la cerró. Ahora, él era el prisionero de su propio hogar. La joven no pudo evitar dar una sonrisa de victoria, era libre ¡por fin! 

El camino hacia el circo se le hizo extremadamente corto al imaginarse cómo sería su vida desde hoy, pero al llegar, todos sus sueños se desmoronaron: no había nada en aquél terreno, la mágica carpa se había ido llevándose a su querido payaso. Dejó caer la maleta a un lado suyo y la flor que moría poco a poco ya no la sujetaba con la misma fuerza; la tristeza se había apoderado de su cuerpo nuevamente y ahora, sin saber que hacer, se sentó sobre la tierra, soltó la flor y rompió en llanto: estaba sola y no tenía adonde ir. Sus sollozos eran fuertes que no pudo escuchar a la persona que se encontraba detrás de ella ni se percató de que tomó la flor para plantarla en la tierra y así, lograr que sobreviviera una temporada más. Amy, destrozada, se puso de pie y tomó nuevamente su maleta pero al no ver el obsequio que su payaso le había dado se asustó, ¿dónde la había dejado? Como loca, comenzó a buscarla y confundida se acercó hacia una flor que se encontraba plantada, era su flor, la distinguía ya que le faltaba un pétalo, ¿cómo había llegado hacia allí? 

— Sabía que volverías, por eso me quedé aquí a esperarte –le susurró su payaso al oído. Amy sonrió y lo abrazó fuertemente, esta vez, nada ni nadie los iba a separar. Al parecer, su sueño de ser libre iba a volverse realidad después de tantos años y ahí se dio cuenta: si deseas realmente algo, haces lo que sea por conseguirlo, sino, jamás lo lograrás… los sueños nunca se cumplen por si solos.






Aquí está el cuento :3 espero y les guste. Y bueno, sé que estoy fallando mucho con la novela y todo eso, he traído tantas cosas en mi cabeza que no se como reaccionar y que hacer :| pero no dejaré que esos problemillas me atrasen, debo aprender a controlarme y saber organizarme; no les fallaré por eso, sinceramente espero que mi mente se distraiga un poco mañana para poder regresar con todas las pilas el viernes:) y llenarlas de capítulos, oh si e.e no saben lo que les tengo preparado... ni se imaginan e.e esto no acaba aquí :p jajaja espero que disfruten esta pequeña lectura, las quiero <3

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2 comentarios:

  1. Que hermoso cuentoo me encantooo muchooo
    awww me emociona leer que nos tienes cosas preparadas para la fic... Osea se pondra mas interesante :-D bye

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