-

-
Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

6 may 2012

Capítulo veinte.



Jost logró el permiso de sacar a Kimberly de su habitación. Para su sesión del día, le tocaba a Kim ir a la pequeña oficina de su psicólogo, además, David pensó que le caería bien un aire un poco diferente.
En aquél piso, eran pequeños consultorios de los diferentes psiquiatras del hospital y las grandes ventanas te dejaban ver el enorme jardín de éste. Sus ojos, se encontraron con un enorme punto amarillo y al distinguir mejor, se dio cuenta que se trataban de unas enormes flores.

—¿Te gustan? Son girasoles.

Kimberly apartó su mirada para encontrarse con David quien la esperaba afuera de su consultorio, pero la curiosidad volvió a invadirla y volteó una vez más hacia donde se encontraban esos girasoles. David le hizo una señal a Gustav para que dejará el brazo de la paciente en libertad, el rubio la miró y accedió a la orden; los dos hombres observaron como Kim caminaba hacia el ventanal y apoyaba un poco su frente en éste para poder mirar los girasoles un poco más de cerca.

—Creo que le gustaron —le murmuró David a Gustav.

El rubio no hizo gesto alguno, solo se concentró en la paciente. Él ya lo sabía, sabía la fascinación de Kimberly hacia esa flor y lo curioso, es que algo en él le decía que ella no recordaba haberlos visto antes, ¿por qué lo olvidó?

—Hey Gus, ahí viene esa niña, ¿por qué no le hablas? —le incitó su abuelito mientras cuidaba la presentación del recién campo de girasoles.

—No creo que quiera ser mi amiga. —Murmuró apenado pasándole las herramientas de jardinería.

—Has un intento —insistió—. La pequeña se siente algo sola, anda, ve a hacerle un poco de compañía. Ella necesita estar con niños de su edad —explicó dándole un pequeño empujoncito—. Anda, ve.

El pequeño Gustav hizo una mueca de inseguridad y miró a su abuelo de reojo y después, miró a la niña que se encontraba sentada sobre una banca hecha de piedra, con una enfermera como su encargada. Pero ninguna de las dos hablaban, la enfermera trató de todos los modos posibles entablar una conversación, pero la niña no se prestó… ella solo quería irse.

—Ho… hola —saludó con un poco de tartamudeo—. ¿Cómo te llamas? —la niña lo miró por dos segundos y volvió a bajar su mirada; no le respondió—. Eh… no sé si te acuerdes de mí, pero yo estuve cuando el señor Jost te encontró en los arbustos. Me llamo Gustav. —La niña no habló y Gustav miró a su abuelito y subió sus hombros como en señal de que no había logrado nada con ella.

—¿Tu eres como yo?

Gustav abrió sus ojos al escucharla hablar y pasó saliva; al fin logró la conversación.

—¿Cómo tu?

—¿Tú también estás —hizo una pequeña pausa— loco? —Y ante esto, lo miró.

—Pues… mi abuelito me dice que si lo estoy —rió y al notar que logró sacarle una muy pequeña sonrisa, se sintió en confianza—. Entonces, si, estoy loco. No eres la única.

La niña giró su mirada hacia dónde yacía el abuelo del niño y Gustav se dio cuenta de ello.

—Son lindas esas flores.

—No son flores, ¡son girasoles! —Le corrigió riendo—, ¿quieres verlas de cerca?

—Yo… no sé —respondió con timidez.

—¡Anda, vamos! Será divertido —aseguró tomando la mano de la niña y casi a rastras, la llevó donde su abuelo. El señor le sonrió a la pequeña y miró a su nieto.

—Gustav, ¿quién es tu amiguita? —le guiñó el ojo en señal de complicidad.

—Eh… no me ha dicho su nombre abuelito.

—Me llamo… Kimberly.

Gustav volteó a verla y el señor, con cuidado, arrancó uno de los tantos girasoles que había y se lo acercó.

—Bonito nombre —halagó—. Aquí tienes.

—¿Por qué? —Preguntó Kim tomando el girasol.

—Porque una bonita niña como tú, debe tener una hermosa flor como ésta —respondió Gustav y los dos niños esbozaron una sonrisa.

Kimberly admiró el girasol con sus dos manos… exactamente como lo hacía su madre. A ella, también le encantaban los girasoles.

—Yo los conozco —murmuró ida—, los he visto —pero realmente, no logró recordar en donde.
—Kim, es momento de entrar —avisó David tomando su brazo.
La vista de la paciente seguía enfocado en aquél campo. Gustav la miraba confundido, ¿en qué momento le olvidó, en qué momento se olvidó de todo?

*

Era el segundo día del descanso de Tom, eran las cuatro de la tarde y él, sorprendentemente, seguía dormido; mientras tanto, su contestadora se llenaba de mensajes de su mejor amigo, a quién no ha visto en ya un tiempo y lo que contenían los mensajes era para avisarle, que estaba a punto de llegar a su departamento.

—¡Tom, abre! —le pidió tocando la puerta una y otra y otra vez.

—¡¿Qué mierda pasa contigo?! —Explotó abriendo un poco la puerta. Su cara era de muerte, le habían cortado de una horrible manera el sueño.

—Solo quería pasar a visitarte —respondió sonriendo y al ver que Tom seguía furioso, alzó una bolsa de plástico—. Traigo cervezas.

Y la puerta se abrió completamente. Esa tarde sería de amigos.

—No estoy de humor para ir por chicas —le avisó sobándose la sien.

—Vamos Tom, mereces divertirte un poco.

—No, ya no. —Aseguró dándole un gran sorbo a su bebida.

—Te estás castigando mucho, ¿no crees? El accidente no fue tu culpa, si no mueves el volante, tu no estuvieras en ese sillón en estos momentos.

—No quiero hablar de ello, hoy no.

—Bueno, entonces ¡vamos a salir! —Le rogó una vez— no estaremos mucho tiempo, por favor, extraño salir con mi mejor amigo.

Tom dejó su cerveza en la mesita del centro, se recargó completamente en el sillón y le ofreció una pesada mirada a su amigo.

—Ok, acepto, pero te advierto que me iré temprano.

*

Kimberly y Gustav detuvieron su marcha en la habitación del vecino de la paciente. Enfermeras y guardias se encontraban ahí adentro quién sabe por qué. Kimberly se tensó al imaginar de qué se trataba, deseaba que su conclusión fuera errónea pero algo muy dentro le confirmaba que todo tenía que ver con el alma que ha vagado últimamente por esos pasillos.

—Es mejor que te deje en tu habitación —dijo Gustav guiándola hacia allá y cuando cerró la puerta se dio cuenta de la mortificación que Kim plasmaba en su rostro—. Tranquila, todo estará bien —le prometió yéndose de ahí.

—No, nada lo estará —dijo con seguridad—. Nada lo estará, ¡nada lo estará! ¡¡Nada lo estará!! —Calló de golpe al ver aquél espeluznante ser frente a su puerta. El cuerpo de Kimberly se heló debido al miedo que sintió pero sus sentidos volvieron poco a poco al distinguirle una maldita sonrisa en el momento que esa alma miraba hacia la habitación de al lado. Eso le bastó para confirmar: aquella alma diabólica iba a hacer algo horrible y ella… ella debía de detenerlo a como fuera lugar, debía salvar al inocente paciente.

—¡¡Hey!! —Gritó a todo pulmón en el momento en que ese ser malvado desapareció—¡¡Hey!! —Volvió a gritar golpeando fuertemente la puerta y después, siguieron las patadas. Debía llamar la atención— ¡¡Oigan, alguien… ayuda!!

Dos enfermeras y otro guardia salieron ante el llamado de auxilio.

—Necesito salir de aquí por favor, siento que me estoy ahogando… por favor —suplicó agarrando su garganta y fingió desesperación. Una enfermera, accedió a que el guardia abriera la puerta y éste accedió a la orden.

—¡Se escapa! —Gritó alarmada una de las mujeres. Kimberly había empujado al guardia para poder salir, pero no se escapaba, ella iba por el paciente, tenía que acercarse.

—¡¡Déjenlo, déjenlo!! —Les gritaba a todos en esa habitación al percatarse que lo que querían hacer era anestesiarlo— ¡¡No lo toquen, solo facilitarán su trabajo!! ¡¡Lo matará!! —Aseguró empujando a todos y esquivando los brazos de los guardias—. ¡¡No lo inyecte!! —Le amenazó a la enfermera y le dio un fuerte manotazo ocasionando que la aguja cayera. Kimberly, aprovechó y la recogió.

—¡¡Cuidado!! —Se alarmó una de las enfermeras.

—¡No es lo que creen, ustedes no saben! ¡¡Él lo quiere matar!! —Señaló al paciente que yacía semiinconsciente—. Deben sacarlo de aquí ¡¡Lo matará si no lo hacen, está en peligro!!

—¡Basta ya! —Rugió uno de los guardias y con agilidad logró que Kim soltará la jeringa y la cargó inmovilizándola de los brazos.

—¡¡No, suéltame!! ¡¡¿Qué haces imbécil?!! ¡¡Suéltame!! —Gritaba como una… como una loca— ¡¡Lo matará, lo matará!! ¡¡Yo soy la única que puedo salvarlo!! ¡Lo matará!

—Es suficiente, chiflada —sus berrinches la habían cansado. La aventó hacia la cama y en compañía de otro guardia más, trataron de amarrarla.

— No, no, no, no ¡no! ¡¡Yo lo tengo que salvar, no!!

—A un lado —ordenó una enfermera preparando la jeringa.

—¡¡No!! —Gritó lo más fuerte que podía al ver la aguja acerarse— ¡¡No, no, no…!!

—Esto bastará para que duermas todo un maldito día —espetó y todos salieron de la habitación dispuestos a terminar el trabajo con el otro paciente.

—No… no entienden… lo matará… él lo hará —su vista comenzaba a nublarse y lo único que distinguía era una silueta, era la de Sam.

—Gracias Kim. Nos facilitaste las cosas —su voz era distante pero clara. Todo había acabado.
-
¿Por qué Kim no recuerda nada de su pasado y por qué ya no habla con Gustav? Ya saben como soy, las lleno de muchos misterios (6) pero tranquilas, al final todo valdrá la pena e.e ¡gracias por leer! :'3 

2 comentarios:

  1. Sii yo tambien kiero saber esoo xq no re uerfa??
    Me encanta mucho la fic!! Es interesante.
    Llena de misterios..
    Diguela prontoo
    byr cuidate XD

    ResponderBorrar
  2. O_o van a poseer al paciente o a matarlo? Ö

    sube pronto!!!

    pobre gus u.u lo dejan solito

    ResponderBorrar