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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

1 sept 2012

Capítulo Treinta y uno



Para Bill parecía que el mundo se había congelado exactamente en el momento en el que Kimberly apretó la mano de Tom, es lo único que veía, es lo único en el que podía pensar. La felicidad que había sentido por ellos dos se había esfumado y poco a poco se formaba una mueca en sus labios, se comenzó a sentir extraño sin entender el porqué; ahora, lo único que sentía era un poco de frustración y se encontraba algo incómodo. Se había percatado de que Sam se encontraba a un lado suyo y sabía que tenía algo que decirle, siempre tiene algo de qué hablar y ésta vez, Bill quería escucharlo.

—Sé porqué te sientes así —aseguró. Los dos seguían observando la imagen de Kim y Tom—. Estás asustado.

Los hombros de Bill se encogieron y comenzó a retroceder hasta topar con la puerta. Si, aquél sentimiento lo describía más. Estaba asustado, aterrado pero no sabía el maldito porqué, no debía de estarlo, al contrario, debería seguir feliz: Tom y Kimberly están felices… al menos ellos lo están. Al parecer, el mundo volvía a la normalidad: todo volvía a moverse de nuevo.

Sam, se puso a un lado de Bill y se dispuso a observar con él lo que los dos jóvenes estaban haciendo. Por primera vez, Sam optó en quedarse callado. 

Tom no sabía que decir y al parecer Kimberly no sabía cómo reaccionar ya que no fue capaz de apartar su mano de la de su guardia. Por otro lado, el chico de rastas trataba poner sus ideas en orden, más bien, sus sentimientos ¡bah! Su cabeza era un desastre. 

En esos casos, si fuera más joven, él la hubiera besado desde que comenzó a sentir atracción por ella. Tom nunca pensaba en las consecuencias: si le gustaba, actuaba, punto final. No había nada que perder para él y si nada funcionaba como esperaba: adiós, aún existen muchos peces en el mar. Pero él no podía hacer eso con Kimberly, para empezar, ni siquiera le debió de haber gustado; si bien es cierto que a pesar de todo es una persona y merece amor como todos pero ella no estaba, por decirlo, en sus cinco sentidos; no es una chica normal, es una paciente y de un hospital psiquiátrico, aquél sentimiento nunca debió de haber sido despertado. 

Kimberly, era como una niña; ella no entendía lo que estaba sintiendo. Al principio creyó que era felicidad al encontrar a alguien como su verdadero primer amigo, Gustav pero se dio cuenta, de que era un sentimiento totalmente distinto: desde que llegó Tom, anhela que llegue la noche para verlo, cuando se acerca la hora en que Tom ronda por los pasillos, comienza a sentir un extraño cosquilleo en su estómago. Tenía coraje. No comprendía el porqué llegó a preocuparse de esa manera por él, por Bill y al comprometerse a ayudar al alma de éste a comunicarse con Tom.
Algo tenían de especial, pero no entendía el maldito porqué.
¿Por qué se doblega ante la presencia del guardia, por qué se siente débil y al mismo tiempo protegida cuando él está a su lado? ¿Qué demonios le está sucediendo? 

—Es mejor irme —sugirió poniéndose de pie de golpe. Kimberly, sin despegar la vista de su sábana, acercó su mano levemente hacia ella y la apretó un poco. El agarre con la mano de su guardia había sido roto de una manera un poco brusca.
Ella solo asintió.
—Te… te veo… —suspiró ante aquellos balbuceos—. Adiós —se despidió sin más. Kimberly solo agachó un poco su cabeza y miró con timidez la mano que había estado en contacto con Tom. Era algo molesto para ella, pero tuvo que admitir para sí misma que aquél gesto le había gustado.
Tom se detuvo al estar en unos centímetros en la puerta. Qué irónico, Bill estaba a su lado. Tan cerca y tan lejos, era como Bill describía aquellas situaciones; no lo miró, el menor de los gemelos seguía observando a Kimberly y el mayor, miraba hacia la puerta. Solo rozaban sus brazos. Pero Sam, no le quitó la mirada de encima, sabía que algo pensaba y tenía que estar muy alerta en todo lo que ese guardia podía hacer. Tom no le agradaba.
Sus ojos se entrecerraron y Bill lo notó. En sus labios se formó una sonrisa y no pudo evitar mirarlo con burla. —¿Qué sucede, Sam? —cuestionó con una risilla—. Acaso, ¿acaso tienes celos de mi hermano?

Las manos de Sam se cerraron discretamente hasta formar unos puños.
El corazón de Tom resonaba en sus oídos así que tuvo que cerrar sus ojos para tratar de calmarse, pero fue imposible. Miró de reojo hacia atrás y pudo sentir como la mirada de Kimberly le quemaba en su nuca. Vencido, se giró hasta poder verla frente a frente.
—¿Tom? —su voz fue ronca ya que se había forzado en hablar. Aún se sentía ida.
Él la miró con ternura. Kimberly era una niña. 

Sin decir nada, caminó nuevamente hacia ella. La seguía mirando con cariño y es que… ¡al demonio lo que estaba bien o lo que estaba mal! Si lo que sentía era sincero, entonces, no había razones para detenerse.
Kimberly lo miraba preocupada, no entendía nada de lo que le pasaba y al sentir sus manos alrededor de su cuello, se exaltó. Pero la confusión la invadió al sentir como las manos de Tom la incitaron a levantar un poco su rostro. Ahora, ¿qué es lo que tenía planeado hacer? Lo único que pudo distinguir en él, fue una pequeña sonrisa.
El cuerpo de Sam se tensó y Bill lo único que pudo hacer fue bajar su mirada pero se percató de la furia que su compañero sentía al ver como su alma se volvía gris oscuro. 
—Yo fui su primer amigo —dijo entre dientes. Bill no supo que decirle. 

Los labios de Tom habían tocado los de Kimberly para así, darle su primer beso. Pero los labios de la paciente no se abrieron, estaba asustada, ¿qué es lo que el guardia estaba haciendo? ¿Estaba bien?... se sentía bien.
Tom, se separó de ella y comprendió su reacción: ella ha estado en ese lugar desde pequeña, no pudo interactuar con niños de su edad, nunca supo lo que era una amistad, una risa entre amigos; nunca supo lo que realmente significaba el amor porque ni siquiera llegó a sentir algo así. Sí, ella aún era una pequeña niña en su alma.
—Sé que esto está mal… pero —hizo una pausa—. Me gustas Kimberly, en verdad… me gustas.
Tom conocía el riesgo y había madurado lo suficiente para no hacer lo que con sus amoríos de adolescente. Esto era algo serio por el simple hecho de ser ya un adulto, el amor ya no debía ser un juego. Por algún motivo, supo que no iba a tener una respuesta inmediata de la paciente pero aún así, esperaba impaciente por escucharla hablar, decirle algo, lo que fuera… pero no fue así. Kimberly solo pegó sus ojos en sus duras sábanas tratando de procesar todo lo que había pasado en menos de unos cuantos minutos. Comenzó a sentir una punzada en su cabeza, ya no se sentía cómoda con la presencia del guardia aunque muy dentro de ella quería que se quedara un rato más. Aún sentía la presión que Tom hizo en sus labios aunque realmente, aquél beso fue tan solo un roce, un gesto que extrañamente disfrutó: no estaba tan perdida respecto a ese tema, había visto un par de veces a sus padres dándose un beso como el que Tom le había dado: uno rápido. Claro, eso pasó cuando eran una verdadera familia. Pero aún viendo ese gesto en sus padres, no comprendía su significado. 

“Tom, tienes que bajar. Ahora”. Se escuchó la voz distorsionada de Georg. Tom no levantó su radio y trató de ignorar su llamado. Él no se iba a ir sin escuchar alguna respuesta de Kimberly.
—Vete —gruñó Sam. Bill lo único que hacía era verlo a él y a su hermano al escuchar de parte de éste un “No me iré de aquí hasta que me digas algo”. Parecía irónicamente que había escuchado a Sam y que aquella contestación fue para hacerlo enojar, pero claro que no había sido con esa intención. Él ni siquiera sabía de su existencia.
—¡¡Lárgate de aquí!! —gritó el rubio a todo pulmón y con tanta furia que su voz logró meterse en los oídos de Kimberly.
Ella, alarmada, alzó su cabeza de golpe y miró a su alrededor en su búsqueda, pero al parecer, su capacidad de verlo aún no estaba libre completamente, eso la desesperó porque sabía que Tom podía estar en peligro.
—No lo toques, no te atrevas —advirtió Bill poniéndose en frente de él, protegiendo la espalda de su gemelo. El entrecejo de Sam se frunció y todo en él se oscureció al tiempo en que el alma de Bill recuperaba su color.
“¡Tom, contéstame! Esto es enserio, Mat está subiendo a inspeccionar el piso, si te descubre dentro de la habitación de Kimberly ¡estás muerto!”. Georg también se encontraba exaltado. Sentía que su mano iba a travesar en cualquier momento el escritorio donde la tenía apoyada. Estaba atento viendo la pantalla que captaba directo al pasillo de la habitación de Kim, esperando desesperado a que su compañero saliera lo más pronto posible. “¡¡Tom!!”
—Kim, no te voy a esforzar. Sé… bueno, ¡esto es difícil! Sí, pero… quisiera saber si… si tú sientes lo mismo por mí. —Tom en ese momento ni siquiera se sintió un estúpido adolescente. Más bien, parecía un niño que apenas estaba entrando al tema del romance: no sabía si lo que decía estaba bien, pero se le hacía fácil hacerlo.
“¿Sentir qué?”, se cuestionaba Kim. Ella no encontraba las palabras exactas para describir lo que en verdad sentía.
“¡¡Tom!!”. Se volvió a escuchar por la radio, ésta vez, Tom lo tomó. —¡Ya te oí! —gritó contra la bocina algo molesto. 

—No te entrometas —amenazó Sam—. Además, seamos sinceros: tú tampoco quieres que Tom y Kim estén juntos. —Bill abrió sus ojos alarmado y retrocedió un par de pasos—. No soy idiota, no te conviene y lo sabes: si Kimberly acepta a Tom, él comenzará a ser feliz de nuevo sin necesidad de tener a su “querido” gemelo a un lado. Te olvidará y tú te irás de este mundo sin poder hablar con él o mejor aún, tal vez nunca te irás. Conociendo a tu querida madre, te querrá tener aferrado a aquella maquina que mantiene vivo a tu cuerpo. ¿No es así? —el color gris comenzó nuevamente a reinar en la alma del joven. Empezando a esparcirse desde su abdomen, donde el color apenas estaba cobrando territorio—. Uh, ¿y tu padre? —rió— quiero decir, tu verdadero padre, el que los abandonó: Jörg. Tenías tantas ganas de hablar con él, de rendir unas cuentas pendientes, todo esto con la ayuda de tu hermano. Hmm, pero esto, tal vez, ya no será posible. Si Kimberly comienza a tener sentimientos más fuertes hacia Tom, ni creas que abrirá su boquita: no le dirá nada. Eso te lo puedo asegurar —avisó entrecerrando sus ojos. 

Los hombros de Bill se encogieron y rendido, miró el piso. Ahora entendió porque estaba asustado, más bien, ya lo sabía pero no quería ser él el que pronunciara esas palabras. Sabía que aquel pensamiento estaba mal, pero no podía evitarlo: la relación de Tom y Kimberly lo ponía en riesgo. 

—Kim, por favor, dime algo —suplicó con el radio en mano. La paciente comenzó a negar lentamente, estaba confundida y comenzaba a sentir miedo al confirmar que Sam estaba en el cuarto. No quería que algo malo pasara, no otra vez, no en tan poco tiempo.
—Él debe alejarse de ella, ¡es mía! —rugió Sam corriendo hacia él. Bill, volviendo en sí observó alarmado como Sam estaba dispuesto a lanzarse sobre su gemelo pero aquello fue frustrado: Bill había logrado taclearlo haciendo que los dos rebotaran fuertemente contra la pared.
Tom miró hacia atrás, asustado por el sonido, y trató de descubrir de donde vino el golpe lo cual, su cerebro le dio una idea errónea pensando que Mat ya estaba en el piso abriendo la gran puerta de metal.
—Vete —logró articular—. Vete ahora ¡vete! —trató de gritar.
—Sabes que volveré mañana por una respuesta, ¿verdad? —dijo comenzando a retroceder. Kimberly desconfiada, asintió.
—Pero por tu bien, es mejor que ya no vuelvas —sugirió jugueteando nerviosamente con sus manos.
Tom se encogió de hombros. Si, aquella sugerencia sería lo mejor, pero él sabía muy bien que iba a volver a ella de todos modos y Kimberly, también lo sabía.

*

Una bocanada de aire por sorpresa se escuchó al igual que un suspiro de alivio por parte de los dos guardias.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó Mat.
—Trabajando: vigilo que todo esté en orden —respondió algo obvio—. Pero, ¿tú qué haces aquí? No te corresponde ésta área.
—Me dijeron que tú no estabas y que era necesario que alguien estuviera aquí a estas horas. —Tom lo miró confundido. 

—El que te dijo eso, te mintió. Ven, vamos abajo a tomar algo de café, estar aquí de noche es tan aburrido y cansado —inquirió guiándolo hacia el ascensor que nunca le ha gustado usar. No le daba confianza, era tan viejo que creía que en un mal día, se podía quedar atorado entre uno de los pisos para siempre.
Georg, desde la sala de seguridad, pudo sentir como se quitaba un peso de encima al ver que Tom salía de ese piso con Mat y al ver que el de rastas le brindaba una mirada de “todo está bien”. Su cuerpo se destensó y acto seguido, dejó caer la cabeza y los dedos de su mano volvían a recuperar su color al tener apretando fuertemente el radio debido a la desesperación.

—Maldito, tienes suerte —rió entre dientes. 

Y si que la tenía. En la habitación de Kimberly, Bill por fin había dejado ir a Sam pero las cosas aún estaban algo tensas sobre lo sucedido. Kim aún no se recostaba en su cama y tenía por seguro que no iba a pegar el ojo en toda la noche: aún sentía los labios de Tom en los suyos y no dejaba de revivir ese corto momento y al recordarlo, sentía un revoltijo en el estómago. Todo aquello fue tan extraño para ella; se sintió tan bien, tan mal y tan asustada al mismo tiempo que todavía no sabe cómo reaccionar. ¿Eso es lo que Tom tenía de diferente para ella: un aprecio mayor del que tenía por Gustav? Pero, ¿por qué él y no Gustav? Mejor aún, ¿por qué él, qué es lo que tiene de especial? 

—Sé que estás ahí Sam —habló claramente—. Pero es a Bill a quién necesito.
Las dos almas voltearon a verse. Sam estaba furioso, eso se notaba a simple vista y Bill, él estaba confundido con él mismo. Últimamente, se ha desconocido.
—Y bien, ¿qué piensas hacer al respecto? —preguntó con seriedad—. ¿Dejarás que Tom siga viendo de ésta manera a Kim, tú único medio para comunicarte?
—Es que no se trata solo de mí Sam, se trata también de la felicidad de ellos dos —le aclaró mirándolo con melancolía—. Ellos… que aún pueden hacer algo por su vida. Nosotros, ¿para qué? Tú ya estás muerto y yo estoy condenado, no podemos hacer nada. 

Le dio una débil y vacía sonrisa y salió de la habitación de Kimberly para entrar a la suya. Aquella situación le enfermaba, incluso estando vivo y muerto, su “vida” era triste, como siempre lo había sido. ¿Cuándo podrá estar en paz con él, con su hermano, con su familia, con todos? 

—No Bill, te sorprenderías de todo lo que podemos hacer, aun estando muertos.
Sam no se iba a dar por vencido, la muerte no sería un obstáculo.


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Ok, les voy a ser sincera: Tenía pensado en cerrar el blog & dejar botada la fic, de hecho, lo venía cerrando desde hace dos semanas porque me siento muy distante a todo esto: me refiero al fandom de Tokio Hotel & no es porque ya no los quiera o algo así, la mejor explicación es porque ya no sé nada nuevo sobre ellos, los cuatro no solo Tom y Bill. Se extraña las entrevistas, los vídeos de firmas de autógrafos, las nuevas canciones, todo eso. No se si me entiendan en ese aspecto. Pero no lo pude hacer porque aunque este distante, escribir es lo que me gusta y aun guardo mucho cariño por los chicos de Tokio Hotel & por ustedes chicas. ¿Cómo irme así como así? Son mis lectoras y algunas de ellas mis mejores amigas Aliens (Andrea ¡te amo mucho amiga!) ustedes se dan el tiempo de leerme y agradezco porque ya no se lee mucho las fics hetero y eso es un poco frustrante (demasiado, la verdad). Aparte xddddddddd podré ser una maldita irresponsable de mierda, pero nunca, nunca, dejaré algo inconcluso. Nunca. Y menos, tratándose de esto.
No diré oficialmente que he vuelto. ¿Cuántas veces he dicho eso y me desaparezco por quién sabe cuánto tiempo? .-. hasta yo me harté de decir eso. Lo que si diré, es que terminaré esta novela y haré que cada capítulo sea mejor que el anterior:)

PD. Feliz cumpleaños a Tom & Bill! 

1 comentario:

  1. Awww al fin el beso que tanto espere *.*
    Amo tu fic.. Por favor no la vayas a dejar y yo tambien te extrañe..me encanta comi escribes. La fic esta hermosa muy hermosa. Yo creo q Sam esta enamorado de Kim!!
    Aun q tardes no la dejes ya?? Siguelaa..
    Bye cuidate ;-)

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