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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

26 ene 2013

Capítulo cincuenta.



Siempre procuró mantener su distancia con aquella paciente desde que la conoció ya que le incitaba algo de temor pero, el sentimiento de pena era mucho más fuerte y eso hizo que intercambiara un par de palabras al tratarla, tales como: “Qué tal estuvo tu día”, “Que bonita noche, ¿no crees” o simplemente un “Hola, ¿cómo estás?” acompañado de una amigable sonrisa. Quién iba a decir que haciendo aquella pequeña rutina se ganaría la confianza de la muchacha. Eso le sorprendió.

Aunque no le hablara tanto y ante sus estúpidos intentos de iniciar conversación siempre eran en vano, la chica ya no peleaba con él, cooperaba y dejaba que le tocara el brazo (ya no había necesidad de apretarle). Ese era un gran avance y le llegó a conocer a la perfección a sabiendas que si le llegaba a responder a un común “hola” eso significaba que Kimberly estaba de muy buen humor y la noche no sería pesada, en lo absoluto.

Pero esas últimas semanas, esas últimas noches… esas últimas guardias poco a poco se volvían en un infierno.

Parecía que Kimberly los había olvidado a todos y él no era la excepción.

Su estómago se revolvió ante el saber que debía entrar para detenerla pero no quería, no deseaba hacerlo… le tenía pavor y ella lo sabía.



Era algo irónico. Aquel día en verdad que lo era.

Mientras uno pasaba uno de los peores días de su vida, la otra disfrutaba uno de los mejores días de su vida.

¿Ya se observa la ironía?

Y lo más gracioso o extraño es que después de tantos años de sufrimiento, de dolor, de llantos, el día que por fin supo sonreír con sinceridad era el día en que la persona que le había enseñado aquello derramaba lágrimas de impotencia combinado con dolor y amargura. La verdad, ni siquiera entendía aquellos sentimientos que recorrían en su interior. Solo sabía que estaba y se veía mal. Además, su cuerpo estaba agotado.

Y mientras él se encontraba en aquel estado, ella estaba en su habitación dibujando, riendo y cantando campantemente en compañía de su amigo Bill y de su nueva amiga Jeny: los dibujaba a ellos sin ese toque sombrío que siempre les brindaba a sus creaciones, está vez, ellos dos lucían felices en el papel, porque lo estaban y ella lo estaba también.

De pronto, esa nube gris que estaba siempre presente en esa habitación había desaparecido y tal vez, para siempre.

Aquel día era uno radiante para Kimberly.

Aquel día era uno cruel para Tom.

Bill lo supo. Tuvo una conocida descarga que le recorrió toda su espina dorsal: aquello era su intuición de gemelo que le advertía que su hermano no estaba teniendo un buen rato. Sus labios formaron una mueca y giró levemente su rostro hacia donde yacían las dos chicas, sus ojos se entrecerraron algo avergonzado… no quería ser él el que rompiera ese mágico momento.

Pero era algo tarde Kimberly y Jeny notaron la extraña actitud que su amigo comenzaba a tener y Kim, desorientada, soltó su lápiz y dejó el dibujo de una pequeña niña a medias.

—¿Sucede algo? —le preguntó con normal curiosidad.

Bill dio una forzada sonrisa y negó.

—Nada importante. Solo recordé que tenía unas cosas pendientes… —Ante aquello, Kimberly echó con cuidado su cabeza hacia atrás y cerró fuertemente sus ojos. Jeny miraba ese cuadro sin comprender nada de lo que estaba sucediendo y comenzaba a sentirse excluida de la conversación.

—Dime que no irás con él. Dime por favor que no…

—No tiene nada que ver con Sam —inquirió dejándole con las palabras en la boca—. Aunque sabes muy bien que también tengo asuntos pendientes con él. Tengo que enfrentarlo tarde o temprano —le recordó sin hacer tanta drama.

Kimberly asintió inconforme. Todavía no le agradaba la idea de que lo tenía que ver en un futuro. Kimy, que hizo su aparición ante los ojos de su otro yo, tomó la misma reacción de Jeny: no comprendía nada de lo que se hablaba pero no le importaba, ella también quería estar presente. Qué importaba si la única que podía verle era Kim.

—Entonces, ¿qué sucede? —preguntó Jeny.

—Creo que mi mamá está en mi habitación —les informó… mintiéndoles, claro estaba—. Quisiera ir a verla, eso es todo.

Las dos chicas voltearon a verse imaginando que había algo más que Bill ocultaba pero ya que era su amigo, querían creerle. Bill esperaba impaciente que esas miradas juzgadoras terminasen de una vez por todas y de la nada, advirtió por el rabillo del ojo la presencia de un alma infantil. Con sutileza, ladeó su cabeza para verle un poco mejor y no pudo evitar sentir que él conocía aquella niña. Esa pequeña que se alarmó al ser descubierta por otros ojos.

Bill podía verle, ¿por qué?

Y antes de que el chico le hablase, la voz de Kimberly los sacó de su trance. Al parecer, ella no se percató de ese pequeño incidente.

—Ve… aquí te estaremos esperando —le aseguró sonriéndole de una manera tan sincera y bonita que Bill no pudo evitar quedarse atónito ante aquel gesto.

La había visto sonreír, no muchas veces, pero pudo ser testigo de esas cuántas y nunca, nunca había sonreído de tal manera. Algo en su interior le dijo, que era la primera vez que Kimberly brindaba gestos como aquellos.

—No tardaré —y ante ese aviso, se giró sobre sí mismo para quedar frente a frente con la pared. Antes de cruzarla, se detuvo un par de segundos y volvió mirar hacia Kimy.

«Yo te conozco », pensó entrecerrando sus ojos sin darse cuenta de que incomodaba a la pequeña. Pero sin darle más rodeos a su cabeza, desapareció de una vez por todas para ir en busca de su gemelo quién, sabía muy bien, le necesitaba.

Al estar solas Jeny se giró hacia ya la montaña de dibujos, agarró uno volviéndole a admirar y sin despegar su mirada le preguntó a su compañera qué es lo que tenía pensado hacer con todos ellos.

Kimberly meditó un momento como si no hubiese pensado en aquello antes: ya no había lugar en su pared y esas hojas merecían estar colgadas, ¡no amontonadas en un viejo escritorio!

—Quitaré los viejos, los que me dan miedo, los que me recuerdan un mal pasado —ante esa descripción se podía decir que tenía pensado quitar TODOS pero… bizarramente, se había enamorado de algunas de sus aterradoras creaciones. Bueno, no había que exagerar, no todos los seres de la pared daban miedo.

—Excepto los de Bill —continuó haciendo las líneas del rostro de la pequeña—. Por algunas cuestiones, él todavía no puede ser visto… a él lo mantendré debajo de mi colchón —respondió al meditar que no iban a caber todas las hojas en su escondite del baño.

Ahí solo escondería uno de los mejores de Bill y… uno de los mejores de Tom.

—Kim, Bill puede verme —avisó Kimy algo preocupada aprovechando que las mujeres hablaban de él.

Por unos instantes, la mano de Kimberly se detuvo al escucharle pero después, continuó con lo suyo. No podía responderle, Jeny estaba presente y Kimy se suponía era un secreto de ella ya que, bueno, la pequeña era ella misma así que lo único que pudo hacer fue girarse y sonreírle a Jeny pero, ese gesto le pertenecía a Kimy, quién yacía detrás.

La pequeña le comprendió y asintió.

—Kimberly, ¿me podrías hacer un favor? —le preguntó con algo de vergüenza y formando una mueca.

Se percató de que la alegría de Jeny se fue apagando poco a poco para regresar aquella mirada de pena con la que le había conocido.

Dudosa, le asintió. Todavía no le cumplía un favor a Bill y tal vez involucrarse en otro no era la mejor opción pero, oh vamos, era Jeny.

—Podrías... ¿podrías dibujar a… Georg?

Aquello le sorprendió un poco. La verdad, no pensó que le pediría algo como eso pero en su interior, agradeció eternamente que se tratara de eso y no de otra cosa.

—Claro —afirmó cambiando de hoja y tomando otro pequeñísimo lápiz ya despintado—. Sólo que no recuerdo muy bien su rostro para hacerle los detalles. ¿Me ayudarías en eso?

Jeny, agradecida, asintió.



El cementerio estaba completamente solo. Tom había llegado tres horas después de la citada, no quería ver a nadie. No quería hablar con nadie… no quería…

Ante la gran corona que yacía en la tierra, diferentes flores de colores (donde las blancas predominaban) notó que todavía había gente que le recordaba. Asimiló que pudo haberse tratado de sus amigos y claro, de su familia.

Sus puños se apretaron.

La familia de su padre… aquellos que le dieron la espalda a su madre. Nadie, ni siquiera sus abuelos se acercaron a Simone después de la separación para brindarles una mano. No volvieron a tener contacto con sus nietos, no les importaban, Tom siempre lo supo… no los querían. La familia de Jörg los odiaba porque por su culpa, él no había terminado su carrera de ingeniero (según sus abuelos, no logró “prosperar” como se tenía en mente) y todo, porque Simone quedó embarazada.

Los mandaron al diablo. Bueno, Tom había hecho eso al mismo tiempo que ellos. No los necesitaba y hasta la fecha, sigue sin hacerlo.

Y entonces, ante todas esas olas de recuerdos, una pregunta gobernó en su cabeza: “¿Qué hago aquí?”

¿Por qué razón había ido? Nunca debió de salir de su departamento: su padre los olvidó, Tom debió de hacerlo también. Debió de haberle dado igual su muerte así como Jörg le había dado igual abandonarlos pero… no, no podía.

Aunque se lo merecía, no podía hacerle eso a su padre.

—Yo no soy como tú —le aseguró entre dientes. Todo su rostro estaba tenso: no quería llorar, no se lo iba a permitir.

La flor blanca que yacía en su mano se estremeció ante el fuerte agarre. Tantos sentimientos en un frágil cuerpo: en algún momento iba a explotar.

—Yo no abandono a los que amo. Yo, Tom… T-Trümper soy un verdadero hombre y no un cobarde.

La tierra se vio impregnada por un par de gotas donde su origen, se encontraba en el muchacho. Maldición, ya no podía ser fuerte…

—Siempre tuve la esperanza de que volvería a verte y ahora, el día llegó… aunque no fue lo que esperaba —sus hombros se encogieron—. Supongo que… esta sería la única manera de reencontrarnos porque en vida… ¡nunca hubieras tenido el valor de buscarme! —gritó tan fuerte logrando que unas urracas salieran despavoridas de sus escondites en los árboles.

Su cuerpo cayó pero todavía tenía energía suficiente como para poner sus manos de escudo y evitar golpearse el rostro. La blanca flor había perdido la mayoría de sus pétalos y la tierra que se adentró en ella comenzaba a opacar su color.

—Yo te admiraba —le confesó a la nada—. Te quise más que a mi madre, ¿por qué me dejaste? ¿Por qué nos dejaste? —corrigió incluyendo a su hermano.

Negó perdiendo la batalla contras sus lágrimas. Éstas caían sin control humedeciendo su rostro y opacando la tierra. Fue en ese momento donde todo el control que había mantenido tantos años se perdió.

Hubo un pequeño clic en su interior, algo se había quebrado.

—Padre… padre… regresa y respóndeme, ¡¡respóndeme!! —exigió sobre sus rodillas y lo único que se escuchó después fueron sus potentes sollozos que profanaban la paz que yacía en el cementerio.

Bill permaneció a lado de su gemelo sin poder consolarle. Trató de mil maneras hacerse notar, pero era inútil: su mente estaba tan perdida y cerrada que nunca pudo sentir la presencia de su hermano.

El menor de los Kaulitz se sintió inútil e impotente… se suponía que las cosas no serían así. Tom nunca se enteraría de lo ocurrido… él… él no se enteraría jamás de Jörg. ¡¿Por qué tuvo que salir todo mal, por qué?!

«Dicen que fue un accidente… Jörg resbaló y cayó por las escaleras hasta morir. Un descuido, un pequeño descuido fue lo que le costó la vida a tu padre».

Y nadie supo que ese “descuido” tenía nombre y apellido: Bill Kaulitz.


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¿Ya han leído "Carrie"? Si no, hagánlo o_o es lo mejor kdjfhdskjfdgfgs espero y les guste este capítulo *-* sinceramente, me imaginé al Tom joven llorando sin control :c me dio cosa haha en fin, nos leemos en el siguiente cap, las quiero! :-)

1 comentario:

  1. Que lindaa.. Quiere que dibuje a Georg.. Me encantoo esta hermosa la fic..
    Ya quiero saber q pasara.. ??
    Me encanat la fic .. Esta hermosa..
    Siguelaa prontoo :D

    An no la h leido.. Pero ni biwn tenga gime l.hare..
    Bye cuidate :D

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