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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

7 ene 2013

Capítulo cuarenta y cuatro.

Nota: Me emocioné escribiendo esto, fue como que no sé... aunque no sean personajes principales... la parejita se llevó mi corazón. Disfruten~



—¡¿Por qué no me llamaste antes?! —se escuchó del otro lado de la línea.

Georg se encontraba estrenando celular y creyó que sería una buena idea marcarle a su amigo Gustav y contarle lo que había sucedido en la tarde, después de que dejó las instalaciones. Claramente, fue un gracioso error: Gustav lo insultaba y maldecía con palabras que hasta el mismo Georg desconocía. Al parecer, no le agradó la idea de haberse perdido la emocionante salida de Kimberly. Pero lo comprendía, después de todo, veía a Kimberly como una amiga.

No pudo evitar soltar pequeñas risas ante los insultos del rubio. Georg si que era distraído, debió de haberle avisado en ese instante y no después, pero bueno… después de todo, había sido algo precipitado.

Después de disculparse como unas cien veces, terminaron la llamada prometiéndole que si volvía a pasar algo así, esta vez, le avisaría con tiempo. Como quiera Gustav vería a Kimberly en la tarde y con suerte, la chica le contaría de su experiencia. Claro, eso dependía del estado de humor con el que haya despertado. Aunque últimamente, eso ya no era alarmante, para nadie.

Kimberly ha mejorado su actitud desde... desde que aquel guardia llegó. Georg le sorprendía aquello, ya no era más la Kimberly que una vez conoció. Ella ya no era…

—¡¡Bastardo, yo te mataré. Te mataré!!

Sangre.

Una víctima.

Un victimario.

Georg sacudió ligeramente su cabeza al tener de repente aquellas espantosas imágenes invadir su mente y sin prisa alguna, volvió a retomar su andar al quedarse hace unos segundos congelado ante el fuerte escalofrío que invadió todo su ser.

No. Kimberly ya no era más esa persona. Eso lo tenía más que claro y también comprendió, que, mientras Tom estuviera cerca de ella, no había nada que temer.

—Espero —siseó.

Georg estaba confiando, pero aun así, no podía bajar su guardia. Después de todo… Kimberly seguía siendo la paciente de un hospital psiquiátrico.

Absorto en sus pensamientos, metió su mano en la bolsa delantera de su blanco pantalón buscando el listón verde que ha llevado siempre con él desde el día en que lo encontró. Pudo sentir como su mirada se entristecía mientras bajaba poco a poco la vista hacia el piso.

La verdad, era deprimente trabajar en un lugar así. No importaba si tu deber era solo el cuidar de las enfermeras o de que los pacientes no se dañaran a sí mismos o los demás. Después de haber estado en un lugar así, ya no ves el mundo con los mismos ojos pues… ya lo has visto todo.

—Eso es extraño. ¿Estás segura que no se fugó?

Los pies del guardia se detuvieron en seco. De pronto, el escuchar la conversación que llevaban un par de enfermeras doblando el pasillo, le pareció interesante y extrañamente necesario saber de qué se trataba.

Pudo escuchar como la otra enfermera hacía un sonido de negación.

—Yo estaba encargada de ella, fui testigo de su alta. Pero…

Silencio acompañado de un suspiro.


La mandíbula de Georg se endureció e impaciente, se apegó contra la pared para escuchar un poco mejor y como un acto reflejo, apretó a un más el listón que tenía escondido en la bolsa delantera izquierda.

Maldición, ¿por qué tardaba tanto en contestar? Gruñó por lo bajo. ¿De quién estaban hablando? La enfermera había usado la palabra “alta”, ¿no es así? Todo se trataba de un paciente, uno que logró salir…

—Yo nunca vi que sus familiares vinieran a recogerla —soltó por fin.

—Bueno, ¿qué esperabas? Era una de las favoritas del Director Baecker, seguramente le dio preferencia y la dejó que los esperara en un lugar… mejor —al parecer, la chica no encontraba otra palabra que utilizar—. Si yo estuviera en su lugar, al enterarme de mi alta, me hubiera salido de estas asquerosas instalaciones sin la necesidad de esperar a alguien.

—Uh, tal vez tienes razón, tal vez y el Director Baecker le dio la oportunidad de esperarlos a fuera, si eso es lo que ella quería. Pero, ¿por qué nadie ha venido a firmar sus planillas de alta? —Georg pudo escuchar con claridad como la otra enfermera daba un suspiro de sorpresa—. Solo tengo la firma del Director, pero ¿y la de sus familiares? ¿Cómo me explicas eso? Sabes que si no se firma, estarán metidos en un gran problema legal y el Hospital lo tratará como secuestro.

—Y el alta ya tiene más de una semana, ¿cierto? Vaya… —al parecer, la enfermera había asentido—, ¿ya se lo comunicaste al Dr. Baecker?

—Sí. Dos veces en dos días, me dice que se pondrá en contacto con los familiares pero… —el oído de Georg se agudizó ya que al parecer, la enfermera, estaba a punto de bajar la voz—, parece no importarle en lo absoluto. Algo aquí no me da buena espina.

—Pobre de Jeny, espero que esté bien…

¡¿Jeny?!

Georg la conocía. Él la había tratado hace un par de años y aunque su estado era algo grave cuando llegó, no pudo evitar reconocer que era una buena persona. No estaba tan retorcida como los demás y podía entablar buenas conversaciones con él. Fue ahí cuando Georg se dio cuenta de su amabilidad.

—Jeny —susurró.

Vagos recuerdos se le vinieron a su cabeza: Jeny lo buscaba demasiado, siempre procuraba estar cerca de

él y a Georg, no le molestaba en lo absoluto. Se sintió halagado al ser una persona de confianza para una paciente y mejor al saber que lo consideraba un amigo. Comenzaba a encariñarse con ella así como… como…



—¡Tom!

—¿Eh? Ah, ¡hola Georg! Pensé que ya te habías ido.

La sonrisa amigable de Tom se desvaneció al ver la reacción sorpresiva de Georg. Ladeó su cabeza confundido y bajó la mano que saludaba a su compañero. Algo le había ocurrido: parecía que había visto un fantasma o algo.

—¿Estás bien? —su compañero no respondió.

Pudo notar como el pecho de Georg subía y bajaba, al parecer, estaba asustado y también, vio que la bolsa de su pantalón estaba arrugada: la mano que tenía escondida estaba fuertemente apretada.

De la nada, dos enfermeras salieron del pasillo con una seriedad plasmada en sus rostros. Parecía que querían evitar a toda costa mirar a los guardias para así, ahorrarse una conversación que nunca debió ser escuchada.

Tom las ignoró completamente, después de todo, él había llegado tarde. Trató de acercarse a su compañero pero Georg, al sentir el tacto de una mano en su hombro reaccionó bruscamente para casi empujar a Tom quien le estorbaba en su intento de alcanzar al par de enfermeras: una morena y la otra castaña.

—Gema —la llamó al reconocerla. La enferma, al parecer, fingió ignorarlo y siguió su camino… aquello hizo enfurecer al guardia—. ¡Voltea, carajo!

Aquella orden detuvo las respiraciones de los presentes: la enfermera se giró procurando no mirarlo y Tom, él observaba todo completamente estupefacto. Nunca creyó ver a Georg en ese estado, por primera vez, podía afirmar que su amigo estaba molesto cuando pensaba que él no era capaz de sentir aquella emoción.

—Jeny —volvió a hablar—. ¡¿Quién vino por Jeny?!


Gema, la enfermera castaña, miró a su compañera tratando de buscar un tipo de apoyo. Pero era incapaz de salir de aquel problema, al parecer, Georg había escuchado todo.

—No lo sé —respondió lo más limitante posible.

El guardia gruñó.

—¿Quién la escoltó? ¡¡Gema!! —gritó su nombre ante el silencio de unos segundos. La enfermera solo negó retrocediendo un par de pasos.

Aquello, había sido como una alarma para Tom: su amigo comenzaba a asustar a las enfermeras, al parecer, se estaba saliendo de control.

El joven de rastas tomó a su amigo por detrás, inmovilizándolo de sus brazos. Fue ahí cuando pudo sentir que el cuerpo del guardia estaba tenso y temblaba.

—Vamos Georg, déjalo ahí —le pidió mirando como las enfermeras comenzaban a temerle.

—¡¡Agh, respóndeme Gema!! —gritó como si Tom no estuviese ahí.

La enfermera, pasó una gran cantidad de saliva con dificultad, bajó sus manos (que mantenía sobre su pecho, a modo de escudo) y gritó lo más fuerte que pudo un “no lo sé”.

Todos, absolutamente todos, se callaron ante su reacción.

—No lo sé, no lo sé, ¡no lo sé! —repitió una y otra vez tomando su cabeza con desesperación para después, entrar en un tipo de trance. Gema de pronto sintió que todo era su culpa, aunque no sabía con exactitud qué.

—¿Amiga? —la llamó su compañera, preocupada y apretó ligeramente su hombro. Tom, soltó a su amigo por fin al asimilar que él ya no sería el del problema.

—No lo sé —siguió balbuceando en ese estado. Sus ojos contenían lágrimas que poco a poco iban viajando por sus mejillas.



Georg la miraba anonado. ¿Qué demonios le había pasado? Él no se comportaba así, él no era así. Pudo sentir como sus pies tocaban el piso otra vez, era la sensación que le daba el volver a la realidad y con un nudo en su garganta, miró su mano izquierda que se encontraba extendida frente a él; su puño cerrado escondía algo, una cosa que desde que lo obtuvo sintió que debía protegerlo a toda costa: el listón verde.



El listón que le había regalado.

—¿Georg? ¡Hey, regresa! —le ordenó yendo tras él, dejando a las dos enfermeras solas y peor aún, dejando a una con un remordimiento infernal.

—No lo sé

Se escuchó una vez más. Pero aquellas palabras se fueron en el acto en que Tom salió de ese pasillo.

Georg ya le tenía delantera y lo único que le importaba en ese momento era alcanzarlo: quería saber, qué demonios le había ocurrido. Qué había pasado.

—Geo… —musitó al descubrir que se encontraba en la puerta que conectaba hacia el patio principal.

Su amigo volteó a verlo inmovilizando completamente a Tom: Georg lloraba y mantenía su mandíbula apretada.

Tenía coraje, estaba furioso. Lloraba por impotencia, no por tristeza. Se sintió estúpido, el peor ser sobre la tierra, ¿cómo la pudo olvidar, cómo se atrevió a olvidar todo sobre ella? ¿Por qué? Si en esos años ella era la única persona importante en su vida, ¿cómo pudo olvidar su rostro, cómo se atrevió a faltarle el respeto?

Pero sobre todo, ¿cómo se atrevió a dejarla sola?

—Ya entiendo porque sentí compasión por ti —soltó de la nada, apretando más su puño izquierdo. Tom se dio cuenta de aquello y estaba seguro que si encajaba un poco más sus uñas en su piel, sangraría.

—¿Compasión por mí, dices?


El guardia sonrió vacíamente y miró hacia el exterior, apreciando el amanecer.

—Me veía a mí mismo en mis primeros días: un joven idiota que se creía valiente por trabajar en un lugar así, creyendo haberlo visto todo, cuando en realidad, no había visto nada. Nada. —sus dientes se apretaron—. Hasta que la conoces… y después, todo en ti se vuelve tan claro. Ya no te sientes perdido en este mundo, ni en ningún otro.

Tom no le dijo nada al creer que entendía lo que decía. Solo se limitó a escucharlo sintiendo como algo dentro de su pecho le dolía:

Georg era Tom.

Jeny era Kimberly.

Pero, ¿quién era Jeny?

«Georg, por eso fuiste el primero en apoyarme». Ahora, todo tenía un poco más sentido para él.




—Tengo algo para ti

—¿Para mí? —preguntó atónita. El guardia asintió al tiempo que sacaba un largo listón verde de la bolsa de su pantalón.

Ruborizado se lo extendió y la paciente, también con un color rosa en sus mejillas, lo tomó.

—Sé que no es mucho, pero he notado que te gusta recogerte el cabello con listones en lugar de ligas y bueno… creo que el verde es un color que resaltará muy bien en ti.

Jeny rió admirando el simple regalo que sostenía con aprecio entre sus manos.

—No mientas…. El verde siempre ha sido tu color favorito —sonrió.

Con cuidado, se quitó el listón blanco que sostenía en esos instantes en su cabello y lo botó sin importancia alguna perdiéndose en el recién mojado césped del gran patio.

—No pienso quitarme este listón, ¡nunca! Permanecerá conmigo hasta el día en que muera.

Aseguró la mujer con una enorme sonrisa que se borró al sentir la cálida mano de Georg acariciar su rostro. ¿A quién quería engañar? Se había enamorado de aquel guardia con ojos de color verde claro.


Ahora, podía sentir que Georg estaría a su lado aun si se encontraba en la soledad de su habitación y todo gracias a un simple listón.

—No pienso dejarte sola, Jeny. —juró atrayéndola hacia él, abrazándola y sintiendo como los dedos de la paciente se encajaban en su pecho.

Idiota, idiota, ¡idiota! Había olvidado aquel juramento, lo había hecho a un lado, lo dejó en el pasado, ¿por qué?, ¡¿por qué?!

Ahora era demasiado tarde, nadie sabía sobre Jeny y lo único que tenía de ella era aquel listón que le había regalado años atrás. Regalo que regresó a sus manos porque su dueña estaba…

“…el día en que muera.”

—No.

Sus ojos se abrieron de golpe, no, no podía ser. Ella no podía estar…

—¡¡No!!

—¡Georg!

Su compañero había caído al piso, completamente destruido. Tom, desesperado, trató de levantarlo pero le era imposible, su cuerpo no le reaccionaba.

—Mierda Georg, ¿¡qué es lo que te sucede?! ¡Reacciona, vamos, levántate!

Pero todas aquellas órdenes eran en vano, Georg se había ido. Su mente lo había encerrado en una ola de recuerdos que jamás debió de haber olvidado.

Tal vez, ese era su castigo.

—¿Quién es esa mujer, Kim? —le preguntó Kimy curiosa, observando a esa joven rondar una y otra vez ese pasillo, pero, a diferencia de los otros, ella no tenía interés en entrar con Kimberly. Ella… ella estaba más interesada en buscar a alguien.

—Su nombre es Jeny —respondió saliendo de su trance.

—Oh —exclamó ladeando su cabeza para después, voltear a verla—. No parece que sea mala.

—No lo es —aseguró con su vista pegada al piso y con sus piernas abrazadas a su cuerpo—. Solo está…. triste.

«Morir con el sentimiento de traición es lo peor que le puede pasar a un ser humano. Lo siento mucho por ti, Jeny… pero yo ya no puedo ayudar a alguien más», aquella disculpa no salió por sus labios, pero sí por sus lágrimas.

—¿Kim, estás bien? —preguntó la menor sin obtener respuesta.

—Además… él es diferente. Él está dispuesto a buscarte

Kimy la miró confundida, no tenía idea de lo que hablaba o más bien, con quién lo hacía. Volvió a mirar una vez más hacia la puerta entendiendo, que tal vez, lo estaba haciendo con aquella mujer llamada Jeny.

Nota final: *suspiro* Sí, Georg & Jeny, ¿quién lo hubiera pensando, no? Espero y les haya gustado el capítulo lectoras!! n_n 

1 comentario:

  1. Nooo Arly me has hecho llorar pobre Jeny ni imagine que estaria con Georg!! Y lo peor que Jeny esta muerta y no se puede hacer nada no? Georg no entiendo como se olvido de ella :( ...
    Ojala no se repita la historia con Tom y Kim porfaaa...
    Siguelaaa me fascina mucho tu fic :D
    bye cuidateee.. Subee pronto

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