-

-
Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

19 ene 2013

Capítulo cuarenta y ocho

Nota: Todavía me considero muuuuy principiante en este tema kdjsfhskdjgfsdjg así que lo siento si no me quedó bien :(



Escribía algunos detalles en el expediente de un paciente viéndose interrumpido gracias al Director del Hospital.

David alzó su mirada pero la bajó nuevamente hacia la hoja que yacía en frente de él restándole importancia a Baecker y continuó con sus asuntos.

—¿Vas a hablar o no? Tengo mucho trabajo —avisó pasando hacia otra hoja.

—Kimberly comenzó de nuevo —dijo sin más sabiendo que ya tenía toda la atención del Doctor. David soltó la pluma haciendo que ésta rebotara sobre el escritorio de madera y lo miró nervioso.

—¿A qué grado…?

Baecker sonrió.

—Oh, no es grave. Comienza a hablar sola, al parecer, sus “amigos” volvieron. Una enfermera la escuchó y la vio interactuar como si hubiese otra persona con ella —le explicó tomando asiento sin invitación.

David bajó su mirada, atónito. Ayer, Kimberly estaba en perfecto estado, ¿por qué ese extraño cambio de comportamiento?

—Creo que es tiempo de volver a tomar cartas en el asunto —soltó poniéndose de pie—. Después de todo, sabríamos que su estado ya estaba marcado como crítico.

David se levantó de golpe ocasionando que golpeara una de sus rodillas contra la orilla de su escritorio y que la silla hiciera un horrible rechinado al moverse hacia atrás. Estaba nervioso: él tan solo saber que el Dr. Baecker estaba dispuesto a volver a supervisar a Kimberly sin su ayuda, solo significaba una cosa: “drogas”.

—Por favor… ¡dame un poco más de tiempo!

—¡Ya te di años! —le recordó con una dura mirada haciéndolo enmudecer. Sí… casi ocho años trabajando en Kimberly con la esperanza de volverla a traer a la realidad sin la necesidad de medicarla, después de todo, cuando ella ingreso era apenas una niña.

Se le hacía algo tan cruel e inhumano drogar a una pequeña, que le rogó al Director que la dejara en sus manos. Y después de tantos esfuerzos y no conseguir una mejoría, llegó como un ángel caído del cielo aquel guardia irresponsable que sin sabiduría en medicina y sin necesidad de tener un Doctorado logró traer a la realidad a la paciente que había adoptado como su hija.

Y ahora, que había conseguido ese tan anhelado avance en el estado de Kimberly, no iba a dejar que el Dr. Baecker se involucrara. Esto… ya era asuntos de familia.

—Tú no entiendes, ¡ella…!

—¡Ella es asunto perdido! —atajó perdiendo los estribos. Los labios de David se fruncieron y pudo sentir como gotitas de sudor resbalaban por su sien comprendiendo que se estaba tornando algo ansioso— ¿Cuándo entenderás eso David? O más bien, ¿cuándo empezarás a actuar como un verdadero Doctor y no como un falso padre?

Su cuerpo tembló. Maldito Baecker, ¡maldito sea! ¿Cómo se atrevía a hablarle de esa manera, cómo pudo tener las agallas para decirle que él no era un verdadero padre para Kimberly?... ¡cómo se atrevió a juzgar su trabajo como profesional!

Sin embargo, tenía algo de razón. Siempre comprendió que en ese oficio debía mantener la cabeza fría y no crear lazos de cariño con ninguno de sus pacientes, no importaba quien fuese ya que aquello, podría ser un peligro tanto como con el paciente y como con él. Pero… con Kimberly simplemente no pudo evitar mandar al diablo su código ético y tal vez, eso fue lo que obstruyó con sus investigaciones. Ya no interactuaba con ella como su Psiquiatra, ahora, siempre la veía y le hablaba como un padre, cegándose en la desesperación de no poder salvar a su querida hija de aquel sufrimiento que cargaba sobre sus hombros.

Tal vez y Baecker tenía razón: ya no había manera de recuperarla, tal vez, lo supo desde el día en que la vio por primera vez pero no quería aceptarlo. No podía…

—Las dosis se empezaran a cambiar esta misma noche —la voz de su superior lo había devuelto a la realidad—. Kimberly, a partir de hoy, vuelve a estar bajo mi cuidado. —La mirada de David se endureció.


No. ¡No se lo permitiría!… Después de todo, la esperanza es lo último que muere.





—Lo siento mucho —murmuró metiendo su amado girasol en el hueco de la pared de su baño.

Con una mueca, tomó el ladrillo y lo colocó nuevamente en su lugar escondiendo el girasol, dos hojas de papel cuyo contenido eran los retratos de Bill y Tom y una fotografía de una familia de tres integrantes donde los rostros de los padres yacían borrados gracias a la tinta negra de una pluma, dejando ver solamente a la pequeña niña.

Sabía muy bien que las visitas a su habitación de las enfermeras y del Dr. Baecker aumentarían gracias al pequeño incidente que tuvo donde había sido descubierta hablando “sola” enfrente de una mujer con uniforme blanco. Por eso, decidió que era mejor esconder el girasol, después de todo, se supone que ella nunca ha salido de su habitación.

Aquel hermoso día, era un secreto para todos los que no eran integrantes de su familia.

Regresó a su habitación para esperar en la oscuridad. En tranquilidad, esperaba que la puerta fuera abierta en cualquier momento dejándose ver al Dr. Baecker con un par de enfermeras y guardias dándole a entender que era el momento de drogarla con nuevos y viejos medicamentos.

Sonrió y miró a Kimy, quien la miraba angustiosa: ella ya no tenía miedo.

—Que vengan —retó a la nada—. Que vengan con todas sus pastillas, inyecciones y descargas. Todo será inútil. —aseguró sintiendo los orgullosos ojos de su otro yo sobre ella—. ¡Porque yo ya sé muy bien quién soy y sé muy bien que aquello no lo necesito!

Estaba preparada para lo que se le avecinaba porque sabía que pasara lo que pasara, no la iban a dejar sola.

A lo lejos, pudo escuchar la alarma de la gran puerta sonar. Sus ojos se cerraron más la sonrisa seguía intacta. Oyó el eco de las pisadas por el pasillo y como el sonido aumentaba cada vez más, se acercaban, no, ya estaban ahí.

La puerta se abrió.


—¿Tu?



Baecker salió de la oficina de David con sus manos escondidas en su bata blanca. En su rostro, llevaba una sonrisa de satisfacción: había concedido el capricho de su subordinado. Lo dejó seguir con el caso de Kimberly.

No había problema, mejor para él. ¡Que el lazo de amor crezca! Para que cuando se rompa, éste sea más doloroso aún. Lo dejaría ilusionarse un poco más, dejaría que creyera que Kim podía ser salvada. Qué más daba.

Su cuerpo se llenó de ansiedad al darse cuenta que no podía esperar el ver a su compañero lleno de decepción. Ya lo quería ver acabado, ¡lo quería ver arruinado!

—Pronto… pronto —susurró dejando que todo aquel júbilo se le escapara de las manos.

Soltó un gesto de dolor. Había chocado contra un incompetente guardia. Oh… pero no era cualquiera. Tom, alarmado, se disculpó un millón de veces al descubrir que había topado con su superior y sin dejar de lamentarse, se marchó de aquel pasillo con una dirección bien sabida por los dos: hacia el último piso.

Baecker volvió a sonreír al saber que sería asombroso ver como una persona supuestamente normal, caiga en manos de una demencia crítica. Él, más que nadie, sabía que el muchacho en esos momentos tenía una mente débil. Había pasado por muchas tragedias que no se sorprendería al saber que en algún momento llegara a presentar estrés postraumático.

Que divertido. Había otro sujeto más en su lista de experimentos. Solo había que esperar un poco más…

Por el momento, los dejaría divertirse un poco. Después de todo, él no era tan malo: solo era un médico amante de la ciencia y de la salud… al igual que su padre.


Y se marchó del pasillo, con calma y silbando una canción sin nombre.



Tom se quedó inmóvil en el marco de la puerta ante la reacción de Kimberly. Le miró confundido y miró hacia atrás buscando si yacía una persona a sus espaldas.

—¿Esperabas a alguien más? —cuestionó algo divertido y entró.

La mirada dura mirada de la chica desapareció. Pudo sentir como sus hombros se destensaban y ante el comentario de Tom, sonrió tomando de nueva cuenta asiento en la orilla de su cama. Kimy, desapareció feliz al confirmar que esa noche, Kim no sufriría peligro alguno.

—No. Lo siento… solo creí que… —calló y negó incrédula. Todavía no era el momento para contarle—. ¿Qué haces aquí? —le cuestionó sin más observando cómo su guardia tomaba asiento a su lado—. Se supone que hoy es tu día de descanso.

Tom rió.

—Mis días de descanso terminaron, no los necesito… renuncié a mi otro trabajo, ¿recuerdas? —Kim bajó su mirada hacia el piso y asintió.

Su mente seguía siendo un desastre, pero podía recordar algo ausente que Tom le había dicho que era maestro de guitarra pero no podía acordarse del motivo por el cual renunció. Se mordió el labio inferior debido a eso y maldijo a los medicamentos que había tomado aquel día: frustraban sus recuerdos.

Las facciones de su rostro volvían a la normalidad al sentir la mano de Tom sobre su cabeza: comenzaba a acariciar su cabello. Comprendió que le hizo notar que se encontraba algo inquieta, ya que Tom siempre le acariciaba para calmarla y aunque al principio se negó rotundamente ante aquel contacto físico, se terminó enamorando de ese pequeño y especial gesto.

—No te esfuerces —le pidió haciendo que Kim recargara su cabeza en el hombro.

—Lo siento —murmuró avergonzada—. Tom… —le llamó ante un momento de silencio. El chico hizo un gesto con su garganta en señal de que la escuchaba—, ¿tocarías la guitarra para mí algún día?

Aquella pregunta le sorprendió pero después, le sonrió a la nada.

—Claro. Cuando salgas de aquí, te tocaré todas las canciones que quieras —le aseguró.

Kimberly cerró sus ojos, disfrutaba estar así a su lado: le provocaba sentir extrañas y bonitas sensaciones en su estómago como aquella vez…

Sus ojos se abrieron de golpe al sentir sus mejillas arder.

Lo había recordado otra vez. Ese momento, cuando sintió una ola de calor recorrer su cuerpo gracias a las caricias que Tom le brindaba en su piel desnuda; esa vez que sintió miedo al no saber qué estaba sucediendo pero a la vez, la hacían sentir tan bien sentir las bruscas manos de Tom sobre su piel desnuda. Y sus besos… aquellos que hicieron estremecer cada fibra de su ser… lo quería. Quería sentir todo eso de nuevo pero, ¿estaba bien pedírselo sin saber nada acerca de ello?

—¿Sucede algo? —preguntó intrigante al ver que Kim lo miraba intensamente.

—T… Tom —lo llamó con un hilo de voz.

—¿Sí?

—Bésame.

Los ojos de Tom se entreabrieron ante aquella petición: había algo extraño en ella, su mirada inquietante la delataba más sin embargo, no quiso cuestionarle, solo obedecer.

Con cuidado, alzó la barbilla de la paciente para atrapar sin problema alguno sus labios. Trató de besarla con cuidado, recordando la última vez que había cruzado la línea pero Kimberly no le ayudaba a controlarse: la chica lo besaba con algo de desesperación y pudo sentir sus dos manos sobre su cuello con la única razón de acercarlo más a ella y la única forma de hacerlo, era subiéndose a la cama. Entonces, Tom se detuvo.

—Kimberly, ¿qué… qué haces? —le preguntó tratando de recuperar el aliento.

—Quiero… —pasó saliva—, quiero volver a sentir lo de aquella vez —confesó ruborizándose—. ¿Es eso malo?

—N… no, pero… —al final no dijo nada más que puros balbuceos—. No puedo hacerlo —dijo sin más mirando hacia un punto perdido—. Es como aprovecharme, no pienso hacerte eso.

Kimberly avanzó sobre sus rodillas, quedando al mismo nivel que Tom ya que ella se encontraba sobre la cama y él, estaba de pie. Tomó su rostro con sus dos manos obligándolo a verla directamente a los ojos mostrándole nada más que seguridad.

—Yo lo quiero —confesó sobre sus labios—. No tendré miedo, lo juro. Por favor, bésame —le pidió juntando su frente con la de él.

Su cuerpo se estremeció al sentir las manos de Tom sobre su cintura y de nueva cuenta, lo volvió a mirar a los ojos.


—Te cuidaré… lo juro.



Se sintió avergonzada al estar denuda frente a él pero al saber que no había ninguna pizca de maldad en la mirada de Tom, aquel sentimiento se fue.

Los labios del guardia abandonaron los suyos para ir en busca de su cuello: lo besaba, lo lamía, lo chupaba con cuidado de no dejar marcas, pero el esfuerzo había sido algo inútil. Pequeñitas marcas rojizas comenzaron a aparecer pero aquello, no era ninguna preocupación para los dos en ese momento.

El cuerpo de Kimberly temblaba ante todas las sensaciones que sentía en esos momentos. ¿Algo desconocido se podía sentir tan bien? Sí.

Sus manos poco a poco se enterraron sobre la degastada sábana blanca al sentir la lengua de Tom juguetear en sus pechos: succionaba con desesperación su pezón derecho mientras que con su otra mano apretaba y masajeaba el izquierdo. Aquello causó que soltara ligeros gemidos ante una ola de placer que no pudo evitar sentir e inconscientemente, levantó una de sus piernas topándose con la parte masculina de Tom. Los ojos de Kimberly se entreabrieron al descubrir que estaba dura y que el ligero roce, había ocasionado gemir a su guardia.

«Eso… le… le gusta» confirmó llevando una de sus manos a esa zona delicada del hombre. Ella también lo quería sentir bien. Su mano temblaba, al igual que todo su cuerpo, pero pudo ser capaz de acariciar el miembro del guardia y al escucharle gemir sobre sus pechos supo que le gustaba y sin saberlo, comenzó a masturbarle.

La respiración de Tom se hizo más y más profunda; la miró haciendo que la chica detuviera sus movimientos y antes de que pudiera decir algo, la aprisionó contra sus labios logrando que el beso fuera profundo y húmedo. Está vez, era el turno del guardia.

Apretó su miembro contra la zona de Kimberly haciendo que soltara un gemido entre sus labios. Todavía no estaba preparada para la penetración, no, quería disfrutarle un poco más así que le devolvió el favor: llevó sus dedos índice y medio hacia su femineidad y comenzó a masturbarla poco a poco para después, hacerlo más rápido.

Decidió liberarla de sus labios para dedicarse a mirar su rostro que se encontraba lleno de placer. Kimberly mantenía sus ojos cerrados, no podía con todo aquel calor que se apoderaba de su cuerpo pero no quería que Tom se detuviera. Aquello la sentía tan bien, la hacía sentir mujer. Sin evitarlo, los gemidos que se le lograban escapar se hacían cada vez más y más fuertes hasta que soltó uno que logró hacer eco en la habitación. Fue entonces, cuando Tom decidió hacerlo.

—No tan fuerte —le recordó en su oído para después, besarlo.

—Lo… lo siento… y… yo, ¡aah! —gritó al sentir el duro miembro de Tom dentro de ella, ¿qué estaba haciendo? ¿Qué iba a hacerle?

—Tendré cuidado —le aseguró al sentir las manos de Kim hacerle presión en su pecho. La paciente, quién confiaba plenamente en él, asintió dejándole poco a poco libre, para después, abrazarlo fuertemente.

Las embestidas fueron despacio: Tom esperaba a que Kimberly se acostumbrara a tenerlo dentro ya que sabía, que la primera vez dolía y pudo confirmar que la chica comenzaba a sentirlo al tener su mandíbula apretada.

—Mírame —le ordenó acariciando su rostro. Kimberly, en vuelta en placer, abrió con lentitud sus ojos y lo miró sintiendo que las embestidas eran más y más fuertes.

—D… duele, m-me…. ¡me duele! —gritó escondiendo su rostro entre su cuello. Pero aquello gritos de dolor, se convirtieron en puro placer.

Tom logró que Kimberly enredara sus piernas en su cintura logrando así, moverse con más facilidad. Los besos húmedos seguían y los gemidos entre éstos no se dejaron esperar. Kim de un momento a otro sintió que ya no podía mantener todo aquel calor almacenado, estaba llegando al orgasmo y Tom al saberlo, la embistió fuertemente sintiendo como él también llegaba a sus últimos gemidos.

Un grito ahogado salió de la garganta de la paciente, siendo silenciado gracias al último beso húmedo de la noche y segundos después, Tom se vino dentro de ella logrando soltar su gemido entre el beso.

Cansados, se separaron poco a poco dejando ver un hilito de baba entre sus bocas. Tom la recostó con cuidado tomando su mano y como acto reflejo, Kimberly entrelazó sus dedos con los de él, apretando un poco el agarre mientras sentía las últimas embestidas del guardia, para después, verlo caer satisfecho a su lado.

Sus cuerpos estaban envueltos por una fina capa de sudor y lo único que se podía escuchar en la habitación eran sus respiraciones. Cuando sintió que Tom salía de su cuerpo, cerró sus ojos disfrutando de esa última sensación de placer y escondió su rostro sobre su pecho. El guardia, inmediatamente la abrazó llegándola a apretar un poco.

Estaba feliz. Muy, muy feliz. Kimberly… le pertenecía ahora y para siempre. Era de él, de nadie más…

Acarició su rostro con el dorso de su mano apartando uno que otro mechón de cabello que le obstruía el trabajo.

—Eres mía —le susurró besando su frente observando a la perfección como su pareja sonreía.

«Esta… esta será mi manera de hacerte feliz» le prometió Kimberly en sus pensamientos, disfrutando de nueva cuenta, las caricias que su guardia. No. Que su novio le brindaba.


Nota final: Sí, las escenas lemon no se me dan :X pero di lo mejor que pude & espero que les guste :C kdjfshjdgfd gracias por leeeeeermeeeeee *-*
Oh y por si quieren leer mi otra novela "Heavy in your arms" da clic aquí en fanfiction.net tengo el seudónimo de "ineverloveyou" :D
Buenas noches! <3 nbsp="nbsp" p="p">

1 comentario:

  1. Awwwww ame este capituloo al fin se pertenecen.. Que linda Kimberly esa sera su manera de hacer feliz a Tom :D
    espero todo salga bien .. Y ojala nadie se entere de estooo..
    Ahora Tom no se cuidooo esto traera consecuencias?
    Ame le capitulo me encanto.. Siguelaa prontoo ..xD esta hermosaaa..
    Bye cuidate y obvio me dare una vuelta por la nueva fic :P

    ResponderBorrar