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Tercera novela. (Fandom: Tokio Hotel/ HIATUS)

10 ene 2013

Capítulo cuarenta y cinco.

Nota: Mueroooooooooooooo, no siento mis piernas ;_; estoy demasiado cansada y no puedo creer que me andaba muriendo de sueño desde las 8 de la noche ._. este si que fue un día muy pesado xd pero no me podía dormir sin terminar :B y justo a la 1 terminé xd y quedé encantada con este cap e.e espero y a ustedes también les guste e.e



Tom sentía un apretujón en su pecho. Ver a su amigo en aquel estado le había dolido, pero más que nada, le dolió el haber descubierto que Georg se había encontrado en la misma situación que él hace un par de años.

Por un momento, tuvo miedo.

Miedo a que le sucediera a lo mismo: que llegara a olvidar a Kimberly, que por alguna razón, se separasen y él reprimiera todos los momentos que vivió con ella, que importa si fueron pocos. Solo pensar aquello, le aterraba. Aún no conocía los motivos por el cual Georg olvidó a la paciente llamada Jeny y siendo honesto, no tenía el valor de preguntarle; además, parecía que ni siquiera su mismísimo compañero sabía la respuesta…aquello era algo preocupante, ¿qué había sucedido con él en esos momentos?

Respiro. Se tomó unos segundos para recuperar nuevamente el aliento.

—Mierda —exclamó por lo bajo, golpeando ligeramente su cabeza contra la pared llevando su mirada hacia el techo de su departamento.

Había que pensarlo bien, ¿él sería capaz de olvidar el rostro de Kimberly, de olvidar hasta su nombre? No. Era una cosa simplemente imposible: ella no saldría de su vida fácilmente porque él no se lo permitiría, nunca.

Él ya no era simplemente su guardia, era su pareja. Y ella, era a la mujer a quién había jurado proteger y ahora, que sabía muy bien que contaba con el apoyo del Dr. Jost, Gustav y Georg, sabía que las cosas serían más fáciles de ahora en adelante.

Kimberly ya no estaba sola y él se aseguraría de sacarla de aquel infierno como diera lugar, no importaba qué.

Inconscientemente, miró hacia la puerta que yacía a su lado: esa que ha estado cerrada desde que su hermano Bill sufrió el accidente. Todos tenían prohibido entrar a ese lugar, ¡todos!, inclusive Tom, no importaba si él fue el que la había cerrado. Nadie podía traspasar aquel lugar sagrado para él: el último en salir había sido Bill y Bill sería el primero en entrar nuevamente a su alcoba, estaba seguro de eso. Él estaba seguro de que su hermano regresaría. Porque él era fuerte, él no lo iba a dejar sola, no… él no haría eso.

Otra vez aquella punzada en su corazón, esta vez, se atrevió a llevar su mano hacia su pecho para apretarlo con la esperanza de que dejara de doler. Se sentía triste, se sentía solo. No era que la compañía de Kimberly no le fuera suficiente y que tampoco, desvalorara la amistad que Georg y Gustav le han dado pero simplemente… ellos no eran su gemelo.



Nadie nunca ha entendido la relación que unos hermanos gemelos tienen y al parecer, nunca lo harán: ellos son uno solo, son una persona pero al a vez, son dos. Son tan parecidos y diferentes. Son una sola mente que funciona por dos y de distinta manera. Es… es como si fueran lo opuesto a ellos mismos: Tom era el rudo, Bill era el dulce. Mierda, ¡él era su hermano, lo necesitaba, necesitaba de sus consejos, necesitaba de su apoyo! Era su familia.

—Bill…

Una lágrima comenzó a recorrer su mejilla, estaba a punto de explotar. Ya era suficiente, ya había aguantado mucho las ganas de llorar: no lo quería hacer porque no quería transmitirle su tristeza, tenía miedo a que, si esto pasaba, Bill se sintiera mal y decayera. No. Eso no se lo podía permitir.

Ha sido fuerte esos meses de angustia pero no, ya no podía más. Ya no. Él también era una persona que sentía el dolor… no era del todo fuerte como solía presumir enfrente de sus enemigos. Él también… lloraba.

—¡Bill! —gritó por fin dejándose caer ocultando su rostro entre sus manos y llorando sin control dejando escuchar a la perfección los sollozos que hacían que se ahogara en algunos momentos.


Tom rescataría a Kimberly de su infierno, rescataría a todo ser querido que se encontrase viviendo el peor de sus momentos. Pero, ¿quién lo rescataría a él?




—Eres un idiota, ¡no puedes hacer eso, todavía no estás listo! —le gritaba Sam estupefacto, persiguiéndolo hasta el grado de casi pisarle los talones.

—Este asunto no es de tu incumbencia—le dejó en claro mirándolo de reojo.

Sam gruñó.

—¡Todavía no eres capaz de…!

La mirada de Bill se endureció. De la nada, se había aparecido enfrente del muchacho rubio interrumpiendo su frase. Aquel movimiento le había impresionado, ¿cuándo lo aprendió? Ya era más rápido.

—Soy capaz de muchas cosas Sam. No me subestimes, ¡nunca lo hagas! —le advirtió— Ese podría ser el peor error que podrías cometer. No soy débil y tampoco tonto.

Los dientes de Sam se apretaron tanto que hasta Bill pudo escucharlo. Era un idiota, eso era lo que era, no medía las consecuencias: todavía no estaba listo, nunca lo estaría, ¿qué acaso eso no lo comprendía? Bill no estaba muerto, él no podía hacer lo que las otras almas hacían con libertad ya que su cuerpo aún respiraba.

Él era un ente, solo eso.

—No creas que me he olvidado del favor que te debo —musitó dándole la espalda—. Lo cumpliré ya que soy un hombre de palabra…

—Así que estás decidido —soltó algo sorprendido y cruzó sus brazos para después, curvar sus labios—. Siempre pensé que te acobardarías.

Bill, cerró sus ojos con pesadez al escuchar aquellas palabras. Él no era ignorante, siempre tuvo en cuenta que para poder cumplir con los deseos de Sam era necesario morir ya que, al hacerlo, todo su ser se convertiría en un verdadero espíritu, con poder de verdad.

Pero… no estaba decidido a morir de esa manera, no quería morir lleno de odio y rencor. Él, quería irse en paz.

—Me vuelves a subestimar —señaló, a lo que Sam rió.

—¿Y qué? ¿Tienes pensando también despedirte de tu hermanito?

—No pienso morir hoy —respondió en el acto mirándole con superioridad—. Habrá un cambio de planes: regresaré a Kimberly.

La sorpresa ante esa respuesta fue evidente, a lo que Bill soltó una risa de burla. Le debía un favor a Sam, sí, pero eso no significaba que éste fuera su dueño. Él podía hacer lo que le daba la gana, al fin y al cabo, estaba en su lecho de muerte, ¿qué más podía suceder?

—Todo a su tiempo, Sam.

—Eres un maldito, ¡un maldito! —gritó a todo pulmón haciendo que las lámparas del recinto explotaran con demasiado poder.

Además… Sam no había dicho con exactitud cuando quería vengarse, así que él podía esperar.

«Tom —suspiró, dejando atrás aquella mirada retadora. Su guardia, estaba baja, de nuevo—, esto es lo mejor para los dos: sabes muy bien que yo ya no puedo regresar, yo ya tuve suficiente y no puedo seguir dándote falsas esperanzas, tienes que seguir con tu vida hermano. Tienes que mirar hacia adelante y darte cuenta que no estarás solo: tendrás a Kimberly, quién necesitará todo tu apoyo para poder salir de ese hospital. Ella será libre, yo lo sé, yo confió. Y cuando ese día llegue, será un nuevo comienzo para los dos. Vamos hermano, sé fuerte —sonrió—. Siempre lo fuiste, siempre lo serás. Pero… también —sus labios formaron una mueca—, también deberás aceptar quién es realmente Kimberly. Deberás aprender a creer, solo así, todo será más fácil».

Ese era su objetivo, por eso, es que volvería con Kim. Tom debía descubrir quién era sin creer que todo era una mentira. Bill se encargaría de eso, él los ayudaría. Y al poder cumplir con esa meta, por fin, él se iría en paz.

—Solo así, sería realmente libre.

Aquello era una manera de devolver todo los sacrificios que Tom había hecho por él toda su vida: se encargaría de hacer feliz su hermano y estaba seguro, que aquella felicidad le duraría para siempre.

Sam aun seguía en el pasillo de aquel edificio abandonado, pensando y meditando todas las palabras que Bill le había dicho: sí, lo había subestimado.

—¡¡Maldito!! —gritó una vez más haciendo que los cuervos que paseaban por el piso carcomido salieran volando despavoridos por las inexistentes ventanas.

Él muy idiota se creía demasiado listo, ¿eh? Pues él no era el único con un as bajo la manga. Después de tantos años ya, había aprendido por fin en no confiar en absolutamente nadie, para él, para sus ojos, para su alma todos eran culpables, todos eran enemigos y todos merecían sufrir, ¡todos! Debían sentir el mismo dolor que él sintió durante su vida, durante su muerte y la agonía que sentía en esos momentos.

—Maldición —siseó apretando sus manos.

Aunque tenía muy en claro desde principio en no confiar en Bill… no pudo evitar sentir una traición por parte de éste. Después de lo que habían pasado juntos sintió que por fin había encontrado a un amigo. No. ¿Pero en qué mierda estaba pensando? ¿Amistad? Esas son estupideces, eso no existe. Todos algún día te vendrán traicionando, ¡no les importará darte la espalda! (gruñó) ¡Tal como Kimberly lo había hecho, tal como Bill lo hizo!

Sam, ¿cuándo comprenderás que tu destino es estar solo? ¿Cuándo? Así lo habías decidido ya, ¿no? Es mejor andar por tu cuenta, así nadie logra decepcionarte, eso habías dicho hace tiempo, entonces, ¿por qué te sientes de esta manera? ¿Por qué quieres llorar, eh? ¡¿Por qué?!

Sus labios hicieron un leve movimiento, para después, desaparecer completamente del recinto. Una leve corriente de viento entró por las inexistentes ventanas, levantando las hojas y moviendo la gran cantidad de basura que yacía en el lugar. Cuando las latas aplastadas dejaron de hacer ruido ante el movimiento, se pudo escuchar el ligero eco de una voz masculina resonar por las paredes del demacrado lugar.

Aquel sonido, podía ser tomado como un ligero sollozo.


—Estoy harto.



Una foto, el único recuerdo que tenía de ellos era una foto de cuando eran uno niños: la época cuando eran idénticos y usaban la misma ropa, lo único que los diferenciaba era el pequeño bordado en el cuello de la camisa con sus respectivas iniciales.

Ellos eran sus pequeños, pero, él ya no era más su padre.

No pudo, así de sencilla era la respuesta. No pudo con tanta responsabilidad: no supo ser el Jefe de la familia, no logró mantenerlos unidos ni mantener el respeto, no supo transmitir el amor y el cariño que se le debe dar a sus hijos. No supo cómo cuidarlos, nunca entendió como manejar las situaciones críticas. Nunca supo qué hacer con la actitud de rebeldía de su hijo mayor ni cómo reaccionar ante las enfermedades de su hijo menor.

Había fallado o simplemente, él no había nacido para ser padre.

¿Y cuál fue la mejor opción que se le ocurrió? Rendirse. Quería dejarlos atrás, abandonar aquella presión y tratar de recuperar nuevamente su tranquila vida. Ser solamente él, y nada más que él. Sí, admitía que en ese tiempo era egoísta. Y cobarde también.

Solo pensó en su salvación pero no en la de su familia. Por un momento, agradeció que Simone nunca se dejara vencer y tomara la mejor iniciativa de salir de esa casa; aunque no pudo evitar sentir un enorme dolor al verla salir con sus hijos. Sí, porque después de todo, eran sus hijos.

Tom, Bill. ¿Ellos lo habrán perdonado?

Tom, cuando lo vio alejarse en ese taxi pudo apreciar la esperanza que su hijo tenía en sus ojos: quería que fuera y lo sacara de ese auto, él quería estar al lado de su padre pero su padre, no quería estar con nadie.

—Y ahora —soltó con un pesado suspiro—, que quiero volver… ya es tarde: tú estás en cama y tú me has olvidado ya —señaló al recordar el encuentro en el hospital.

Su hijo mayor no le había reconocido, tal vez, sentía que lo había visto en alguna parte, pero aquella visión lo trataba como un extraño y no como su padre. Ellos le habían olvidado ya y no los culpaba, él también hubiera hecho lo mismo.

Se lo merecía, ¿verdad? Se merecía quedarse solo. Sí. Se merecía eso y más.

—“Tú estás en cama”

—¿Pero qué…?

—¡Tú estás en cama! ¿Enserio? ¡¿Es lo único que tienes para decir?!

La silla dio contra el piso. Jörg se había puesto en alerta.

—¿¡Quién anda ahí?! ¡¡Quién eres!! —exigió una respuesta, guardando la vieja foto en la bolsa trasera de su pantalón.

—Eres increíble, ni siquiera reconoces la voz de tu propio hijo.

Imposible.

—¿Tom?

—Adivina otra vez.

Las pupilas de Jörg se dilataron. No, no, ¡nada de esto podía ser verdad! Era una pesadilla, ¡tenía que ser un horrible sueño!

—¿Bill?


Nota final: La verdad no sé cuantos capítulos me quedan para el final, pero no cree que esté ya tan lejos. Aun así, he de decir que el cap final o tal vez (digámosle así) el epílogo, ya lo tengo escrito. :-) A qué vengo con esto: estoy escribiendo otra historia ya, pero, no es del fandom de Tokio Hotel. Esta nueva novela le pertenecería al fandom de InuYasha, no sé si alguna es fan de este anime o la llegó a ver alguna vez en su infancia xd. Esta historia la subiría en fanfiction.net y tendría como pareja principal a Sesshomaru & Rin. Si alguna le interesa, con gusto, en la página de mi facebook dejaré el link de la historia. Sino, no importa, no quiere decir que ya no escribiré novelas para este fandom, tengo otra historia preparada para Tokio Hotel ;-) así que bueno lectoras, ya están avisadas:D

¡Gracias por leer! *-*

1 comentario:

  1. O.o Bill se presento ante su padree?? O sera Sam? .. Esta muy interesante..
    Yo quiero saber xq Georg se olvido de Jenny osea como? De esto tendra q ver Beacker?
    Espero que no xq no soportaria q Tom olvide a Kim.. Hay no ya el final .. Me dara penita.. Espero sean felices Tom y Kim yque ella vea a sus padres!!
    Obvio dejas el link yo seguire leyendo nunca habia escuchado de ese animr pero igual kiero leerlo y de TH obvioo..
    Siguelaa pronto.. Ultimamente subes mas seguido *.*
    bye cuidate :D

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